Chatarra

113

Al fin y al cabo no eran tan diferentes de los Zentradis. ¿No? incluso sangraban de la misma forma.
El brazo del Rau trazó un arco completo por todo el puente de mando, descargando una lluvia de disparos desde aquel mortífero cañón de tres barriles sobre todos los enemigos que se encontraban atónitos frente a la repentina aparición de la armadura roja de Virya.
Todo duró menos de diez segundos, al cabo de los cuales no quedaba nada vivo en aquel lugar, salvo la Meltran y sus pensamientos.
—Siguiente. —pensó.
La armadura levantó los brazos y disparó sobre un punto donde las pantallas holográficas mostraban el desarrollo de la batalla en un idioma extraño. Virya no les presto más atención que a los cadáveres destrozados que habían quedado desparramados por el piso. ¿Cuantas naves llevaba inutilizadas de aquella forma? ¿Veinte? ¿O eran más?
Salió al espacio en medio de la explosión y sin perder más tiempo se dirigió a la siguiente fragata del Ejército de Supervisión.
Estaban siendo masacrados sistemáticamente. Virya había perdido todas sus naves con capacidad de fuego directo y artillería y solo tenía a su disposición naves de ataque y armaduras de batalla, lo que la obligó a cambiar de táctica para demorar lo más posible aquella terrible derrota.
Comenzó a atacar las naves enemigas desde dentro, infiltrándose en sus hangares, acribillando a todo lo que se ponía a su paso hasta alcanzar el puente de mando, el reactor o la primera parte vital de aquellas naves que encontrara primero. 
Debía neutralizar aquellas naves, transformarlas en obstáculos para el resto de la flota enemiga que empujaba desde atrás, era la única forma de mantenerlos alejados del Núcleo y la base del planetoide donde se encontraba Breka-Nel.
El Comandante de aquella base aún resistía, había movido la enorme roca donde se encontraba el centro de mando para utilizarla como un escudo a fin de proteger al núcleo de los terribles cañones de energía enemigos.
Pero todo era cuestión de tiempo. Sin forma de contraatacar, completamente rodeados por todas partes, estaba retrasando lo inevitable.
Aun así Virya sabía que era lo que tenían que hacer, luchar hasta el final, hasta el último Zentradi.
Un grupo de armaduras enemigas se lanzó sobre ella mientras un enjambre de misiles venía en la dirección contraria. Virya cargó contra las armaduras mientras esquivaba los disparos casi a quemarropa. Una rápida ojeada a los indicadores de su armadura confirmaron lo que la guerrera ya sabía de antemano: su reactor estaba alcanzado los límites de operatividad, la lucha se había prolongado demasiado tiempo.
Los Queadluun Rau eran máquinas excepcionales de probadas capacidades y resistencias, pero tenían un límite de uso y Virya se estaba aproximando al mismo rápidamente. La guerrera chasqueó la lengua y apartó la vista de los indicadores.
Cuando los misiles cayeron sobre ella ya no quedaban enemigos vivos en el área. La mayoría de las explosiones se dieron cuando las decenas de cabezas de combate colisionaron contra la nube de desperdicios que minutos antes fueran unidades de élite del Ejército de Supervisión. Virya se zambulló entre las fuerzas enemigas y escogió otro crucero como víctima de su ataque de infiltración.
—Uno más, solo uno más. —se dijo mientras apretaba los puños.
Se había propuesto a causar todo el daño posible, a matar a la mayor cantidad posible de enemigos antes que el tiempo se acabase y sus fuerzas fueran completamente masacradas. Lo que viniese después… ¿Acaso tenía sentido en pensar en lo que vendría? Solo el presente era importante, todo lo demás podía esperar. 

Entró a máxima velocidad al hangar de aquella nave y de inmediato descargó una lluvia de disparos a las filas de armaduras que se preparaban para salir a la batalla. Las explosiones se sucedieron en cadena y pronto el hangar quedó envuelto en un bola de fuego, pero Virya ya no estaba ahí para contemplar su macabra obra de destrucción. 
Avanzó a toda velocidad por los pasillos de la nave enemiga, arrollando a su paso a cualquier desgraciado que tuviera la mala suerte de cruzarse en el camino. Al principio había costado orientarse en aquellas naves, tan distintas a los cruceros Zentran o Meltran, pero al igual que pasaba con las naves de su propia gente, una vez que conocía una por dentro, se conocían todas. Virya continuó su carrera de destrucción hasta el puente de mando donde repitió la misma tarea una y otra vez.
—¡Mueran! —gritó mientras sus armas destrozaban los cuerpos de los sorprendidos oficiales y soldados, que obedecieron prontamente a la orden de aquella máquina de sangre y muerte.
La guerrera bajó los brazos y observó la escena de muerte casi con desdén.
—Siguiente. —pensó
Fué una fracción de segundo, apenas tuvo el tiempo necesario para comprender lo que estaba sucediendo. De pronto el puente de mando pareció doblarse sobre si mismo, como si la superestructura de metal se hubiese convertido en algo elástico, vivo.
—¡Debura! —gritó en cuanto el piso estalló bajo ella.
La nave había sido alcanzada por varias descargas de artillería mientras Virya continuaba dentro.


