Chatarra

121

—Mu-e-ve-....te!
El grito del gigante fué más fuerte que el chirrido del acero al moverse entre las enormes guías por donde la pesada compuerta se estaba levantando lentamente. Ralph se arrastró por la estrecha apertura y tras un último esfuerzo rodó a un lado mientras la hoja de acero caía con un estrépito cerrando de nuevo el acceso.
—Maldito... hijo….. de…. puta. —jadeó el gigante mientras permanecía recostado boca arriba en el pasillo.
Era la cuarta compuerta que cerraba delante de sus narices para cortarle el paso, a esas alturas era más que evidente que lo vigilaban de cerca y estaban tratando de encerrarlo en aquellos estrechos túneles de acceso.
Había dejado atrás a sus perseguidores, pero aquella ventaja era algo momentánea. Venían tras él casi tan seguro como que alguien lo estaba observando en aquel mismo instante.
Si, ahora podía escuchar los golpes en el metal unos centenares de metros más allá de la barrera de acero que había interpuesto entre él y sus perseguidores. 
Ralph se estaba quedando sin opciones.
Por delante se abría un enorme recinto que era en realidad espacio vacío destinado a colocar módulos de mantenimiento. La red de túneles que conectaban las diferentes cubiertas (Y que Ralph solía utilizar como medio exclusivo para moverse de un lado a otro sin aplastar a nadie) creaba una especie de red de subterráneos que el gigante conocía como la palma de su mano.
Trepó los últimos metros para salir del subterráneo y pronto se encontró en la enorme trinchera que unía los diferentes astilleros de construcción con el acceso al almacén central. La mayoría de las vías ferroviarias que se usaban para llevar materiales y componentes de un lado a otro de la enorme fábrica cruzaba esta zona por casi un centenar de puentes, mas ninguno de ellos estaba desplegado ahora y el enorme espacio vacío estaba cubierto por las tinieblas.
Ralph avanzó por el mismo en dirección a las enormes puertas que daban acceso a las Barracas. Como esperaba las gigantescas puertas estaban cerradas por lo que tuvo que golpear el sello de apertura manual y usar su terrible fuerza para separar las enormes hojas de acero de casi un metro de espesor.
En cuanto la abertura fué lo suficientemente amplia deslizó su cuerpo entre las hojas de metal y dejó que las puertas se cerraran a sus espaldas con un fuerte golpe.
El interior estaba completamente a oscuras. El gigante activó la linterna de su traje y examinó con atención la escena. Todo estaba exactamente tal y como lo había dejado hacía unas horas. Lo único inquietante era la luz roja que parpadeaba en el interior del ojo de cristal de aquel extraño drone colgado del techo.
El poderoso haz de luz de la linterna iluminó el fuselaje de la máquina y el metal brilló con un resplandor amarillo.
—¡Ralph!
El gigante se dió vuelta y dirigió la linterna hacia el fondo del dique, donde la plataforma donde trabajaban los obreros de tamaño “normal” se encontraba en su posición elevada. La puerta que daba al pasillo de acceso se había abierto y varias figuras habían entrado corriendo al recinto.
—¡Hal! ¡Nix! ¡Andy! —gritó el gigante de alegría mientras corría a grandes pasos hacia donde el grupo de obreros había aparecido. —¿Están bien?
—De casualidad. —exclamó el joven operario de la grúa mientras se colocaba su casco de seguridad. —Es un infierno allá afuera.
Nix cerró la compuerta de salida y colocó una barra de metal para trabar el mecanismo de apertura mientras Hal buscaba algo frenéticamente en los casilleros donde los obreros guardaban sus pertenencias.
—¿Son piratas? —preguntó el gigante acercando su enorme rostro a la barandilla —Esos hijos de puta dispararon contra el personal de rescate. 
—Eso parece. —Nix llegó corriendo junto a Ralph. —Han invadido todo el hangar principal y han tomado la plaza central, tuvimos que escapar por el Interior en cuanto vimos que venían por nosotros.
—¿Lograron evacuar a todos…? ¿Pudieron comunicarse con Amanda?
Los tres hombres se miraron entre ellos. —No Ralph —dijo Hal depositando un bolso vacío sobre la mesa. —Las comunicaciones están cortadas por completo, han tomado el control de toda la red informática de la Rainbow.
El gigante golpeó con violencia el muro de metal. —¡Maldición! —gritó frustrado.  
—Es muy probable que La Torre haya caído ya en su poder. —dijo Andy señalando la puerta de entrada. —Y si tienen a Amanda….
—Si tienen a Amanda ya nos lo hubieran hecha saber. —contestó Nix sacudiendo la cabeza. —Saben que es la cabeza de la Rainbow.
Los hombres volvieron a intercambiar miradas desconsoladas mientras Ralph se rascaba la cabeza. —En fin. —exclamó el gigante. —Tengan o no a Manada eso no cambia nuestra posición… bah, al menos la mía, esos hijos de puta quieren matarme sin miramientos.
Hal arrojó varios paquetes en el bolso y se volvió hacia el gigante. —¿Que vas a hacer entonces? 
