Chatarra

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La sensación era muy extraña.
Le recordaba un poco a los periodos de sueño en las cápsulas de reposo luego de los entrenamientos… pero el descanso para un Zentradi era simplemente meterse dentro de una vaina (que funcionase) cerrar la puerta y esperar a que la atmósfera se llenara de aquella especie de gas inductor de sueño que garantizaba un descanso completo del cuerpo del guerrero en unas seis horas exactas.
Desde el momento en que el Zentradi cerraba la puerta de su vaina y se sumergia en el sueño reparador no pasaba más de un minuto… Pero Maya llevaba esperando horas en aquella cápsula oscura.
Había esperado que el procedimiento sea algo rápido, que su cuerpo se disolviese en aquella mole palpitante de cables y carne blanquecina mientras ella dejaba de existir simplemente, como cuando veía a un soldado ser desintegrado en el acto por una descarga de energía.
Pero aquello no había sucedido. Maya continuaba recostada en el interior de aquel aparato sin sentir ni escuchar nada de lo que sucedía a su alrededor.
¿Como lo estaría pasando el Archivista Exedore? ¿Seguiria vivo o estaria en la misma situación que ella? Ah… como le gustaría hechar un vistazo fuera de la vaina.
Pensó en Virya y su corazón comenzó a latir más fuerte.
Aquella Meltran había abierto las puertas a toda una serie de experiencias que una simple piloto como ella jamás hubiese podido experimentar. Cierto era que de no ser por aquella intervención durante su entrenamiento, ella estaria definitivamente muerta en el campo de batalla donde las flotas Zentradi se encontraban luchando sin cuartel contra sus enemigos. ¿Pero acaso no era eso lo único que deseaba? ¿Estar en batalla?
Habia sido asi por cierto… hasta que aquella armadura roja apareció frente a ella.

Maya cerró los ojos y respiró profundamente. 
Virya… el solo pensar en ella hacía que su cuerpo se comportase de manera extraña. Pensar en todas las sensaciones que había experimentado junto a ella la hacían sentir más rara aún, como si los recuerdos revivieran sensaciones lejanas, olvidadas y a la vez nuevas.
Recordó las lágrimas que había derramado junto a su Capitán. Aquello era, según las propias palabras de Exedore; “Sólo un resabio de antiguo ADN que ocasionalmente disparaba estímulos innecesarios”
Pero aquél estímulo inútil la habia hecho sentir mejor durante aquella despedida. 
Mucho mejor.
¿Era entonces algo innecesario como afirmaba el Archivista? ¿Podían sus cuerpos perfectos  producir reacciones que no tenían utilidad alguna en la batalla?
Y sin embargo la palabra del Archivista era la verdad absoluta. Maya no podía cuestionar el saber de aquel Zentran…. además ella no era como Virya, solo podía seguir órdenes, no romperlas.
Pensar que aquella guerrera había tenido como meta el enseñarle todos sus conocimientos, en transmitir toda su experiencia de combate acumulada a lo largo de toda una vida de lucha incesante contra las hordas enemigas. Aquella vana esperanza de aprender de la mejor, de poder sobresalir por encima de los demás pilotos… todo se había extinguido en un abrir y cerrar de ojos.
Virya se había ido, posiblemente a formar parte de las tropas de su nuevo Comandante Supremo y ella… ella estaba lista para morir.
Pero aquella espera se prolongaba indefinidamente. Continuaba esperando, mentalmente preparada para el sacrificio supremo…. que no llegaba.

