Virya jamas habia hecho tantos saltos seguidos. Ya había perdido la cuenta alrededor de las dos docenas de ellos y Exedore parecía no mostrar señales de estar más o menos cerca del objetivo. En todo caso era evidente que al lugar al que se dirigian no se podía llegar fácilmente. Cuerpos celestes extraños como púlsares, agujeros negros, distorsiones FOLD y otras cosas que ni siquiera tenían nombre para la guerrera eran obstáculos del espacio que formaban regiones inaccesibles para los viajeros interestelares.
Pero no eran los peligros del espacio lo que obligaban al Archivista a seguir esa intrincada ruta. Su destino era un lugar tan secreto, tan celosamente protegido por la armada Zentradi que ninguna precaución estaba de más a la hora de desplazarse hasta allí. Era de vital importancia que no fueran seguidos por ningún enemigo.
Maya habia permanecido en silencio desde que el transporte había comenzado con su cadena ininterrumpida de saltos. Tanto su armadura como la de Virya permanecían abiertas una frente a la otra en el enorme compartimiento destinado a transportar una docena de guerreros listos para el combate. Las dos Meltrans estaban sentadas en el suelo en completo silencio, girando las cabezas de vez en cuando para seguir los movimientos que el Archivista realizaba. El Zentran era el único de los tres que parecía saber lo que estaba haciendo.
Las horas se sucedían una tras otra sin nada que las diferenciase de la anterior, salvo tal vez el creciente malestar que las dos guerreras parecían compartir en ese momento. Al final fue Maya la primera en ponerse de pie.
—¡Debura! —exclamó de pronto apoyándose en su armadura. —¡Debura! —volvió a repetir con inusitada furia.
Virya se removió inquieta en su lugar. Había estado meditando profundamente en todo lo sucedido las últimas horas y, no para su sorpresa, seguía encontrando todo el asunto verdaderamente incomprensible.
No era que no supiese que decir, en ese momento decenas de palabras se le venían a la mente. No, no era ese el problema.
El problema era ella misma.
¿Quien era Virya ahora? Hace mucho tiempo y en circunstancias completamente diferentes, se había planteado la mism pregunta. ¿Quién era ella? ¿Una Meltran? ¿Una Comandante? ¿Una Archivista? La guerrera nunca había obtenido la respuesta a su pregunta y en definitiva había resuelto convivir con todas las respuestas posibles. No había una verdadera Virya, todas eran parte de algo más grande, más general… ella era una Zentradi.
Pero ya no.
Dortrad-Jen lo había dicho, con sus palabras había quitado a Virya su linaje y pertenencia. Ella ya ni siquiera era Zentradi… era.. algo diferente, algo roto.
Algo defectuoso.
La palabra tenía un mal sabor. Virya se dió cuenta que no era realmente la exactitud con que la palabra la describiera a ella lo que la molestaba ¿Como podía ser su existencia un error, una falla? ¿Acaso no había demostrado ser la mejor guerrera de toda la flota? ¿Cómo podía una anomalía o un defecto ser la mejor?
—No tiene sentido.
Para sorpresa de Virya, las palabras no salieron de su boca, sinó de las de Maya.
—No tiene sentido.. ¡Debura! —volvió a exclamar la joven golpeando el costado de su armadura con evidente frustración. La joven permaneció en silencio y de pronto giró su cabeza en dirección a Virya.
—¡Capitán!
La Meltran se sobresaltó al escucharla, pero no dijo nada. No podía decir nada.
—¡Capitán Virya!
Maya se acercó y la levantó del suelo, tomándola fuertemente de los restos del traje de vuelo hasta que sus rostros estuvieron a la misma altura.
—¡¿Que sucede Capitán? ¡Responda! —gritó sacudiendo fuertemente a la silenciosa Meltran.
Virya se mordió el labio y apartó la vista de Maya. Un remolino de sensaciones diferentes se sacudía dentro de su cabeza.
—¡Capitán!
