Los guardias saludaron al jefe de los piratas en cuanto este atravesó la puerta vidriada de la escuela. Quien lo había acompañado hasta la entrada estaba sentado sobre uno de los pupitres volcados en frente al edificio mientras fumaba un cigarrillo y al ver salir a su jefe arrojó lo que quedaba del mismo con un gesto de hastío mientras se ponía de pie.
—¿Novedades…?
—Zack está muerto.
El hombre se rascó la barbilla pensativo. —¿Puedo quedarme con sus cosas?
—Si. —respondió el otro. —Pero primero reúne a los Comandantes de cada escuadrón en la plaza, tenemos algo que discutir.
—De acuerdo… ¿Y Otako?
El jefe se detuvo y giró la cabeza en dirección a las oscuras ventanas del primer piso. —Otako va a estar indispuesto por un tiempo. —Dijo. —En todo caso creo que encontramos un reemplazante por el momento.
El otro hombre hizo un gesto de sorpresa. —¿Un reemplazo?
—Te lo explicaré luego, ahora ve a hacer lo que te dije.
Greg dio por finalizada la discusión y se alejó silbando por entre los senderos del parque. La mayoría de los colonos que estaban reunidos allí no hacían nada por disimular las miradas de odio que le arrojaban mientras caminaba entre ellos.
El hombre no les prestó más atención que a los faroles o a los raquíticos árboles grises. Tras dar una vuelta y corroborar que todos los hombres que hacían guardia estaban en sus puestos y debidamente alertas cambió la dirección de sus pasos y se encaminó hacia el edificio que estaba bajo las enormes ventanas atmosféricas.
Las cosas… las cosas no estaban saliendo tan bien como las había planeado.
No era fácil comandar una organización como aquella, donde los hombres eran más propensos a seguir a caudillos que a un buen comandante… no obstante y teniendo en cuenta el material humano (y Zentradi) del que disponía, habian logrado algo verdaderamente notable.
Apoderarse de la Colonia Rainbow había sido el paso decisivo en la operación,pero ni por asomo era el único momento crítico de aquel plan que la mayoría de sus hombres calificaba de una locura total.
Si no fuera por Trinity jamás hubiera logrado convencerlos.
El edificio al que se dirigía era el salón de actos de la escuela de la colonia. Como con todos los demás edificios del sector civil de la Rainbow sus hombres ya lo habían peinado minuciosamente en busca de habitantes que pudieran haberse ocultado dentro.
Una pareja de guardias holgazaneaba en la puerta de entrada. El hombre vió claramente la nube de humo de un cigarrillo mucho antes de reconocer las caras de los hombres que rápidamente se pusieron en posición de firmes al reconocer quien se acercaba.
—¿Hay alguien adentro? —preguntó deteniéndose en la entrada.
—No señor. —contestó el que había estado fumando.
Greg asintió complacido. —Bien, necesito hacer algo en el interior de este edificio, no dejen que nadie me interrumpa por veinte minutos. ¿Quedó claro?
—Si señor. —respondieron ambos hombres.
El jefe hizo un gesto con la mano y entró al salón de actos empujando la pesada puerta doble.
El interior estaba oscuro y no muy alborotado. Sus hombres habían causado un poco de desorden mientras buscaban tras las sillas y mesas apiladas en los rincones, pero en general todo estaba más o menos intacto. Vió el piano vertical al fondo del escenario y se dirigió curioso a ver que se trataba.
El instrumento parecía estar rodeado por una especie de resplandor azulado y el pirata supo al instante el porqué. Varias pantallas de computadora estaban encendidas a ambos lados del instrumento y daban aquel tinte eléctrico a las débil penumbra que entraba por las pequeñas ventanas altas del salon.
Si hubiera habido un pianista en ese momento tocando Greg no lo hubiese visto debido a la posición del instrumento con respecto a la habitación. Al parecer el pianista no quería que lo vieran cuando practicaba en aquel lugar.
