La pequeña polilla golpeaba tenazmente sus alas contra el cristal del farol tratando inútilmente de alcanzar el orbe luminoso que se hallaba más allá de aquella barrera invisible. Rebecca sintió pena por el pobre bicho, si al menos fueran los faroles de la vieja Tierra, aquella polilla se consumiría pronto con el calor incandescente de aquello que deseaba, mas aqui en la Rainbow, todas las luces eran frías y eficientes, aquel insecto podía seguir golpeándose la cabeza contra ese cristal por los siglos de los siglos.
—¿Sucede algo Rebecca? —preguntó el operario mientras se quitaba el sudor de la frente con la manga de su traje.
La mujer suspiró y se reclinó contra una de las barandillas mientras sostenía la pistola firmemente con las dos manos. —No pasa nada Dan. —respondió en un tono tranquilizador. —Es solo que me sorprendió ver una de estas a esta altura en La Torre.
El hombre apoyó contra la pared la enorme herramienta que hasta hace unos momentos había estado utilizando y observó el revolotear del pequeño insecto mientras su respiración agitada se normalizaba tras el esfuerzo. —Debe haberlo arrastrado una corriente de aire desde la plaza central. —dijo tras una breve pausa. —Los únicos habitantes originales de la Rainbow que quedan me imagino.
Rebecca se cruzó de brazos mientras no dejaba de seguir con la vista al animalito. —Aunque no lo creas hay más de veinte especies de organismos multicelulares que viven en esta nave desde que fué comisionada. —La mujer tenía un tono de voz cansado. —Ralph introdujo tres nuevas polizones con sus plantas ornamentales, pero están confinadas a su cubierta privada.
El hombre volvió a tomar la herramienta y golpeó con ella una de las enormes tuercas de la tubería que serpenteaba alrededor de la escalera. —Nunca me hubiese imaginado que había tantas especies en una nave espacial. —dijo. —¿Se han adaptado a vivir de la chatarra?
—Te sorprenderia lo adaptable y testaruda que es la vida, Dan. —explicó la mujer asintiendo con la cabeza. —Casi todas vienen de la flota 37,solo un par han llegado en los últimos años junto con alguna visita o de polizontes en algún container de la Río Grande.
El pensar en la nave de carga hizo que el rostro de la mujer volviera a lucir preocupado. Dan observó el gesto y sacudió la cabeza. —No te preocupes Rebbie… estoy seguro que Gray y Mike están bien… ya lo veras.
La mujer desvió la vista de la lámpara y trató de penetrar la oscuridad que reinaba en los pisos inferiores de la enorme escalera. —Debe haber sido un duro golpe para el viejo piloto. —aseguró. —Que hayan usado su nave para invadir la Colonia… espero que no se haya resistido. Gray es de los que mantienen la cabeza fría en cualquier situación pero si maltrataron a su copiloto o a su nave…
—Todavía no puedo creerlo. —exclamó el hombre volviendo al trabajo. —Aun habiendo visto a esos hijos de puta disparar contra nosotros… me cuesta creer que esto esté sucediendo. Unity debió haber previsto que esto podía llegar a pasar…
Rebecca volvió la vista y clavó sus oscuros ojos en el hombre. —Sabes perfectamente que Unity tiene las manos atadas con respecto a la seguridad. —dijo con un tono de frustración en la voz. —Era tener una guarnición de militares en la Colonia o nada…
—Y todos votamos por no tenerla, es cierto. —reconoció el hombre. —Pero pensabamos que la distancia nos protegeria, que ningún pirata, por osado que fuera se atrevería a viajar hasta los confines de la Galaxia para molestarse en unos simples chatarreros…
El hombre suspiró y tiró con todas sus fuerzas de la enorme llave de tuercas. Los grandes músculos de sus gruesos brazos se tensaron a medida que la herramienta giraba lentamente. —evidentemente nos equivocamos. —dijo agotado por el esfuerzo.