Los recuerdos volvieron a su mente. Su vida había sido tan breve que casi toda su memoria estaba virtualmente intacta, sin manchas o agujeros que el tiempo producía. Recordaba perfectamente el momento en que había despertado en cuanto entró en servicio. Recordaba cada detalle, desde su primera comida hasta el rostro de sus compañeras al vestir sus primeras ropas de combate.
Aquel recuerdo de vestirse por primera vez hizo que rememorada lo que había sucedido hacía…. ¿Horas? ¿Días? La joven guerrera había perdido la noción del tiempo, pero aquel momento en la fragata Quitra Queleual, donde la propia Virya había compartido con ella su más grande secreto….
El cuerpo desnudo de Virya apareció claramente ante ella. Su blanca piel, los músculos marcados en el pecho, los poderosos brazos y piernas, dueños de aquella fuerza avasalladora… y aquel secreto tan bien guardado, aquello que no tenía nombre y significaba tanto para ella.
El corazón de Maya latió aún con más fuerza que antes. ¿Que estaba sucediendo? Se sentía extraña, acalorada y su respiración era irregular, como si estuviese haciendo una gran actividad física… y sin embargo allí estaba, quieta en aquella vaina a la espera de la muerte.
Pero no podía dejar de pensar en Virya y su maravilloso cuerpo.
Aquel secreto la atraía y Maya se daba cuenta que no era simplemente curiosidad… había algo más que fijaba su mente a aquel recuerdo. ¿Era una obsesión? La palabra sonaba extraña, posiblemente era una de las nuevas palabras que había aprendido al estar cerca de Maya y Exedore. Esos dos siempre usaban palabras extrañas, con significados de lo más variados e inesperados..
Exedore sabía mucho, demasiado… y aun así Virya no quiso saber nada sobre su secreto por parte del Archivista. ¿Pero acaso no compartían ambos aquella “corrupción” que tanto los atormentaban? ¿Por que Virya no quería enseñarle a Exedore aquella cosa?
No, Virya había confiado solo en ella. Y ella se llevaría el secreto a la tumba.

Hacia calor allí dentro ¿O era su cuerpo el que estaba acalorado? Maya sentia las gotas de sudor resbalando por su frente. La respiración seguía siendo irregular y los latidos de su corazón era perfectamente audibles en el silencio que la rodeaba. ¿Había entrado en aquel estado solamente con rememorar aquella experiencia de ver desnuda a su mentora?
La guerrera deslizó su mano derecha por sobre su pecho, sintiendo el imperioso retumbar de aquel órgano desbocado y la fina partícula de sudor que cubría su piel. El contacto de su mano en aquella oscuridad la hizo sentir mejor, sentir su propio cuerpo disipó aquella sensación de ingravidez que la había perseguido desde que la puerta se cerrara sobre ella y las luces se extinguieran.
Deslizó la mano por su vientre hacia abajo, recordando aquello que había visto y que ahora parecía fascinarla tanto, como si no pudiera pensar en otra cosa más que en eso.
Sintió la humedad entre sus piernas y su mano se detuvo. Algo estaba pasando con su cuerpo, sus músculos estaban tensos, expectantes. Una sensación nueva comenzó a subir desde sus piernas hasta su pecho, similar a lo que había experimentado durante el momento más álgido de su batalla contra las demás guerreras Meltran, pero aquello era diferente, era más… era tan… Maya no conocía la palabra. No podía expresar con el lenguaje lo que sentía en aquel momento.
Movió sus dedos y su cuerpo reaccionó enviando una descarga de energía a lo largo de todo su sistema nervioso. La joven guerrera sintió que su espalda se arqueaba en un espasmo indescriptible, una multitud de sensaciones paralizantes que casi la hicieron perder la consciencia.
Maya no podía conocer lo que estaba sucediendo.
Pero su cuerpo si lo sabia.
Un pequeño gemido escapó de sus labios mientras sentía que su cuerpo se derretia alrededor de aquella sensación de éxtasis indescriptible. Los pensamientos y la consciencia abandonaron su cabeza hacia un punto más allá de todo lo conocido.
Maya estaba tan sumida en aquel trance que no se dió cuenta cuando su corazón dejó de palpitar en su pecho.



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En el texto hay: drama, mechas, macross

Editado: 01.03.2021

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