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—¿Seguro que es por aquí? —preguntó Maya por cuarta o quinta vez mientras el haz de luz que se proyectaba desde su casco alumbraba una pila diferente de escombros frente a ellos.
El Archivista había permanecido inmóvil desde que la joven Meltran lo arrastrara fuera de la cámara del núcleo. Solo contestaba sí o no pero no parecía estar muy comunicativo, cosa bastante extraña en su persona.
—Siga adelante. —respondió el Zentran sin abrir los ojos. Maya estaba preocupada por Exedore ¿Estaría herido? ¿Fue realmente una buena idea traerlo con ella? Para la primera pregunta no tenía respuesta, más sobre la segunda no tenía dudas; Exedore era parte de su escuadrón y ella jamas abandonaria a uno de los suyos a una muerte segura.
Pero aun así algo había cambiado entre ellos dos. La experiencia dentro de aquellas cápsulas había creado un nuevo vínculo entre ellos, algo que era tan difícil de explicar como de entender. ¿Era la clase de vínculo que un Comandante y su Archivista desarrollaban con el paso del tiempo? ¿O había algo más?
El túnel daba vueltas y más vueltas y parecía introducirse en las profundidades de aquella estructura en donde ahora descansaba el dañado núcleo de la nueva flota, de pronto tras una nueva vuelta del camino, una luz apareció al final del túnel.
—¿Será…? —preguntó Maya conteniendo la respiración.
La pareja salió a un espacio cerrado, una especie de caverna a medio construir cruzada aquí y allá por enormes cables de acero, como si las paredes hubiesen sido ancladas al Núcleo por la fuerza. 
—¡Allí! —exclamó la guerrera señalando un punto oscuro en uno de los rincones.
Al parecer Breka-Nel había movido todo el hangar donde Virya y su escuadrón habían desembarcado para fusionarlo de alguna manera con la estructura del núcleo. Como había transferido la armadura de la guerrera desde ahí hasta la cámara central era un misterio, pero era evidente que no se preocupó en absoluto por el Queadluun Rau de Maya.
La armadura estaba tirada en parte de atrás de la caverna y el transporte que había llevado a Exedore hasta allí estaba volcado a un lado de la misma, parcialmente aplastado por unas rocas que habían caído sobre la proa.
—Debura! —maldijo la joven asomando la cabeza. 
Descubrieron que allí no había gravedad y al salir del túnel comenzaron a flotar libremente en dirección de la armadura. Maya tomó con fuerza al Zentran entre sus brazos y usando uno de los cables tensores como punto de apoyo se impulsó con fuerza hacia el fondo de la caverna.
Un fuerte temblor sacudió la estructuras y los cables parecieron moverse como serpientes preparándose para atacar. Una enorme cantidad de desechos comenzó a flotar provenientes de las paredes y techos, perturbados por las enormes explosiones que ocurrian allá afuera, en medio de la terrible batalla.
—Tenemos que salir de aquí lo más pronto posible. —dijo Maya girando su cuerpo de forma que sus piernas apuntaran hacia delante.
Con gracia felina detuvo su caída libre contra la cabina de su Rau y abrió la entrada de la cabina.
El Queadluun tenía un par de abolladuras, pero estaba intacto. Tras una rápida revisión Maya entró al interior de la armadura mientras Exedore permanecía flotando cabeza abajo fuera de la misma. La sensación de comodidad al deslizar sus piernas por el recubrimiento interno del Rau hicieron que la joven se relajara un poco, pero solo un poco. Los sonidos de la batalla y las vibraciones que llegaban hasta aquel reducto oculto en el interior del núcleo eran un recordatorio del terrible peligro que los rodeaba.
Los sistemas del Queadluun cobraron vida al reconocer a su piloto y el reactor se encendió de inmediato.
—Todos los sistemas parecen bien. —dijo la joven mientras sus ojos recorrían fugazmente todos los indicadores de estado.
Exedore continuaba con los ojos cerrados, ajenos a los preparativos de la guerrera para entrar en la batalla.
—¿En serio piensa salir ahí afuera? —preguntó de repente el Archivista sin abrir los ojos. Maya dejó de hacer lo que estaba haciendo y miró con extrañeza al Zentran. —Por supuesto. —afirmó. —¿Acaso no es obvio? ¡Moriremos aquí dentro si no hacemos algo!
El Archivista abrió solo un ojo para mirar inquisitivamente a la guerrera. —¿Acaso ese no es un gesto egoísta de su parte?
—¿Egoísta? —Maya no comprendía. —¿A que se refiere? ¡Hay una batalla ahí afuera…!
Una batalla en la que usted no debería participar. —corrigió el Zentran.