—No te culpes. —dijo Rebecca suspirando. —A nadie le gustaba la idea de tener a un puñado de borrachos con armas en la Colonia. La decisión de la gente fue acertada.
Dan se sacudió el polvillo de óxido que había caído sobre su traje de mantenimiento y se puso de pie. —Listo, hagamos el siguiente. —dijo.
El hombre comenzó a subir los peldaños de metal mientras la mujer se rezagó un poco sin quitar la vista de los pisos inferiores. Sostenía el arma firmemente en ambas manos a la vez que agudizaba el oído alerta, pero ningún sonido parecía venir de abajo. Al cabo de unos momentos volvió la mirada y comenzó a ascender tras el operario.
—¿Que rayos estaran buscando estos tipos en la Colonia? —gruño Dan mientras subía los escalones con grandes zancadas. —No tenemos nada de valor que valga la pena saquear… al menos nada que justifique un viaje tan largo… ¿De donde crees que vienen esos malditos?
Rebecca se detuvo y miró hacia arriba. —Me temo que lo que quieren es toda la nave. —dijo convencida. —Las Three Star son naves especializadas únicas en su clase en todo el Consorcio Macross..
—Dan también se detuvo y volvió la vista hacia la mujer morena. —Eso ya lo se Rebbie, pero aun asi no tiene sentido… estas naves son un conglomerado de factorías que trabajan en paralelo con todo el sistema de logística interconectado, eso es lo que la hacen tan especial…
—Si, pero hay algo que esta nave tiene y no es tan común en otras naves de su clase..
—El Reactor. —dijo Dan volviendo la cabeza. —Claro.
Ambos reanudaron la ascension en silencio pero lo hacian con prisa, sabian que se estaban quedando sin tiempo. Tras subir unos cinco niveles mas se detuvieron en otro de los descansos para que el obrero examinara los caños que giraban alrededor de la escalera.
—Aun así. —comenzó a decir el hombre mientras examinaba las instalaciones con una pequeña linterna adosada a su casco. —Aún así la Rainbow es una presa demasiado grande para un grupo de piratas... si intentan moverla de aquí no será difícil para los militares buscarlos por toda la Galaxia…
—Además ni siquiera pueden moverla. —respondió Rebecca. —La Rainbow no puede hacer FOLD por sí misma, requiere el acople de una nave de soporte con los sistemas de navegación dimensional, algo que lamentablemente solo los militares podrían proporcionar…
—Hasta ahora.
La expresión de la mujer se volvió sombría. —¿A que te refieres?
—A los rumores. —Dan colocó aplicó unas gotas de lubricante en la base de una enorme tuerca e inmediatamente colocó la enorme llave de tuercas sobre la misma. —Es lo que se viene discutiendo en la red desde hace meses ¿No? Al finalizar el contrato de leasing Unity va a tener control total de la Rainbow, no solo para operarla sino también para moverla a donde se le cante.
—Unity jamas haria algo que esté en contra de la voluntad de los Colonos. —respondió la mujer mientras observaba al operario forcejear con ahínco. —Si alguien tiene derecho a elegir el futuro de esta nave… oh, estás jadeando como un perrito, dejame ayudarte. —dijo guardando la pistola mientras tomaba uno de los extremos de la herramienta. —Uno, dos y ¡Tres!
Ambos tiraron con fuerza y lentamente hicieron girar la obstinada tuerca. Al completar la quinta vuelta los dos se sentaron agotados en los escalones de metal.
—No hagas caso de esos rumores Dan. —dijo la mujer respirando agitadamente. —En estos momentos deberíamos estar todos juntos y en el mismo bando, hablar a espaldas de Amanda o de Unity no va a mejorar las cosas…
—Solo estoy preocupado por el futuro de la Colonia. —contestó el hombre encogiéndose de hombros. —Y el hermetismo con que los ejecutivos manejan estos asuntos no es algo que me haga sentir tranquilo.