—Matt. —se dijo el hombre en voz alta. Aquel era el hombre de ese muchacho.
El nombre se le vino a la cabeza y de inmediato recordó lo que había sucedido en el hangar principal.
Como parte de toda la inteligencia que habían preparado antes del golpe Greg había memorizado el nombre y ocupación de muchos de los habitantes de la Colonia. Dado que aquel joven era el único músico de la Rainbow su nombre de alguna manera había quedado en su memoria por ese simple motivo.
¿Que hacia ese pendejo con un EX-Gear de clase militar? Su instinto lo había considerado una amenaza inmediata y no dudó un segundo en despachar a sus drones asesinos en su persecución ¿Pero acaso estaría armado? Más parecía un niño asustado con las ropas de su padre descubierto in-fraganti mientras jugaba a ser como sus mayores…
No, su accionar había sido correcto No quería a nadie con hardware de tipo militar dando vueltas dentro de su nave. Además seguramente ya era tarde para retractarse, aquel mocoso y la joven inspectora hace rato que debían estar muertos en pedazos.
El pirata caminó alrededor del piano mientras miraba con curiosidad los cables y aparatos de uso desconocido que estaban desparramados sin un orden aparente alrededor. Era una escenografía muy extraña realmente; tanta tecnología rodeando un puto piano de escuela.
—Supongo que sabes para lo que sirve todo esto… ¿No Red?
Red apareció repentinamente y en silencio sentada en el taburete del piano. Fué tan repentina su materialización que parecía que siempre hubiese estado ahí.
—Si. —respondió simplemente.
Greg sacudió la cabeza decepcionado. —Haz perdido la oportunidad de hacer una de esas preguntas del tipo “¿Cómo sabía que estaba aquí?” o similar... ¿Es que Otako no te programó siquiera un poco de dramatismo en esa base de datos tuya? Aunque… —y dicho eso el pirata se reclinó sobre una de las mesas circundantes. —Eso de aparecer sentada frente al piano ha sido una muy buena entrada.
—Si. —respondió el holograma sin cambiar de actitud o siquiera la expresión del rostro.
El pirata suspiró. —Tendré que decirle a Otako que trabaje más en tus habilidades de interacción social Red. —dijo desanimado. —Bien, vayamos al grano ¿Sabes por qué estoy aquí hablando contigo?
—No.
—Menos mal. —contestó el hombre cruzándose de brazos. —Me hubiesen dado un poco de escalofríos si tu respuesta era «si»… bien verás… quiero saber algo simple acerca de ti.
Red giró levemente el rostro en dirección al pirata. Al parecer ella tambien sentia curiosidad y podía manifestarlo. Aquello no pasó desapercibido para Greg.
—¿Estas de nuestro lado? —preguntó.
—Si.
El pirata solo se limitó a mirar fijamente los ojos amarillos de la mujer que aparecía representada sentada frente al piano vertical. —Voy a necesitar una respuesta un poco más elaborada me temo. —agregó sin cambiar el tono de voz.
—Sirvo a quien llamas Otako. —contestó Red. —Y dado que Otako está bajo sus órdenes, por consiguiente yo también lo estoy.
La respuesta no pareció complacer por completo al pirata, pero tras unos momentos de silencio pareció tomar una decisión sobre el asunto. —Bueno… tendrá que bastar con eso. —dijo. —Al menos comprendes algo básico como una cadena de mando…. a ver, otra pregunta: ¿Puedes mentir?
—Si.
Greg hizo una mueca de desagrado. —Supongo que eso… está bien…. aunque esperaba que una de esas paradojas lógicas hiciera que te saltaran las chispas holográficas… no creo que sea necesario aclararlo pero NUNCA me mientas. ¿Está claro?
—Si.
—Asi me gusta… y para finalizar mi querida Red… ¿Qué harías tú si mato a Otako?
El holograma volvió a girar la cabeza en la dirección opuesta. —No haría nada. —respondió.
El pirata se rascó la barbilla pensativo. —Así que nada ¿Eh?
