Cuando el resplandor de la luz blanca se apagó del todo, las guerreras abrieron los ojos ante un escenario completamente irreal.
Ser expulsados del medio FOLD al espacio normal de forma violenta y repentina era una experiencia terrible, más los enormes cuerpos gigantes podían resistir aquel trauma con relativa facilidad sin sufrir daños significativos. Aun así ninguna de las guerreras estaba preparada para enfrentar el panorama que se desplegaba ante ellas.
—¿Qué rayos….? —comenzó a decir Maya refregándose los ojos.
Lo primero que vieron fué el enorme orbe que giraba en el centro de aquel monstruoso remolino de desechos. La esfera debía medir unos cien metros de diámetro y estaba algo achatada en los polos, cosa que no sorprendió a Exedore, el siguiente del grupo en recuperar el habla.
—Eso…. esa cosa tiene un movimiento de rotación extremadamente alto. —exclamó encaramándose al hombro de Maya. —Parece… no, si fuera un Pulsar ya estaríamos muertos.
—¿Dónde está el núcleo? —exclamó Virya de pronto.
Maya y Exedore miraron en todas direcciones. Estaban flotando entre restos de chatarra y la enorme estructura de la fortaleza que custodiaban había desaparecido.
—Allí! —exclamó Exedore.
—Debura! —maldijo Virya golpeando la consola de su armadura. —Eso no puede ser algo bueno.
No, definitivamente lo que estaban viendo no parecía ser nada bueno.
Enormes arcos de plasma emanaban del orbe brillante en todas direcciones, en una de aquellas marañas de delgados hilos brillantes vieron el esqueleto deformado de la cosa que habían estado defendiendo con su vida. Parecía estar enredada en aquellos filamentos, atrapada como una presa en las redes de un enorme depredador hambriento.
—El Núcleo… —comenzó a decir Maya..
—Ha sido atrapado en la gravedad de esa cosa. —terminó de explicar el Archivista.
Virya se adelantó unos metros sin dejar de contemplar aquella escena de forma impotente. Tras unos breves segundos de silencio se dio vuelta y encaró al resto del escuadrón.
—Retiremonos a un lugar seguro, no me gusta como se ve eso.
Tanto Maya como Exedore estaban de acuerdo. Los sensores de las armaduras hacía rato que estaban advirtiendo sobre la peligrosidad de los altos niveles de radiación de neutrones que emanaba de aquella esfera.
Virya abrió la marcha seguida por Maya y el resto de las Meltrans sobrevivientes. Apenas un puñado de chicas había salido con vida en aquel remoto lugar de la galaxia.
—Veintidós guerreras. —dijo Exedore sacudiendo la enorme cabeza. —Es lo único que queda de tan poderosa armada.
Maya no podía verlo, pero sintió como Virya apretaba los dientes ante aquella verdad. Eran apenas unos pocos sobrevivientes, una cantidad insignificante en comparación con todos los miles de ejércitos que rondaban por la galaxia.
Al parecer la explosiva llegada de los guerreros había provocado un caos en aquel lugar, haciendo que millares de fragmentos fueran expulsados hacia el exterior de lo que aparentaba ser un anillo concéntrico de desechos alrededor de aquel extraño objeto celeste. La poderosa gravedad de la esfera estaba atrayendo a muchos de aquellos objetos, pero la mayoría que poseía la velocidad adecuada volvían a quedar atrapados en aquella minúscula órbita, solo que en una inclinación diferente a la del anillo principal.
—¿Que clase de lugar es este? —preguntó Maya observando con inquietud los grandes cascos destrozados.
—Un antiguo campo de batalla. —respondió Exedore. —Hay miles y miles de ellos repartidos por toda la galaxia.
—Nosotros mismos hemos creado uno nuevo hace unas horas. —agregó Virya mientras su armadura rodeaba la proa de lo que parecía ser una nave enemiga del Ejército de Supervisión. —Pero este lugar…
—Es antiguo. —corroboró el Archivista. —Muy antiguo, probablemente unos mil ciclos han transcurrido desde la batalla que originó estos desechos… pero no encuentro ningún dato que coincida con estas coordenadas y un combate registrado en mis archivos.
El grupo de guerreras dobló tras Virya y vieron muy cerca de ellos la familiar silueta de una Quitra Queleual, partida en tres grandes pedazos, pero de alguna manera aquellos enormes trozos habían permanecido juntos, manteniendo en cierta forma la forma reconocible de la nave.