La Meltran abrió la boca para responder pero pareció repensar momentáneamente lo que estaba a punto de decir. —Las órdenes. ¿Verdad? —dijo en cambio.
Exedore asintió.
—¿Es solo por eso? ¿Porque no soy yo quien puede decidir si la misión ha fracasado o no? —el rostro de la Meltran mostraba una creciente ira. —¿Verdad?
—En efecto.
—Pues ¡Debura! con ello. —exclamó a gritos la guerrera ante la mirada atónita del Archivista. —¿En serio quiere que permanezca quieta y sin hacer nada a esperar la muerte ahí dentro? —dijo señalando el oscuro túnel por donde habían venido.
—Eso no es de su incumbencia decidirlo. —Exedore movió la cabeza de lado a lado. —Pero no lo decía realmente por eso… Lo que usted realmente quiere es reunirse con esa guerrera Virya… la misión ha dejado de ser su prioridad ¿O me equivoco?
Maya ya había escuchado suficiente. Con un rápido movimiento estiró el brazo derecho y sujetando la túnica del Archivista de la zona del cuello lo arrastró hacia el interior de la cabina de un tirón. —Se equivoca. —dijo mientras chocaban frente a frente. —Usted… se equivoca. —repitió sin encontrar las palabras adecuadas para expresar la frustración que sentía.
Exedore no respondió. La violencia de Maya lo había devuelto al mutismo previo y solo los bultos de su cabeza se movían a un ritmo constante.
La Meltran dió un grito de rabia y lanzó al pequeño Zentran por detrás de su hombro. —Quedese ahi atras y no interfiera con la batalla. —dijo mientras con la otra mano cerraba la cabina.
Exedore quedó pegado al fondo de la cabina justo por detrás de la guerrera. El espacio era pequeño pero la delgadez de Maya sumado al pequeño tamaño del Archivista significaba que los dos podían compartir aquel espacio sin estorbarse mutuamente.
La cabina se cerró sobre ellos y la oscuridad los envolvió. Maya sintió aquella familiar sensación de seguridad y confort ¿Pero que estaría sintiendo ahora Exedore? La Meltran sentía el contacto del pequeño Archivista contra su espalda, pero su contacto no le resultaba extraño ¿Cuál sería la razón de aquello?
Las pantallas frente a ellas se encendieron y el espacio donde aquellos dos personajes tan desiguales se encontraban apretados uno contra el otro quedó iluminado con las luces rojas de la poderosa máquina de combate. Maya aspiró profundamente y movió las piernas.
—¡Adelante! —exclamó.
Los escombros más pequeños que habían caído alrededor de la armaduras salieron despedidos hacia todas direcciones en cuanto las dos poderosas toberas cobraron vida y escupieron llamaras verdes a toda potencia. El robot se elevó por sobre los desechos y se detuvo a medio centenar de metros por encima del piso de aquel hangar.
Maya giró la cabeza en ambas direcciones tratando de encontrar una salida. Todo el recinto estaba cerrado por aquel material similar a una roca porosa que crecía como algo vivo (y seguramente lo estaba) por todos lados. La única salida que veía era el túnel por el que habían llegado.
—Debura! —exclamó sin saber que hacer —¿Dónde está la salida?
—No la hay. —respondió el Archivista desde su incómoda posición tras la guerrera. —Se supone que no debe existir una salida aquí.
La Meltran apretó los puños sobre los controles de su armadura. —Entonces tendré que fabricarla yo misma. —dijo desplegando las armas.
Todas las paredes parecían igual de firmes ¿Debería empezar a disparar en cualquier sitio? ¿Y si provocaba una explosión en cadena? Tenía que arriesgarse o…
—Allí. —dijo de pronto Exedore extendiendo su huesuda mano hacia un punto más allá de las pantallas de monitoreo. —Destruya esa pared.
—¿Seguro? —preguntó la Meltran colocando el puño derecho en posición de disparo. El sector de pared que señalaba Exedore se veía tan sólido y fuerte como el resto de la caverna.
—No. —respondió el Zentran. —No estoy seguro, pero soy un Archivista y un Consejero. Si no acepta mis consejos entonces poco valor tengo para usted.
Maya suspiró y afirmó el brazo en los controles. —Tiene razón. —dijo la joven con una sonrisa. —Usted haga lo suyo y yo haré lo mío. —respondió mientras presionaba el gatillo.
Un resplandor enceguecedor iluminó la oscura caverna seguida de una terrible explosión. De pronto el caos estalló alrededor del Queadluun y el campo de batalla los rodeó por completo.



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En el texto hay: drama, mechas, macross

Editado: 01.03.2021

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