Un camino de luces se formó por encima de la figura holográfica de Breka-Nel y se extendió a través de una abertura hexagonal que de pronto se formó en una de las paredes en construcción. Virya no miró quiso mirar hacia atrás, simplemente movió sus piernas y su armadura, ya una extensión más de su cuerpo, la llevó rápidamente a través del pasaje fuera de aquella habitación fatídica.
En el momento de traspasar la compuerta la pared volvió a crecer por el agujero y de pronto ya no había nada allí. Maya y Exedore eran ahora oficialmente parte de su pasado.
Ya no podia volver atras.
El túnel la condujo de forma directa a las partes exteriores de la enorme superfortaleza. Pronto las paredes de metal que formaban el túnel fueron dejando paso a vigas estructurales y al cabo de varios centenares de metros más, el espacio vacío se abría ante ella.
Estaba fuera y ahora comenzaba una nueva etapa en su vida.
El paisaje había cambiado drásticamente desde que entraran a la factoría. Gran parte de los enormes asteroides que formaban el complejo se habían movido y ahora rodeaban a la fortaleza como si de un anillo planetario se tratara. Había actividad por donde sea que posara la vista. Enormes bloques de metal, contenedores de suministros y secciones enteras de lo que parecían ser grandes amarres para cruceros de batalla se movían de aquí para allá siempre en líneas definidas, sin estorbarse entre ellos. La eficiencia era perfecta.
Su destino formaba parte de las defensas exteriores del complejo así que Virya se impulsó hacia delante y un resplandor verde iluminó las enormes estructuras mientras la armadura se sambullia entre el frenesí de construcción y se alejaba rápidamente en dirección al perímetro defensivo.
El gigantesco complejo de manufactura se encontraba en una región remota de la periferia galáctica. Su ubicación no era al azar; se trataba de una de las pocas posiciones estratégicas claves que las fuerzas Zentradi tenían en la Galaxia y su importancia era crucial para la campaña de guerra total que la beligerante raza llevaba a cabo por toda la Vía Láctea.
Semejante posesión invaluable era protegida por una enorme flota defensiva de casi tres millones de naves de ataque que patrullaban un enorme perímetro alrededor de la pequeña estrella blanca que apenas iluminaba débilmente el pequeño cinturón de asteroides que la orbitaba. Semejante cantidad de naves enfocadas solo a la defensa de un pequeño lugar parecía ser un despropósito, pero tal era la importancia estratégica de aquellas instalaciones que no importaba desplegar números que rivalizaban con los de algunas de las flotas principales que recorrian la Galaxia en busca de enemigos a quienes aniquilar.
Breka-Nel había creado una nueva flota defensiva y puesto a Virya a su cargo. Era evidente que las noticias de los acontecimientos del ataque combinado de las flotas de Dortrad-Jen y Boddole Zer al Ejército de Supervisión habían hecho que el Comandante Supremo de aquella instalación tomara medidas extra de precaución. ¿Pero acaso no era una medida inútil? El Ejército de Supervisión se dirigía hacia el Centro de la Galaxia, no hacia donde se encontraban ellos. ¿Eran necesarias tantas precauciones?
Las luces del astillero ocho aparecieron tras rodear una enorme roca que giraba lentamente fuera del anillo principal del cinturón de asteroides, parecía tan fuera de lugar lejos de las demás piedras que Virya pensó por un momento que hasta se parecía un poco a ella; cosas fuera de su lugar original, arrastrados por las mareas de una guerra interminable cuyas olas eran imposibles de predecir o esquivar.
No se sorprendió al descubrir que incluso el astillero estaba siendo construido en ese momento. Como si las palabras de Breka-Nel se hubiesen materializado en el momento de pronunciarlas en aquella cámara de concepción y el enorme muelle surgiera de la nada en aquel mismo sitio.