El grito de Maya llamó finalmente la atención de Exedore, quién apagó la proyección del holograma que se desplegaba frente a el a medida que se daba la vuelta. —¿Sucede algo su Excelencia?
Maya soltó a Virya, quien volvió a quedar sentada en el suelo con la cabeza gacha. La joven meltran miró al Archivista y luego volvió a contemplar a quien fuera su superiora apenas un día antes.
—¿Que… qué le sucede a Virya?
El Archivista observó con atención a Maya y luego fijó su vista en Virya. —Está rota. —dijo simplemente. —¿Algo más?
La forma casual en la que el Zentran había comentado el estado de Virya hizo que Maya apretara los dientes. —¿A qué rayos se refiere? —respondió conteniendo la furia. —¡No está herida!
—Su estado mental ha sido comprometido. —contestó Exedore con el mismo tono de voz. —El daño no es en el cuerpo de Virya, es algo que sucede en el interior de su cerebro.
Maya no podía creer lo que el Archivista estaba diciendo.
—Eso… eso no puede ser. —dijo bajando los brazos. —¿Su mente? ¿Que rayos le pasa a su mente?
—Virya ya no es una Zentradi. Usted misma escuchó las palabras de Dortrad-Jen. Quien fuera la Capitán Virya en el pasado ahora no es nadie, su existencia sólo se debe a la voluntad de su excelencia.
“Su Excelencia”, la palabra la enfureció aún más.
—Virya no puede luchar como un Zentradi porque ya no lo es y combatir es el único sentido que tiene su vida. Sin su espíritu de lucha Virya es… una cáscara vacía —dijo mientras volvía la vista hacia la pantalla que había vuelto a encenderse. Evidentemente el tema no le interesaba y había dicho todo lo que tenía que decir sobre la desdichada Meltran.
Maya apretó los dientes. Acaba de comprender el significado de esas palabras.
Palabras, esa era la clave.
Recordó los dichos del Archivista referente a las palabras. Había pasado no mucho tiempo de ese breve intercambio de radio hacia ¿Dos? ¿Tres días? Luego de todo lo que había pasado desde su “incorporación” violenta al escuadrón de Virya esos días parecían haber transcurrido hacía varios ciclos.
“Las palabras son peligrosas” había dicho Exedore.
Y tenía razón, solo habían bastado tres palabras para destruir a la mortal guerrera Virya y transformarla en un cadáver viviente.
“No eres Zentradi”, tres palabras que en un instante habían logrado lo que flotas enteras de enemigos no habían podido hacer nunca.
Pero había algo más, tenía que haber algo más. Maya sabía que el conocimiento necesario para salvar a Virya residia en alguna parte.
—Archivista Exedore.
El Zentran volvió la cabeza en dirección a Maya. —¿Sí, excelencia?
—¿Cómo llegó la Capitán Virya a ser lo que es?
La pregunta sorprendió al Archivista, quien guardó silencio mientras su cabeza se convulsionaba de forma ya habitual para la guerrera. —Curioso que lo pregunte. —dijo al cabo de un rato. —El caso de Virya ha sido muy interesante de analizar y estoy seguro que aportará invaluable información para el futuro de nuestra raza.
—No me interesan los datos o el futuro. —contestó la guerrera mientras se ponía en cuclillas para estar a la altura del rostro de Exedore. —Quiero conocer su origen, su pasado.
—Su… ¿Historia? —preguntó confundido el Archivista.
—Eso… sí, eso mismo.
El Zentran volvió a apagar la pantalla holográfica y centró toda su atención en Maya. —Son… muchos datos los que tengo registrados.
—Tenemos tiempo ¿Verdad?
Exedore hizo una mueca que bien podría haberse traducido como un suspiro de resignación. —De acuerdo. —dijo. —Puedo narrar los acontecimientos relacionados a las actividades de Virya desde los registros de sus combates y operaciones, pero hay ciertas partes que, evidentemente, no han sido debidamente documentadas… como el caso de su anatomía “extra”.
Maya asintió en silencio mientras el Archivista retraia sus apéndices debajo de la túnica y se preparaba para contar la historia.