—Unity es una Corporación y como tal tiene derecho a mantener cierta información de sus operaciones en forma confidencial, pero creo que estás siendo demasiado crítico con la empresa Dan, Unity comparte información institucional con los Colonos aún más asiduamente que la que comparte con sus propios accionistas. El contrato de operación y explotación de la Rainbow y El Campo ni siquiera es secreto, todos tienen acceso a el y es de público conocimiento.
—Solo el contrato que involucra a la parte civil. —argumentó el hombre. —¿Y qué hay de la parte del acuerdo con los militares.
—Buena suerte pidiendo a la NUNS que te muestre algo de eso. —contestó a carcajadas la mujer. —Creeme que si fuera por nuestra Empresa también tendrias acceso a ese documento…
Dan abrió los ojos sorprendido. —Tu… tu conoces ese contrato… ¿Verdad?
—Si. —respondió Rebecca. —Lo he leído.
Ambos guardaron silencio un momento y sin decir una palabra se levantaron para seguir ascendiendo. Dan subió otros cinco niveles y al llegar al mismo sitio pero casi veinticinco metros más arriba, volvió a inspeccionar las tuberías que descansaban sobre los soportes.
—¿Nos darán la autonomía? —preguntó el hombre mientras colocaba nuevamente la herramienta.
—Si. —respondió Rebecca. —Pero hay ciertas “condiciones” que tienen que cumplirse antes de que eso suceda.
El obrero asintió y giró la llave con fuerza. La tuerca gimió y un chirrido resonó en la escalera, como un grito sobrenatural de algún monstruo metálico.
Una rafaga de disparos fué la unica respuesta.
Dan se arrojó al piso y las balas impactaron contra las tuberías produciendo una intensa lluvia de chispas. Rebecca también saltó a un lado mientras se alejaba del barandal metálico, donde los haces de luz de unas linternas varios niveles por debajo de ellos se habían posado sobre ella.
—¡Rebecca! —gritó el hombre cubriéndose la cabeza con las manos. —¿Estas bien?
La mujer no respondió pero el hombre vió con horror como desenfundaba el arma y le quitaba el seguro.
—¿Estas loca? ¡Esos tipos tienen rifles de asalto! ¡Van a….!
—¡Cierra el pico Dan y sal de aquí ahora mismo! —gritó la mujer agachando nuevamente la cabeza ante una nueva ráfaga de disparos que impactó a un palmo sobre ellos. —¡Los detendré aquí mientras tú subes!
—Es.. ¡Es una locura! —gritó el hombre arrastrándose hasta la pared de metal.
—¡Hay que hacerlo ahora! —respondió la mujer a los gritos mientras se ponía en cuclillas. —En cuanto empiece a disparar sube lo más rápido que puedas!
—¡Pero…!
—¡Hazlo, mierda! —gritó Rebecca mientras metía el brazo entre las barras de la pasarela. Los disparos de la pistola sonaron como simple petardos a comparación del estruendo de las armas automáticas.
Dan se puso de pie y echó a correr escaleras arriba, pero antes lanzó la pesada herramienta por encima de la barandilla. Tras subir unos cuantos escalones escuchó un golpe y una maldición que venía de más abajo.
—Espero haberle roto la cabeza a alguien. —dijo.
Rebecca comenzó tambien a subir cada vez que las rafagas de disparos se detenian unos momentos. La estrechez de las escaleras y las vueltas que daba le permitían no dar un buen blanco a los hijos de puta que disparaban desde abajo, pero dado el retumbar de pasos y la proximidad de las voces, si no se daba prisa pronto le dispararian a quemarropa.
La mujer estaba casi sin aliento cuando llegó hasta la plataforma donde Dan se encontraba ya con medio cuerpo dentro de una escotilla llena de cables y tarjetas controladoras. Era una habitación circular de unos diez metros de diámetro en donde culminaban las escaleras. Habia dos salidas, una hacia el pasillo que llevaba a las oficinas de La Torre y otro que comunicaba con el ahora inutilizado ascensor. Dos enormes tuberías surgían de cada lado de la plataforma y convergian en el centro de la misma, donde una estación de monitoreo estaba montada en una especie de andamio de tubos y chapas de metal descolorido. No había nada tras lo que ocultarse y los piratas se estaban acercando.