—Si a quien tu llamas Otako cesara de existir mis servicios pasarían a estar a disposición de quien heredara las posesiones de su persona. —respondió Red.
—Osea yo. —aseguró el hombre….—Oh, en realidad no soy el tutor del pobre muchacho… simplemente me considero algo así como la figura paterna que nunca tuvo.
—Los padres a veces golpean a sus hijos. —dijo el holograma mirando fijamente el rostro del pirata.
—Por su propio bien claro. —Greg se incorporó y caminó lentamente alrededor del piano mientras daba golpecitos en la madera de imitación. —Yo no puedo tener hijos propios gracias a que mis testículos quedaron irradiados fatalmente cuando era pequeño. —dijo deteniéndose a observar los enormes paneles que colgaban del techo. —Así que se podría decir que «adopté» a Otako para paliar esa necesidad de paternidad que los seres humanos sentimos en algún momento… ¿No lo crees así?
—No.
Greg se rascó la cabeza. —Vaya… tu honestidad es demasiado brutal Red. —dijo el pirata. —En realidad necesitaba a alguien con sus capacidades por supuesto.. y creeme que a él le vino muy bien que mis muchachos y yo lo rescatasemos de esa vida de Hikikomori (1) que llevaba en la colonia de donde lo sacamos.
Red se giró sobre el taburete y quedó sentada justo frente al piano. Sus manos se levantaron y los finos dedos quedaron apoyados sobre las blancas teclas. —Parece ser una de esas historias tristes. —dijo.
El pirata se apoyó en la caja del piano y observó con curiosidad aquella escena. —¿Sabes tocar? —preguntó.
Como única respuesta Red presionó una tecla y su dedo atravesó la superficie blanca de la misma. Una solitaria nota sonó en el recinto, pero Greg sabía que aquel acorde venía de los parlantes del techo y no del instrumento. —Me gustaría que Otako tuviera un poco más de interacción social con la gente que lo rodea. —dijo suspirando. —Eso de masturbarse con hologramas y dibujitos no es bueno… pero lamentablemente el chico no se interesa por las mujeres de carne y hueso… y eso que lo he llevado varias veces de putas pero…. en fin. —el hombre se enderezó y se acercó al holograma. —Red.
—¿Si?
—Si alguna vez Otako trata de tener sexo contigo o alguna cosa similar… ya sabes. —dijo sacudiendo la mando. —Házmelo saber y lo corregiré de un golpe.
—Si.
—Eres parte del equipo ahora. —Greg extendió la mano enguantada y se quedó esperando mientras Red observaba en silencio el gesto. —Ahora es cuando tienes que darme la mano. —dijo guiñando un ojo.
Red extendió su brazo y sus dedos fantasmales pasaron a través de la mano del pirata.
—Con ese gesto es suficiente. —dijo el hombre retirando la mano. —Te llamaré si necesito de tu ayuda.
Red desapareció tan rápidamente como había aparecido y el salón de actos volvió a recuperar su antigua penumbra.
Greg consultó su Pad y comprobó que casi media hora había pasado desde que entrara a aquel lugar. Sin perder más tiempo salió del edificio y se dirigió directamente hacia las escalinatas de acceso al parque colonial.
Un grupo de hombres lo esperaba a los pies de la escalera. Tal y como había ordenado todos los comandantes estaban reunidos para escuchar las últimas noticias.
—Sepan disculpar el retraso. —dijo al llegar cerca del grupo mientras levantaba una mano a modo de saludo. —Tenía un par de asuntos que arreglar antes de… oh por todos los cielos… esas caras…
Los hombres se miraron entre sí pero nadie dijo nada.
—Son malas noticias… ya lo se, no soy idiota. ¿Quien va a hablar…?
Uno de los hombres, un robusto calvo con tupida barba violeta se adelantó unos pasos. —Es sobre ese gigante Ralph. —dijo meneando la cabeza. —Los Zentradi lo acorralaron en uno de esos diques de carena que hay cerca de la proa y lo atacaron al mismo tiempo.