—Vamos allá. —exclamó Virya señalando el naufragio. —Es… lo más familiar que podemos encontrar en este lugar. —dijo.
Maya asintió y aceleró tras la armadura roja seguida del resto de las Meltrans.
El hangar de babor estaba destrozado y aplastado por las enormes explosiones que habían sacudido a la infeliz nave, no obstante el de estribor todavia tenia la enorme compuerta abierta de par y es por aquel lugar en donde las armaduras Meltran ingresaron a aquel esqueleto desierto.
Todo estaba en silencio y a oscuras, las luces de navegación de los Queadluuns apenas lograban iluminar por unos pocos segundos los restos desparramados por todo el lugar, la mayoría flotando inmóviles en aquellas ruinas ancestrales.
Virya avanzó hasta el centro del hangar en una zona despejada de desechos lo suficientemente grande para que las dos docenas de armaduras pudieran reunirse. Hizo que su Rau se anclara firmemente al piso metálico y con un movimiento circular del brazo ordenó a las demás guerreras que se desplegaran a su alrededor.
Eso hicieron, formando un gran círculo de pálidas armaduras blancas en torno a las mortíferas máquinas roja y violeta que se encontraban inmóviles en el centro.
En cuanto la última guerrera hubiese ocupado su sitio en la ronda el silencio volvió a ser el protagonista absoluto de aquella reunión. Nadie hablaba ni tampoco se movía. Solo había miradas y pensamientos propios, ansiedad y expectativa.
El Rau color sangre que estaba en el centro comenzó a girar lentamente, como si observara atentamente a cada una de las otras armaduras que la rodeaban. Al cabo de un minuto levantó uno de sus brazos y todos supieron que estaba por hablar.
—En estos momentos todas las comunicaciones de este escuadrón están siendo compartidas entre todas las unidades… ¿Archivista...?
—Correcto, Capitán. respondió la voz del Zentran.
—Me llamo Virya, Virya 712, Capitán… Ex Capitán del Escuadrón Especial de Ataque y Reconocimiento de la Flota Combinada de Dortrad-Jen. —explicó la Meltran.
Ninguno de aquellos nombres significaban algo para aquellas guerreras y Virya lo sabía, pero era necesario comenzar por algún lado.
—Quiero que sepan que a partir de este momento las comunicaciones siempre estarán abiertas y cualquiera puede hablar en todo momento. No deben solicitar permiso para comunicarse, si tienen que decir algo, haganlo. ¿Alguien tiene algo que decir ahora? —preguntó.
Nadie respondió, pero Virya observó como algunas de las armaduras se movían un poco ante la reacción de perplejidad que experimentaban las pilotos.
Maya si tenía algo que preguntar y era la pregunta que todos se estaban haciendo en aquel momento.
—¿Que… qué hacemos ahora?
El robot rojo giró en dirección a la máquina de la joven guerrera. —Nuestra misión sigue siendo la misma. —respondió. —Asegurar la integridad del Núcleo y llevarlo a un lugar seguro, lo más lejos posible de nuestros enemigos.
—¿Entonces….?
Virya asintió. —Si… tenemos que encontrar una forma de sacarlo de ahí dentro. —agregó señalando hacia la dirección en la que el grupo había venido. —¿Archivista Exedore… ¿Es posible?
El Zentran meditó largamente la pregunta desde su rincón en la cabina del Queadluun de Maya. Finalmente abrió los ojos y se dirigió hacia la pantalla donde la imagen de Virya se proyectaba en el canal de comunicaciones. —Si, es posible. —respondió. —El Núcleo posee sus propios sistemas de desplazamiento y FOLD, como bien sabe. Lo que debemos hacer de forma previa a cualquier tipo de acción de rescata es evaluar los daños y funcionalidad de la unidad…. luego tenemos que tener en cuenta los demás factores importantes como…
—Como quedarnos sin oxígeno. —dijo Virya suspirando.
Por la cantidad de murmullos que se escucharon por el canal general de comunicaciones, era evidente que Virya no era la única que había pensado en ello.
—Ciertamente. —se disculpó el Archivista. —Nuestra situación actual es bastante desesperante. Con las reservas actuales de estas armaduras podríamos contar con…
—No más de cuarenta y ocho horas. —dijo Maya haciendo un cálculo rápido.
—En realidad nosotros duraremos un poco menos. —corrigió el Zentran. —Somos dos respirando en esta armadura.
Virya no se tomó bien aquel comentario. —¿Qué otras opciones tenemos? —preguntó.
