—¿Es siempre así de callado, Capitán?
Gray se mordió el labio para evitar lanzar uno de los centenares insultos que tenía preparados para la ocasión, no obstante era inútil y tanto su copiloto como los demás hombres armados al fondo de la cabina lo sabían perfectamente.
Llevaban varias horas de vuelo en silencio, solo interrumpidos de vez en cuando por alguna llamada entrante de las naves que los precedian. Las horas pasaban lentamente mientras los grandes motores del carguero impulsaban la nave hacia su destino final, todavía ignorante de la tormenta que se acechaba sobre la nave factoría y sus habitantes.
La Rio Grande apenas había surcado unos pocos minutos en el medio Subdimensional del Salto FOLD, pero aquellos pocos minutos habían supuesto una distancia de más de diez millones de Kilómetros. El viaje era lo suficientemente largo y la compañía no era la mejor.
Así que cerró la boca y concentró su mirada en el campo de estrellas más allá del vidrio.
El hombre que se sentaba a su derecha suspiró decepcionado.
—No se crea que no comprendo su actitud Capitán, pero por su bien y el de todas las demás personas que dependen de sus acciones yo le recomendaria que tenga una actitud más… sociable.
Gray ya no pudo resistir más.
—¿Que pretende? ¿Que me ponga a charlar con usted sobre lo que comí anoche? ¿Sobre como muevo el vientre últimamente? ¿Esa clase de socialización espera de un rehén?
—¿Ven? —dijo el hombre girándose hacia los guardias. —No era tan difícil romper el hielo.
Gray volvió a gruñir mientras revisaba por quinta vez los monitores de estado de la nave. Todo parecía normal pero aquella extraña sensación de suciedad que sentía al tocar los mandos de su amada nave no se había borrado. Gray sabía que los sistemas electrónicos de la Rio Grande habían sido comprometidos por alguna clase de virus o Troyano inyectado por aquellos malditos piratas. Sea lo que sea, su nave se sentía sucia, corrompida por aquella plaga digital, algo que estaba completamente fuera del alcance de sus viejas manos.
Aquel hombre pareció leer los pensamientos del viejo piloto.
—No se preocupe Capitán, le aseguro que le devolveremos su nave en cuanto terminemos esta operación.
Gray no pudo reprimir lanzar una sonora carcajada que puso nerviosos a los guardias.
—Ja!. —exclamó. —¿Ahora me dice que va a dejarme ir así sin más?
Como única respuesta el hombre se cruzó de brazos sin dejar de mirar el monitor frente a su asiento. —Cualquiera con dos dedos de frente hubiese cerrado la boca… pero no, créame que es completamente cierto Capitán; en cuanto tengamos nuestra presa y estemos lejos de los sabuesos de la NUNS usted y su nave pueden quedar libres de ir a donde quiera… incluso puede que quiera empezar a trabajar para nosotros…
—No gracias.
Quien parecía ser el Jefe de aquella banda de forajidos se encogió de hombros. —No es raro que honestos comerciantes trabajen con nosotros Sr. Gray… hacemos negocios como cualquier otra organización en esta vasta galaxia…
—Su concepto de honestidad deja mucho que desear…
—Entonces es su concepto sobre el hacer negocios el que debería cambiar. —afirmó el otro con un gesto despectivo. —Negocios son negocios, aquí en el medio de la nada o bajo los culos de los Generales de la NUNS en Ciudad Macross.
—Conozco bastante sobre la clase de negocios que tipos como usted hacen a lo largo de las rutas de comercio más apartadas. —contestó el viejo piloto como escupiendo las palabras.
Aquel comentario pareció molestar al hombre. —No nos compare con simples forajidos, Capitán. —Una pantalla de comunicación se abrió delante del hombre mientras iniciaba un enlace de datos privado. Un pequeño icono animado de una calavera apareció a modo de llamada en espera mientras la conexión se realizaba. —Puedo tener a varios soldados Zentradis entre mis hombres, pero le aseguro que están bien domados. No venimos a saquear un pueblo y llevarnos a sus mujeres… venimos a hacer una inversión.
—Linda manera de captar accionistas. —dijo Gray mirando los rifles de los guardias apostados en la cabina. —¿Cómo distribuyen sus acciones? ¿Con balas?
—Si es necesario…. ahora por favor Capitán Simons, le pido que guarde silencio mientras reviso el progreso de la operación.