Greg se cruzó de brazos mientras miraba atentamente al hombre. —Y por lo que veo hubo problemas… me imagino que matar a ese tal Ralph no fue nada fácil… ¿Cuantos gigantes…?
—Los tres. —reconoció el hombre.
El jefe de los piratas no cambió de expresión pero todos vieron como cerraba el puño con fuerza. —¿Los…. tres?
—Al parecer ese tipo es muy fuerte… pero creemos que tuvo ayuda de otros…
—Muestrame.
Otro de los hombres dió un paso al frente y usando un pad desplegó una pantalla holográfica en el medio del círculo de piratas.
—¿Cuando…?
—Hará cosa de diez minutos. —respondió uno de los oficiales. —Uno de los Drones de Combate envió las imágenes desde un lugar llamado Las Barracas.
Las imágenes que aparecían en la pantalla era dantescas. La sangre cubría casi la totalidad del piso del dique y enormes manchas rojas habían resbalado por las paredes, creando una macabra galería de arte abstracto.
—Dime que estás bromeando. —exclamó Greg.
El hombre que estaba a cargo de los Drones de Batalla sacudió la cabeza. —Ese tal Ralph debe ser algún tipo de monstruo…
El Jefe pirata examinó detenidamente el video y con un gesto apagó la pantalla. —Definitivamente tuvo ayuda ahí dentro. —afirmó el hombre. —Pero lo que más me preocupa es el gigante destrozado…. parece que lo hubieran matado con algún tipo de explosivos… ¿Están seguros que no hay Mechas en la Rainbow? ¿Armaduras potenciadas o esos antiguos Destroids…?
Los hombres se miraron inseguros. —No… al menos no debería haberlos… las regulaciones de la NUNS…
—Evidentemente Amanda se caga en las regulaciones. —contestó Greg.
—Sea como sea, ya he tomado medidas. —dijo otro de los hombres. —Envié la orden al escuadrón dos para que transfieran dos armaduras de combate al hangar… si ese Ralph intenta volver tras sus pasos…
—No volverá al hangar. —dijo el Jefe pirata. —Y una armadura de combate no sirve para ir a buscar a ese obrero macronizado por los pasillos estrechos de esta nave… propongo que sellemos las entradas por donde escapó y dejemos que se muera de hambre en el interior de ese puto laberinto.
Los hombres asintieron satisfechos ante la perspectiva de evitar luchar contra sea lo que sea que había causado semejante carnicería.
—Esto está mal… tenemos un maldito gigante armado con al menos un rifle y explosivos suelto dentro dentro de las entrañas de esta nave y encima parece que los están ayudando. ¿Ya han encontrado a todos los habitantes?
—Si señor. —respondió el de barba violeta. —Ya hemos revisado todo el bloque perteneciente al sector habitable y las patrullas están ubicadas en todos los accesos periféricos. Nadie puede entrar o salir de este bloque sin que mis hombres lo sepan.
Greg asintió satisfecho. —Bien, no puede haber más episodios de rebeldía dentro de la Colonia o nos arriesgamos a que…
Nunca pudo terminar la frase. En ese momento un temblor recorrió toda la cubierta y los hombres sacaron nerviosos sus armas. Un estruendo lejano como un trueno comenzó a crecer en intensidad a medida que los temblores se intensificaban.
—¿Que rayos…? —exclamó el calvo mientras los demás hombres rodeaban a su jefe.
El jefe guardó silencio pero su rostro se había vuelto de piedra.
La entrada donde estaba el acceso a las escaleras estalló en medio de una nube de escombros y vapor blanquecino. El impacto fue tan grande que enormes piezas de metal y pequeñas esquirlas salieron disparados hacia todas direcciones en cuanto todas las escaleras se derrumbaron sobre sí mismas.
El alboroto duró casi un minuto completo y luego un mortal silencio se formó en la plaza central mientras centenares de ojos se posaban en los destrozos desde todas las cubiertas que rodeaban aquel espacio abierto.