—Puede haber compartimentos sellados que aún contienen oxígeno en alguna de estas naves abandonadas. —dijo Exedore señalando el fondo del oscuro hangar. —Podríamos intentar rescatar provisiones de alguna de las bodegas pero…. creo que a estas alturas la radiación de ese objeto extraño ya ha destruido cualquier material valioso que podamos reutilizar. —El Zentran observó desanimado a las armaduras que los rodeaban en silencio. —Además somos demasiados.
—¿Entonces? —preguntó Maya preocupada.
—Nuestra única posibilidad es el núcleo. —afirmó. —Los sistemas de construcción y soporte de vida de la matriz pueden generar el oxígeno necesario para mantener las estructuras de bio-ingeniería que funcionan conjuntamente con el ordenador central. Si el núcleo no ha perdido los soportes vitales entonces podríamos reabastecer nuestras armaduras allí.
Era una pequeñísima luz de esperanza, pero en aquel momento era lo único a los que aquellas indomables guerreras podían aferrarse.
—El núcleo es la clave. —dijo Maya.
—Siempre lo fué. —agregó Virya. —Tenemos que sacarlo de allí a como dé lugar o moriremos intentándolo.
—¿Y luego que?
Para sorpresa de la veterana guerrera no había sido Maya quien había realizado aquella pregunta. Había sido Exedore.
—¿Cómo “Y luego que? —preguntó confundida la Meltran. —¿Acaso no es obvio?
—Evidentemente no… o yo lo sabría. —contestó el Archivista.
Virya apretó los dientes con fuerza ante aquel alarde del diminuto Zentran, pero no dijo nada. Sabía que en el fondo aquel Archivista tenía razón.
—Quiero… —comenzó a decir la guerrera. —Quiero restaurar la flota. —dijo mientras miraba las oscuras vigas de metal dobladas por las explosiones que habían sacudido al hangar casi un milenio atrás. —Quiero reconstruir aquel poder que existía cuando Dortrad-Jen guiaba nuestras vidas en la batalla.
—Virya… —comenzó a decir Maya pero Exedore tocó su hombro e hizo un gesto para que guardase silencio.
—Se… se que no se puede volver el tiempo atrás, entiendo que aquella vida ha terminado y la guerra de nuestra raza ha de continuar, siempre adelante, siempre más allá… eso lo comprendo y lo acepto, como Meltran, como Zentradi.
El Rau rojo caminó unos pasos por el centro del círculo de armaduras, iluminado por casi dos docenas de reflectores que seguían casi de forma hipnótica sus movimientos.
Virya levantó el puño derecho y su Queadluun Rau imitó el gesto. —Somos apenas una sombra de aquel poder de destrucción que fuimos antes de la gran batalla junto a la flota de Bodole-Zel, es cierto. Pero tenemos algo más, poseemos una nueva forma de luchar, algo que ningún otro Zentradi tuvo jamás.
Maya y Exedore supieron de inmediato a lo que se refiere Virya ¿Pero las demás guerreras podrían saberlo?
—El vínculo. —exclamó Exedore levantando la cabeza por sobre el hombro de Maya. —¿Es en eso que deposita usted las esperanzas? —preguntó.
—Si. —respondió la guerrera. —Todo empieza a cobrar sentido ahora… este nueva forma de luchar, el poder de las palabras, el vínculo… no puede ser algo al azar, es imposible.
Maya abrió los ojos asombrada. —¿A qué te refieres Virya…? no entiendo.
—La corrupción. —la voz de Exedore sonó solemne al mencionar la palabra y el silencio se hizo más palpable en la radio. —Lo que tú intentas hacer es…
—Buscar una respuesta. —dijo Virya.
Maya y Exedore se miraron desconcertados. —Im-imposible! —exclamó el Zentran sacudiendo la enorme cabeza. —Indagar sobre los misterios de nuestros genes y aquello que los gobierna es una tarea demasiado difícil, incluso para alguien tan especial como lo eres tu, Virya. —Exedore parecía temblar ante la perspectiva de aquello. —Para hacer algo como eso…
—Deculture! —el grito de Maya acalló todos los demás rumores de la transmisión. —Lo que Virya quiere hacer es más que claro. —exclamó volviéndose hacia el Archivista.
—¿Que..?
Virya guardaba silencio ahora, como si lo que hubiera dicho fuera más que suficiente.
Maya tomó aire antes de decir aquello, como si necesitara de un esfuerzo extra para comunicarlo. —Virya quiere encontrar a nuestros creadores.