—Aplastarlos como moscas sería lo ideal. —contestó el enorme obrero encogiéndose de hombros. —Lamentablemente esos Zentradi  que están cazandome no me lo van a poner fácil, necesito algún tipo de arma…
Andy se adelantó hacia la barandilla. —Lo más parecido a un arma que tienes es la lanza cortadora de plasma. —dijo señalando hacia el techo.
—Demasiado grande para usarla dentro de la Rainbow. —dijo pensativo el gigante. —Lo que necesito ahora es protección, tal vez deba salir al espacio…. ¿Andy?
—Entendido. —respondió el joven operario. —Llevame.
Ralph extendió la mano para que Andy se sujetará a sus dedos y con cuidado lo llevó hasta el otro lado del dique junto a la plataforma que se extendía bajo la casilla donde se encontraban los controles de la enorme grúa.
—Voy a necesitar el traje reforzado. —dijo. 
—De acuerdo, aunque dudo que pueda darte mucha protección ante armas automáticas…
—Mejor eso que nada. —exclamó Ralph retirando la mano en cuanto el operario saltó de entre sus dedos. —Aunque supongo que será mejor que me oculte un tiempo antes de hacer nada.
Las luces de la cabina de mando se encendieron y Andy comenzó a operar las enormes máquinas con rapidez. Una compuerta se abrió en el techo del dique y tras unos segundos un enorme traje pintado de amarillo comenzó a descender suspendido del brazo mecánico de una grúa.
Mientras tanto Ralph se acercó a los enormes nichos de las paredes y comenzó a repasar sus herramientas. La mayoría eran versiones gigantes de las que los obreros de tamaño normal usaban en sus trabajos diarios; pinzas, martillos, tenazas y cables de acero. El gigante no tenía muchas opciones para improvisar un arma pero se decidió por la opción más adecuada. Una hachuela de acero con una hoja del tamaño de un autobús en un extremo y una punta en forma de pirámide en la otra. Eran herramientas simples pero efectivas para lidiar con los enormes cascos de metal que flotaban ahí afuera, donde a veces era necesario hacer agujeros rápidamente para anclajes improvisados y arrastrar pesadas piezas de un sitio a otro.
Ralph blandió la herramienta y su oído aumentado captó la maldición que provino de la cabina donde Andy operaba la grúa.
—¿Pero que mierda…?
El gigante se volteó y se quedó paralizado al ver lo que sucedía. —¿Que sucede Andy…? ¿Porque estas subiendo el traje….?
—¡No soy yo! —exclamó el operario asomando la cabeza por una de las ventanas de la cabina. —¡La máquina se está operando sola!
—¿Que carajos…?
El brazo de la grúa comenzó a plegarse mientras el pesado traje volvía a ascender por el agujero del techo. Los gritos de Hal y Nix por sobre el retumbar de los motores acelerados hicieron que el gigante reaccionara.
—¡Ralph! —gritaba Hal agitando los brazos. —¡Los sistemas de las barracas están comprometidos! ¡NO TENEMOS CONTROL!
—¡Hijos de puta! —gritó Ralph volviéndose hacia la maquinaria. —¿Donde…?
En ese momento unos pesados golpes resonaron en las gigantescas puertas metálicas y los motores que movían las enormes bisagras de apertura se pusieron en marcha.
—¡Los Zentradi! —exclamó Andy poniéndose pálido. —¡Ya están aquí!
Ralph apretó el mango del hacha casi tan fuerte como sus dientes. —¡Maldición! —gritó. —¿Cual es la línea de datos? ¡Hal!.
—Tubería verde, cuarto nivel. —gritó el obrero tapándose los oídos ante los atronadores estrépitos del metal golpeando con el metal.
El gigante dió un salto hacia la pared que tenía enfrente y blandió el hacha con una fuerza monstruosa, golpeando de lleno el manojo de cables y tuberías que Hal había señalado. Hubo una explosión de chispas y de pronto todo el enorme dique quedó a oscuras. Todos los motores se habían detenido simultáneamente y el silencio se hizo de pronto.
Tras unos pocos segundos que parecieron durar eternamente, las luces rojas del sistema de emergencia iluminaron las Barracas. 
—¿Estamos en control? —gritó el gigante mientras arrancaba el hacha de entre los restos quemados de las conexiones que su terrible golpe había cortado (y hundido profundamente) en la pared de metal.
Hal y Nix corrieron hacia las terminales de datos que se encontraban en la cubierta de mantenimiento. Las luces azuladas de las pantallas iluminaron los rostros de los obreros como si fueran espectros demacrados. 
—¿Y..?
—Estamos con soporte autónomo. —exclamó Hal gesticulando. —La conexión con la red central está totalmente cortada.
—¡Andy!
—¡Va! —contestó el joven levantando el pulgar.
Las luces rojas parpadearon en cuanto los enormes motores de la grúa volvieron a ponerse en funcionamiento. El traje reanudó su descenso lentamente mientras los golpes en las puertas aumentaban en intensidad.



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En el texto hay: drama, mechas, macross

Editado: 01.03.2021

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