Pero no había surgido de la nada; una enorme y zigzagueante fila de naves y transporte se extendía desde el cinturón de asteroide hasta aquel lugar llevando provisiones y materiales para la construcción. Era como un hilo de luces que se movía en ambas direcciones, descargando pertrechos y tropas y volviendo rápidamente en busca de más material de guerra.
Vió dos fragatas ancladas en la parte que parecía estar más avanzada en la construcción, al menos los enormes anclajes magnéticos estaban ensamblados y varias luces de posición indicaba que los generadores ya suministraban poder a los bloques terminados. Virya dirigió su armadura hacía allí.
Una de las naves había anclado hacía pocos minutos pero la que estaba a su izquierda estaba siendo cargada con provisiones por las enormes compuertas que daban a los amarres de la estación. El hangar principal estaba abierto y pudo distinguir varios Queadlunn Nona caminando en formación por las pasarelas laterales. Virya se zambulló en picada y entró al hangar a máxima velocidad.
Las Meltran que se encontraban en el hangar abrieron los ojos como platos al ver entrar al bólido rojo envuelto en las llamas verdes del escape a toda potencia. Un par de soldados se arrojaron tras unas cajas de pertrechos para evitar el impacto inminente pero Virya simplemente dió una voltereta y se detuvo en el punto exacto del hangar que deseaba.
Dejó que el reactor se apagara y abrió la cabina de inmediato.
Todas las guerreras que se encontraban en el hangar la estaban mirando sorprendidas. El frenesí de actividad se había detenido por completo en cuanto el Rau rojo entrara violentamente por la compuerta y el silencio que reinaba era palpable como una atmósfera enrarecida.
—¿Quien está a cargo de esta nave? —dijo Virya poniéndose de pie sobre la cabina.
Un grupo de Meltran se abrió de pronto y una oficial dió unos pasos al frente. Al parecer las guerreras que la custodiaban la habían rodeado para protegerla. —Soy la Capitán de esta nave. —Exclamó mirando confundida a la figura que se erguía solitaria en aquella extraña máquina color rojo sangre. —¿Quien…?
—¿Cual es su nombre, Capitán?
La Meltran intentó decir algo pero ninguna palabra pareció salir de su boca. —Laplis 112 —dijo al cabo de unos segundos.
Virya sonrió satisfecha. Exedore tenía razón; no eran solamente las palabras las que poseían aquel poder tan extraño. El mando, la capacidad de dar órdenes a otros, todo formaba parte de un atributo especial que no todos poseían. Con su pequeña demostración de habilidad al aterrizar de esa forma con su Rau en aquel atestado hangar Virya se había mostrado ante aquellas guerreras desconocidas como alguien a quien debían obedecer… o al menos temer.
—Soy Virya 712, he sido asignada como Comandante de este escuadrón defensivo por el Comandante General Breka-Nel.
No esperó una respuesta y bajó de un salto desde la cabina. Aterrizó con gracia felina sobre el piso de metal y se incorporó mientras dejaba que sus nuevos subordinados la observaran atentamente.
Las tropas observaron en silencio a la recién llegada. Jamás habían visto a una Meltran como esa y la figura imponente de Virya iluminada por las poderosas luces del hangar marcaba aún más las diferencias que todas conocían.
Era mas alta, mas corpulenta y desprendía un aura de peligrosidad que se acentuaba en cuanto la misteriosa guerrera dirigía la mirada a alguien en particular. Muchas de las soldados que se habían ocultado tras las cajas de municiones desviaron la mirada ante la peligrosidad que emanaba tras aquellos ojos negros que centelleaban como sangre oscura.
La Capitana Laplis pareció salir del trance en aquel momento. —Su excelencia, estamos preparando las naves para desplegarlas en servicio inmediatamente. —dijo haciendo el saludo Meltran a la vez que inclinaba la cabeza.
—Eso veo. —contestó Virya respondiendo al saludo.