Una multitud de murmullos se desató en el canal de comunicaciones. Tal vez las demas chicas no tuvieran idea de lo que aquellas extrañas guerreras y el Zentran estuvieran hablando, pero la mención de la existencia de sus creadores… eso era algo demasiado importante para no generar una mínima reacción entre la tropa.
Virya se había cruzado de brazos en el interior de la armadura y miraba desafiante la imagen del Archivista reflejada en su pantalla de comunicaciones. La expresión de sorpresa del Zentran era completa y Virya jamas habia visto a Exedore abrir los ojos y la boca de esa forma anteriormente…
—La… Protocultura. —dijo con un hilo de voz.
—Si. —afirmó la guerrera. —Ellos poseen las respuestas que necesitamos.
Exedore se descolgó del hombro de Maya y volvió a su rincón en el fondo de la cabina. —Es imposible…. no hemos tenido contacto con nuestros creadores… los últimos contactos con la Protocultura…
Maya dió un paso al frente con su armadura. —¿Y si están todos muertos? ¿Y si no queda nadie que sepa la respuesta a este fenómeno que nos afecta a lo largo de toda la galaxia?
Virya frunció el ceño. —Entonces debe haber registros, computadoras, ruinas… si eran tan poderosos para crearnos entonces no pueden haber desaparecido sin dejar rastros.
—¡No!
El grito hizo sobresaltar a todos, especialmente a la propia Virya quien jamas habia escuchado gritar así al Zentran. —¡No puedes… no podemos! ¡Está prohibido!
—¿Por quien? —gritó Virya golpeando con fuerza los controles de la armadura. —¿Por nuestros Comandantes Supremos? ¿Los mismos que causaron el desastre del Nexo?
Exedore cerró la boca pero sus ojos brillaban intensamente con profunda ira.
—Un Comandante Supremo fué quien condujo a nuestros enemigos hasta el mismo centro de nuestro más preciado bien estratégico en esta parte de la Galaxia. ¿Acaso debemos seguir sus órdenes incluso estando muerto?
—Virya… —dijo Maya con un hilo de voz.
—Dortrad-Jen me quitó todo lo que tenía, mi escuadrón, mis compañeras, hasta la misma condición de Zentradi. Le quitó a Maya la oportunidad de ser una guerrera completa y casi le quitan su cuerpo. Pero él está muerto y de nosotras depende que la guerra continue sin pausa, hasta que el último de nuestros enemigos perezca bajo la fuerza de nuestros puños. —La voz de la guerrera sonaba poderosa, como un trueno que retumbaba en el interior de aquella estructura en ruinas. —No podemos seguir el mismo camino que ellos. —agregó señalando hacia el espacio. —No somos una flota, no tenemos naves capitales, apenas nos tenemos a nosotros mismos y nuestras armas… debemos… cambiar.
La palabra sonó extraña, casi fuera de lugar.
—Cambio. —susurró Exedore.
—Cambio. —repitió Maya… —¿Eso es lo que quieres? —preguntó alzando la cabeza.
Virya asintió. —Es hora de volver sobre nuestros pasos, de mirar hacia atrás. —Lo que nos está sucediendo… las respuestas están en nuestros orígenes, no en nuestro futuro. Debemos comprender si queremos que el cambio no nos destruya. Debemos encontrar a la Protocultura a como de lugar.
El silencio que se produjo tras las palabras de Virya solo sirvió para que todos pudieran sentir aquel cambio alrededor.
—¿Qué es eso…? —preguntó Maya mientras sus sentidos se ponen en alerta.
Virya también lo sintió, como si las mismas células de su cuerpo presintieran el peligro antes que ningún otro sentido advirtiera algo.
—¡Todos alerta! —gritó por la radio… —¡Algo se acerca!
Las armaduras se pusieron en posición, listas para moverse ante el peligro inminente, pero solo Virya, Maya y Exedore podían sentir aquel cambio sutil en el espacio.
De pronto Virya gritó por la radio y todo fue caos alrededor. —¡Salgan salgan SALGAN!
Hubo un relámpago luminoso en cuanto las dos docenas de armadura se movieron al unísono, como cuando el cuerpo segmentado de un largo animal que se agita como un látigo para escapar de la emboscada de un depredador.
El espacio ya no era negro en el exterior. Las armaduras emergieron de las ruinas de la fragata y se encontraron envueltas en aquella nube multicolor de energía que se formaba durante un DEFOLD masivo. Todos habían visto ya aquella escena antes… mas no lo que sucedió después.