—¡Dan! —gritó la mujer acercándose al obrero. —¡Tenemos que detenerlos AHORA!
—No hay tiempo. —gimió el hombre arrancando manojos de cables de cada uno de los gabinetes que conformaba aquella estación de monitoreo. —Necesito inutilizar todo el sistema informático o no podré activar la válvula manualmente!
La mujer se giró y echó un rápido vistazo a su alrededor, ahí no había nada que pudieran utilizar para… La vista se posó sobre un enorme rollo de cables que estaba sujeto al andamiaje de tuberías. —¡Eso es! —exclamó. —¡Ayudame Dan!
El hombre salió de la escotilla y se puso junto a Rebecca mientras la mujer señalaba el enorme rollo. —Tiremos eso por las escaleras. —dijo.
El hombre tomó un destornillador de uno de sus bolsillos y comenzó a quitar los tornillos que sujetaban las abrazaderas que mantenían la pesada pieza de equipo en su lugar. Tras un par de frenéticos minutos la abrazadera se soltó y el rollo quedó liberado del andamio.
A pesar de la fuerza combinada de Rebecca y del obrero apenas pudieron mover la enorme bobina unos pocos centímetros, más cuando comenzó a rodar lentamente solo tuvieron que guiarla hasta la boca de la escalera.
—¡Ya están aquí! —gritó la mujer agachando la cabeza en cuanto los haces de la linterna iluminaron las paredes. Dan se incorporó y corrió hasta la consola central, donde una enorme válvula se destacaba entre una docena de indicadores de presión y pantallas de monitoreo.
La enorme bobina cayó por el hueco de las escaleras y varios gritos se escucharon de inmediato. El ensordecedor golpeteo y de la pieza al caer rebotando casi llegó a apagar las maldiciones de los sorprendidos piratas.
Pero Rebecca sabía que no estaban aún a salvo, sin perder un segundo se asomó a la escalera y disparó su arma contra las formas que se movían a la tenue luz de las destrozadas lámparas. Vació el cargador por completo sin tomarse la molestia de apuntar.
No supo si llegó a darle a alguien, pronto los disparos llovieron sobre ella y tuvo que retroceder antes de que las balas la destrozaran por completo.
—¡Dan! —gritó. ¡Si vas a hacerlo que sea ahora!
Si el hombre la escuchó por sobre los estampidos de las armas de fuego, Rebecca no pudo asegurarlo. Creyó oír que Dan daba un grito y de repente toda la habitación se convirtió en un infierno de vapor y humo.
—¡Al suelo! —gritó Dan tomándola de la chaqueta y arrojándola con todas sus fuerzas al piso. El rápido movimiento del obrero la salvó de una muerte horrible, ya que en ese momento la válvula estalló y miles de esquirlas de metal salieron disparadas hacia la boca de la escalera.
Los gritos no eran humanos. Rebecca y Dan se taparon los oídos para no escucharlos.
El chorro de vapor hirviendo se desbordó por la escalera, quemando vivos a todos los desafortunados que estaban cerca de la entrada. Los que estaban unos niveles más abajo no corrieron mejor suerte, ya que lo siguiente que sucedió fue el colapso total de los dos enormes tubos de acero de casi dos metros de diámetro, que salieron disparados por la enorme presión del vapor que Dan había liberado del sistema de enfriamiento del reactor.
Cientos de toneladas de metal se desplomaron por las escaleras, arrastrando consigo a los invasores que de pronto vieron como todo se venía abajo a su alrededor, en un efecto dominó que los anclajes sueltos que Dan había dejado en puntos estratégicos de la estructura ayudó a intensificar.
La Torre entera se sacudió y tembló en cuanto todo se vino abajo. Dan y Rebecca permanecieron abrazados y mudos de terror a la orilla de un humeante precipicio oscuro.
Pero los gritos ya no se oían.