—Aún no hemos recibido la nave insignia para la flota. —dijo la oficial sin cambiar el tono de voz. —Mi nave está a su disposición mientras tanto.
Las demás Meltran oyeron las palabras de su Capitán e inmediatamente se pusieron en posición de saludo e imitaron a su superiora.
—Por aquí excelencia. —dijo señalando el camino que llevaba al fondo del hangar. —La escoltaré personalmente hacia el puente de mando y..
—Ya se donde queda el puente de mando de una Quitra Queleual, Capitán. —dijo la guerrera suspirando. —Pero no es necesario, continúe sus tareas de aprovisionamiento.
La Oficial pareció confundida. —¿Su Excelencia…?
—Aquella es la única nave insignia que necesito. —dijo señalando la armadura roja que descansaba en medio del hangar. —Terminen de cargar los pertrechos y prepárense para zarpar de inmediato.
Si anteriormente la Capitán Laplis se había mostrado confundida ahora era evidente que no comprendía ni una palabra de lo que estaba sucediendo. —¿Zarpar? —atinó a preguntar mientras Virya se daba la vuelta para dirigirse a su armadura.
—Zarpar si, lo mas pronto posible. —respondió la guerrera mientras de un salto se subió al Rau rojo. —Vamos a entrenar ahora mismo, quiero saber que tan buenas son las tropas que me ha suministrado Breka-Nel.
En cuanto la cabina de la armadura se cerró sobre ella la actividad en el hangar comenzó nuevamente. Las nuevas órdenes fueron transmitidas y todo el trabajo se centró en acelerar la carga de material de guerra y preparar la nave para el despliegue inmediato.
Virya dió unos pasos por la cubierta observando la frenética actividad y despegó de un salto, dejando el espacio libre para que las tropas en sus Nonas pudieran ocupar sus lugares de preparación en las estaciones de carga de armamento.
Estaba cómoda en su Rau, no necesitaba ninguna de esas enormes naves insignia de casi cuatro kilómetros de largo ¿Acaso servía de algo estar tan aislado de la guerra? Ella necesitaba ver el el campo de batalla, ser parte integral de el, no estar rodeada de kilómetros de metal protegida en una inmensa nave mientras sus tropas morían a su alrededor.
Era algo que estaba segura ninguna Comandante Meltran había hecho antes… y no sería lo único que cambiaría en aquella incipiente flota defensiva.
Oh sí, muchas cosas cambiarían a partir de ese dia.
Virya se sentía libre de las cadenas que ataban al resto de los Zentradi y pensaba sacar todo el provecho de ello. Tácticas nuevas, despliegues inusuales, procedimientos alternativos… toda una nueva forma de hacer la guerra se desplegaban en la cabeza de Virya y ella estaba dispuesta a crear la maquinaria bélica más poderosa que pudiese.
Un movimiento en la interfaz de datos que tenía frente a ella la trajo de nuevo al presente.
Vió que otra fragata llegaba al astillero e iniciaba las maniobras de atraque mientras nuevas luces se encendían al final del espigón recién terminado. En ese preciso instante la nave que había abordado antes encendió sus luces de navegación y comenzó el proceso de desamarre del enorme esqueleto que formaria el gigantesco muelle.
—Capitán Laplis ¿Me recibe? —preguntó Virya por la radio mientras posicionaba su Rau por delante de la nave mientras ésta realizaba las delicadas maniobras mientras despejaba la dársena en construcción.
—Afirmativo, su excelencia.
Virya hizo una mueca de desagrado. Le llevaría tiempo adaptarse a ese maldito apodo. ¿Acaso no podían llamarla por su rango a secas? —Siganme. —dijo en cambio guardándose para sí misma lo que pensaba sobre el protocolo de los Zentradi.
La guerrera movió las piernas y el Queadlunn rojo se lanzó hacia delante con un destello esmeralda. La enorme fragata la siguió unos momentos más tarde.