La batalla explotó sobre ellas, como si de pronto se materializara alrededor, como si ellas fueran las que llegaban tarde al combate.
Miles de cruceros y fragatas de combate aparecieron alrededor del campo de desechos, y con ellas venían decenas de miles de armaduras, misiles y explosiones.
—¡Deculture! —exclamó Exedore con los ojos abiertos de par en par.
—!Formación de combate! —gritó Virya y su armadura giró como un torbellino esquivando los disparos. —¡Maya! ¡Toma la mitad de las tropas y replieguense hasta el núcleo!
—¡Son aliados!
El grito de Maya se oyó claramente por sobre la cacofonía de advertencias y gritos en las comunicaciones. —¡Son Zentradis!
Ahora que la energía FOLD se estaba disipando los colores de las naves eran visibles para todos. Las grandes formas verdes y protuberantes de una enorme Nupetiet-Vergnitzs aparecieron justo sobre ellos.
Pero la alegría duró poco. Eran aliados ciertamente, pero en aquellos momentos estaban trabados en lucha con otras miles de naves del Ejército de Supervisión.
—¡Defiendan el núcleo! —exclamó Virya lanzándose al combate. —¡No dejen que ningún enemigo penetre el cinturón de escombros donde está!
El pequeño escuadrón de armaduras se lanzó al combate simultáneamente. El enemigo estaba delante de ellos, el objetivo era claro y ya no había dudas. Las Meltran hicieron lo que estaban programadas para hacer: luchar.
Y lucharon, vaya si lo hicieron. Imbuidas en aquella extraña energía que emanaba de sus Capitanes, las dos docenas de armaduras se convirtieron en máquinas de matar de increíble eficiencia.
¿Qué estarían pensando los Comandantes de aquella flota recién llegadas ante la aparición de tan extrañas guerreras? ¿Y cómo reaccionaron ante aquel inusual brillo que rodeaba a las blancas armaduras mientras sembraban la destrucción por todo el campo de batalla? Tal vez nunca lo sepamos, principalmente porque en aquel momento las cosas no estaban yendo del todo bien para las tropas Zentradis.
Estaban superados en números y las bajas eran considerables, más aquel DEFOLD parecía haber cambiado el curso del combate y la aparición de aquel misterioso escuadrón de elite parecía estar cambiando las tablas en su favor.
La mayoría de los combatientes estaban cegados por las emisiones de radicación de aquel extraño cuerpo celeste. Radares, sensores, nada parecía funcionar del todo correctamente en aquel ambienter hostil, donde solo los sentidos más básicos podían servir en la batalla, algo en lo que los Zentradi eran expertos.
Miles de armaduras combatían mano a mano entre cientos de naves aliadas y enemigas, cada una de ellas tratando de maniobrar sus enormes cascos para que la mayor cantidad de armamento pudiese abrir fuego sobre los enemigos que se agolpaban en todas direcciones. Toda la chatarra que colmaba el campo de batalla creaba enormes trincheras y obstáculos los cuales los ágiles Raus y Nonas utilizaban para atacar a los enemigos desde todas las direcciones posibles.
Era un combate tan violento que hasta la propia Virya se sorprendió. Aquel ejército de Zentradis luchaba de una forma completamente diferente, desesperada, casi visceral.
Vió como el Comandante de aquella flota no dudaba en usar sus propios cruceros de batalla como arietes para desmoronar las fortificaciones enemigas.
Aquel Comandante era no era cualquier Zentran, Virya lo supo en el acto.
En ese momento su pequeño grupo comenzó a sufrir bajas. A pesar de la inusitada energía que empujaba a aquellas valientes guerreras más allá de sus habilidades normales, incluso así pronto comenzaron a sucumbir al fuego enemigo.
Ni Virya ni Maya podían hacer nada por evitarlo. Había demasiados enemigos.
Uno tras otro los Queadluuns blancos comenzaron a ser destruidos por las interminables oleadas de enemigos que atacaban sin cesar. Cada vez que una de las chicas era alcanzada por las enormes descargas de energía, tanto Virya como Maya lo sentían en carne propia. El vínculo las unía, tanto en la vida como en la muerte y esos golpes eran los que más afectaban a las guerreras.
—Todavía no. —murmuraba Virya. —Todavía no. —repetía sin dejar de disparar, sin dejar de matar. Aún le quedaban cosas por hacer, metas por cumplir. Tenían que sobrevivir, debían hacerlo.