Greg apartó a sus hombres y en silencio caminó hacia las ruinas humeantes. Ahora podía ver claramente los hierros retorcidos y restos humanos desparramados por todo lo que quedaba de la entrada a las escaleras superiores.
—Oh mierda. —dijo su compañero alcanzandolo por detrás. —Esto se va a poner feo.
—Para ellos. —respondió el jefe apretando los dientes. —Se acabó, ya he tenido suficiente de esta mierda. Reune a todos los Colonos frente a la escuela, es hora de un discurso motivador.
El hombre miró confundido a su jefe pero al ver el frío brillo de aquellos ojos grises se limitó a obedecer las orden lo más rápido que pudo.
Diez minutos más tarde casi doscientos colonos estaban reunidos cerca de la entrada del edificio, rodeados de piratas fuertemente armados quienes apuntaban sus armas hacia la nerviosa multitud, agolpados unos con otros en aquel pequeño espacio.
El silencio podía sentirse como algo sólido en el aire. Nadie hablaba, se oía algún que otro sollozo de los niños más pequeños y los susurros tranquilizadores de sus padres que intentaban calmarlos. La tensión era extrema.
Un transporte eléctrico se detuvo frente a la multitud y Greg se paró sobre el pequeño compartimento de carga para que la multitud y sus propios hombres pudieran verlo claramente. Uno de los Comandantes se acercó ante las señas de su jefe y recibió una serie de instrucciones, tras lo cual hizo asintió con la cabeza y se alejó mientras señalaba a un grupo de hombres armados.
Hubo un alboroto en cuanto los piratas comenzaron a separar a la gente mientras no dejaban de apuntarles. Hubo algunos gritos y algún que otro forcejeo, pero tras un par de golpes relativamente violentos con las culatas de las armas toda resistencia quedó apaciguada.
—Traiganlas aquí. —dijo Greg señalando el espacio frente al transporte. —Justo aquí delante.
Los piratas condujeron al grupo de colonos que habían separado hacía donde estaba el jefe. Eran unas diez mujeres, la más pequeña de diez años y la mas grande parecia ser la profesora Silvia, quien aún estaba vestida con su guardapolvo de dar clases.
Una de las chicas le dirigió una mirada de odio profundo. Greg sonrió. —Tu dijo señalando a la joven de cabellos negros. —Traigan a esa chica aquí y átenle las manos
Uno de los piratas se colgó el rifle al hombro y tomó violentamente a Akemi por el brazo, torciendolo tras su espalda de forma que la joven solo pudo gritar de dolor.
Silvia dió un paso al frente pero dos hombres armados apuntaron sus armas inmediatamente al ver su reacción. El resto de las chicas se abrazaron temerosas de lo que estaba a punto de suceder.
Condujeron a Akemi hasta la parte de atrás del transporte y la subieron junto con el jefe para que todos pudieran verla. Otro de los hombres se acercó con una soga y ató fuertemente las manos de la chica tras su espalda.
—¿Cómo te llamas preciosa? —preguntó el pirata en cuanto Akemi estuvo atada junto a él.
Akemi no respondió, sus brillantes ojos negros no mostraban miedo, solo una profunda repulsión y odio feroz hacia la persona que tenía delante.
Greg no esperó la respuesta, simplemente miró el Pad que tenía adosado en la muñeca y asintió satisfecho. —Así que te llamas Akemi….. bonito nombre. ¿Y tienes diecisiete años? Hermosa edad… realmente te envidio.
Sin previo aviso tomó a la joven por los hombros y violentamente la hizo arrodillarse frente a él. Un par de gritos ahogados se escucharon en la multitud.
—Red. —dijo dirigiéndose al Pad adosado a su muñeca. —Que toda la puta Colonia escuche mi voz.
Tras unos pocos segundos de silencio varias pantallas holográficas se encendieron sobre el parque, las mismas que hace varias horas habían advertido sobre la emergencia declarada.