En ese momento la imagen de una persona enfundada en un traje de vuelo amarillo ocupó la pantalla y Gray reconoció la cara de quien había estado manipulando su nave.
—Ese mocoso….
—¡Silencio! —exclamó el jefe mientras hacía una señal. Uno de los guardias se acercó y dió un fuerte golpe con el cañón del rifle en la parte de atrás del casco del piloto.
—Dame tu reporte Otako. —dijo una vez que Gray hubo guardado silencio.
El joven se lamió los labios. —Tenemos 100% el control del núcleo informático de la Rainbow. El resto de los sistemas independientes están aislados e incapacitados físicamente.
—¿Qué hay de la Zorra y las conejitas del puente?
—Aisladas e incomunicadas. —respondió el joven. —No podrán salir de La Torre ni podrán ponerse en contacto con nadie más hasta que hayamos llegado.
El hombre asintió satisfecho sin quitar la vista de la pantalla. Al cabo de un minuto de silencio el nerviosismo del llamado Otako era más que evidente.
—¿A-algo más señor…?
—Tú dime. —respondió el hombre. —¿Hay algo más que deba saber Otako?
—No señor…
Gray golpeó el tablero de la consola frente a él. —Oh por todos los rayos… ¡Eres malo hasta para eso muchacho! —exclamó ante la mirada estupefacta de los soldados. —¡Mi Aprendiz sabe mentir mucho mejor, esto te lo aseguro!
El hombre comenzó a reírse a carcajadas mientras daba unas palmadas afectuosas a los hombros del traje de vuelo del piloto. —¡Muy bien Capitán! Ojalá tuviera más hombres como usted y menos como los inutiles que me rodean… en fin. —mientras decía eso volvió la vista hacia el rostro del joven que se había puesto blanco de pronto. —Ya oíste al Capitán; con esa cara no puedes engañar a un niño siquiera… dime lo que pasó de una vez y prometo romperte solo un par de dientes…
Otako tragó saliva pero había recuperado las ganas de hablar. —Hubo un accidente en el hangar de la Rainbow… no tengo demasiados datos pero durante el ataque de saturación del sistema por fuerza bruta varios protocolos de emergencia se activaron…
—¿Que protocolos? —preguntó el hombre levantando una ceja.
—Se declaró una emergencia por fuego y explosiones en el hangar… pero podrían ser falsas alarmas producidas durante el colapso del sistema.
—Osea que las brigadas de emergencia están ahora en el hangar… tal vez incluso la división de seguridad de la Colonia… esperando a que lleguemos ¿No?
El joven en la pantalla volvió a tragar saliva. —Es…es probable Señor…
El hombre meditó la información unos segundos. —Ya veo. —dijo. —¿Qué hay del Piloto de la NUNS? ¿Sabes su ubicación?
—Casi con seguridad en el hangar principal. —respondió nervioso el joven.
—¿Y el humano macronizado..? Ese que llaman Ralph….
—Con los elevadores inutilizados, debería estar recluido en la parte trasera de la nave..
—Se dice “popa” Otako…
El joven asintió. —Si… la...la Popa… su camarote está en uno de los bloques superiores por detrás del reactor. Sin los elevadores no podrá bajar hasta el hangar principal.
—Bien… el piloto no supone demasiado problema con esa aeronave desarmada… en cambio ese tal Ralph es nuestra principal preocupación ahora. Una vez que tengamos a los rehenes bajo nuestro poder podremos dominarlo sin problemas, pero prefiero que esté recluido en alguna celda gigante lo más pronto posible.
Gray escuchó esto último y una leve sonrisa se asomó entre los labios. Ralph era monstruosamente fuerte y las historias que había escuchado… probablemente eran exageraciones pero… había visto la cicatriz en el pecho del gigante asi que algo de verdad había en aquellas historias de bar y borrachos.
Pero lo que más preocupaba al viejo piloto era Jim. El joven tenía un caza dañado y desarmado, incluso aunque pudiese conseguir un rifle y municiones en la Colonia (Cosa que ciertamente dudaba) el estado de su nave y la cantidad de armaduras pirata que había visto tras los cristales de la cabina eran factores que jugaban en su contra.
No dudaba en absoluto de las capacidades del Teniente pero… que dios lo perdone, no apostaría ni medio crédito por su vida si intentaba resistirse a esos forajidos Zentradi.