Una imagen apareció rotando lentamente en dichas pantallas y Greg sonrió al reconocer la carita verde con el parche en el ojo que Otako había utilizado contra la Rio Grande.
Red estaba mejorando su aspecto dramático.
—Atención habitantes y trabajadores de la Colonia Rainbow… les habla el nuevo administrador y dueño de esta mierda de nave, por favor presten mucha atención a lo que voy a decirles a continuación.
El silencio era aún más profundo que antes. Todos los ojos estaban clavados en el hombre del cráneo metálico que miraba inmutable a la multitud.
—Creí que eran más inteligentes. —dijo decepcionado. —Creí que nuestra muestra de fuerza había sido lo suficientemente clara y contundente para disuadir cualquier intento idiota de resistencia… pero creo que me equivoque.
Las caras de los Colonos eran un mar de preocupación. Muchos habían bajado los ojos temerosos de lo que estaba a punto de suceder a continuación.
—Podíamos haber exterminado a todos a la primera. —continuó diciendo Greg haciendo un gesto con la mano. —Era lo que mis hombres consideraban la cosa más sensata y que nos hubiera ahorrado todos estos problemas… pero yo me opuse, creyendo por un momento que no serían tan estúpidos como para resistirse… ¿O si? Un poco de benevolencia, o piedad, como quieran llamarlo… pero no, evidentemente hay muchos “héroes” entre ustedes. —exclamó mirando a la multitud.
Hizo un gesto con la mano y otro de sus comandantes se acercó rápidamente. —¿Se pueden usar todavía las celdas en la base de La Torre? —preguntó inclinándose para hablar a la altura de la oreja del subordinado.
—Las escaleras que bajan a las cubiertas por debajo del módulo habitacional forman parte de otro bloque y no fueron dañadas por el colapso. —respondió el hombre.
—Bien. —dijo Greg incorporándose. —Hagamos esto de una vez.
Sin ningún tipo de esfuerzo levantó a Akemi con una mano tomándola de las ataduras y la mantuvo en lo alto, bien a la vista de todos. —Vamos a dejar en claro una cosa. —exclamó con un mortal brillo en los ojos. —A partir de ahora se acabaron los juegos y los héroes, a partir de ahora la cosa va a ir en serio.
Utilizando la mano libre tomó el cuello de la remera que la joven tenía puesta y tiró con fuerza hacia abajo, rasgando la tela y arrastrando consigo el sostén que llevaba la joven.
Los gritos de rabia de la multitud estallaron de inmediato, los piratas dispararon varios tiros al aire hasta que los ánimos se calmaron nuevamente.
Akemi estaba semidesnuda colgada del fuerte brazo del hombre mientras su menudo cuerpo se debatía furiosamente en vano. Los ojos de los piratas brillaban de lujuria ante la vista de los rosados pechos de la joven.
—Si vuelvo a enterarme de algún acto de resistencia por parte de ustedes, por pequeño o trivial que sea voy a abrir un burdel de uso libre para todos mis hombres en los calabozos de la Colonia… y estas diez mujeres van a aportar sus jóvenes cuerpos a la causa, quieran o no.
El silencio había vuelto a reinar en la plaza.
—Mis hombres están en estricto celibato desde hace varios meses… —dijo el jefe sacudiendo a la indefensa joven. —Y no me cabe ninguna duda de que esta chica va a ser su juguete preferido… pero por si no lo sabian, tambien tengo a varios Zentradis gigantes bajo mi mando.. y ellos también gustan de algo de diversión de vez en cuando.
El rostro de Akemi se contrajo en una mueca de espanto.
—Espero haber sido lo suficientemente claro. —exclamó el pirata. —Comportense de forma amable con mi gente y les prometo que eventualmente los dejaremos libres en alguna colonia de la periferia…. cometan alguna estupidez y estas chicas van a perder algo más que la inocencia.
Sin decir nada más soltó a Akemi y se bajó del transporte. Silvia se liberó del guardia que la custodiaba y corrió hacia la joven que se había arrodillado en el suelo llorando. Se quitó el guardapolvo y con ternura la cubrió con él mientras trataba de calmarla.
Greg caminó hacia donde estaban sus Comandantes y se sonó los nudillos con ambas manos. —Espero que tengamos un poco de paz ahora. —dijo satisfecho.
—¿Cree que eso va a disuadir a los que escaparon? —preguntó uno de ellos.
El jefe se encogió de hombros. —Por el bien de esas chicas, mas les vale que si…. yo siempre cumplo lo que prometo.
Los hombres no parecían del todo convencidos y Greg se dió cuenta de inmediato. —Ahora tenemos que ocuparnos del problema de La Torre. —dijo. —¿Que otros accesos nos quedan?
—Tenemos que entrar al laberinto interior y subir las cubiertas una por una. —respondió otro de los hombres. —tenemos algunos mapas pero por lo que estuve viendo no todos los bloques están debidamente actualizados… podríamos tardar días.
El jefe se rascó la calva metálica y sacudió la cabeza. —No… no, no están pensando “Fuera de la caja” dijo señalando el pecho del hombre que tenía delante. —Tengo una mejor idea… reúne un equipo de asalto de diez hombres en veinte minutos y ve tú a la cabeza.
El hombre asintió en silencio.
—Reúnanse conmigo a los pies de la escalera y terminemos con esto de una puta vez.
Quince minutos más tarde los hombres formaban fila frente a la puerta del ascensor ante la atenta mirada de Greg, quien no cesaba de mirar la pantalla de su Pad y dar órdenes por el mismo.
La plaza y los alrededores estaban completamente desiertos. Todos los colonos habían sido escoltados hasta los camarotes y solo las patrullas de los piratas merodeaban por las diferentes cubiertas.
—Estamos listos. —dijo el hombre a cargo de la tropa. —¿Han reparado el elevador? —preguntó señalando la puerta cerrada.
—Claro que no. —respondió Greg de mala gana. —Pero es por ahí donde van a subir… si me hacen el favor….
Dos fornidos hombres avanzaron con gruesas barretas de acero y tras un breve forcejeo abrieron de par en par las puertas del elevador.
Los hombres en fila se miraron desconcertados. —Jefe no tenemos equipo para escalar…
—Olvídate de escalar. —respondió Greg. —No hay tiempo para eso.
—¿Y cómo diablos vamos a….?
El jefe se señaló la cabeza mientras una sonrisa enigmática se dibujaba en su rostro. —Aprendan a usar un poco el cerebro muchachos. —dijo divertido. —Es hora de ponernos serios con esto así que será mejor que activen los anclajes de sus botas para EVA(2), el show está por comenzar. Hazlo ahora Red. —dijo hablando hacia la pantalla de su Pad.
Las luces parecieron disminuir de intensidad un momento y entonces una extraña sensación recorrió a todos los presentes.
La gravedad artificial de la Rainbow dejó de funcionar en aquel momento y sus efectos comenzaron a ser evidentes en los alrededores. Cestos de basura, bancos y todo lo que no estaba debidamente sujeto al suelo comenzó lentamente a flotar en todas direcciones. Todos los piratas contaban con botas equipadas con anclajes magnéticos y permanecieron firmemente adheridos al piso de la cubierta mientras el caos se desataba a su alrededor.
—Suban rapido hasta el piso donde está atascado elevador y fuercen una de las puertas, luego continuen por el hueco que quedó de las escaleras hasta llegar a la cima de La Torre. Disparen a todo aquel que se cruce en su camino, aunque se rindan— ordenó Greg.
Los hombres asintieron y entraron en orden por el hueco del ascensor, luego simplemente cambiaron de posición y comenzaron a caminar por las paredes en dirección hacia la cima.
Esta vez nada los detendría.
(1)Hikikomori: Persona que se aísla de la sociedad, generalmente encerrándose en su cuarto.
(2)EVA (Del inglés Extra-Vehicular-Activity) Actividad Extra Vehicular