Maya estaba sufriendo igualmente aquellas bajas, cada vez que una de las armaduras blancas estallaba, el corazón de ambas Meltran se sacudía en el centro de sus pechos. Era extraño, algo tan familiar como la muerte para los Zentradis de pronto era algo más, un motivo importante que tomaba otro significado.
Las armaduras estaban al límite, casi sin munición tras la última batalla librada. El propio Rau de Virya se sentía pesado, era difícil moverse tan fluidamente como antes y la guerrera supo que algo más estaba pasando.
Las voces en la cabeza de Virya comenzaron a discutir entre ellas, como si de pronto cada una de ellas tuviera su propia opinión y no escuchara a las demás. Aquella armonía entre todas sus personalidades había desaparecido por completo y Virya no podía hacer nada por evitarlo. ¿Debían abandonar el combate y retroceder hacia el núcleo? ¿O replegarse hasta una nueva posición? ¿Y si abordaba una de las naves de aquella flota aliada?
No había respuestas, solo preguntas y dudas.
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—Algo está mal. —dijo Maya mientras sus disparos destrozaban la cabina (y al ocupante) de una armadura enemiga. —¿Puede sentirlo?
El Zentran estaba concentrado en los canales de datos y comunicaciones pero también podía sentirlo. —Sí dijo. —Algo está sucediendo con Virya.
En aquel momento el Rau rojo y el puñado de armaduras que trataban de seguirle el ritmo se alejaban del centro del cementerio de naves persiguiendo siempre las concentraciones de tropas más grandes, llevando el peso de la batalla lo más lejos posible de Maya y el Núcleo.
—Virya…
—Estoy recibiendo la confirmación de los datos…. ¡Deculture! —exclamó Exedore mientras sus apéndices extensibles temblaban ante aquella revelación. —Esta flota… esta flota es...
Maya no podía darse el lujo de apartar los ojos del campo de batalla, donde cada centésima de segundo contaba para evadir o acertar un disparo. —¿Qué sucede? —preguntó sin dejar de disparar. —¿Qué sucede con la flota…?
—Estos Zentradi son de la Flota de Boddole Zer, de la Escuadra Glruimual 67ava. ¿Que están haciendo aquí...?
—No lo se pero me alegro que hayan llegado. —exclamó la guerrera. —Nosotras solas jamas podriamos haber sobrevivido a un ataque como este… ¡Mire! ¡Las tropas enemigas se están retirando!
La vista no le engañaba. La flota 67 había rodeado al ejército enemigo y lentamente había comenzado a expulsarlo de la zona de escombros, lejos del núcleo y la anomalía que lo tenía prisionero.
—Todavía tenemos alguna posibilidad. —dijo Exedore esperanzado. —Si podemos forzarlos a… ¿Maya? ¿Almirante…? ¿Qué sucede?
La guerrera se había detenido en medio de una maniobra y fué una de las armaduras blancas quien debió terminar de abatir al enemigo que tenía delante.
—¿Almirante Maya? —volvió a preguntar Exedore trepando al hombro de la guerrera. Algo estaba realmente mal.
Maya estaba paralizada. Lo que estaba sintiendo en ese momento había hecho que su mente abandonara por completo el campo de batalla.
—Virya… —dijo en un susurro.
Entonces Exedore también lo sintió.
El espacio a su alrededor se transformó, la cabina y las pantallas que los rodeaban se tornaron invisibles. Maya y Exedore quedaron flotando en un abismo oscuro completamente desnudos.
Virya estaba llorando.
Pudieron ver la figura de su Capitán, claramente visible a pesar de la distancia. Estaba flotando no lejos de ellos, acurrucada en posición fetal mientras sollozaba sin parar.
El tiempo parecía haberse detenido para todos menos para ellos tres. El universo mismo era, en ese momento, un simple espectador de lo que estaba sucediendo con esos tres Zentradi.
Maya se acercó flotando, extendiendo una mano hacia su Capitán.
—No te acerques Maya. —dijo de pronto la guerrera levantando la cabeza.
Maya se detuvo y retiró la mano. Aquello… aquello no podía ser real.
—Virya… —solo pudo decir la Meltran. —¿Qué sucede? ¿Porque…?
—Yo… yo no puedo más. —dijo entre sollozos. —No puedo más.
Aquello tenía menos sentido todavía. Exedore estaba sujeto en la espalda de Maya y uno de sus tentáculos se extendió al lado de la cabeza de la joven. —Mire. —dijo utilizando aquel apéndice blanquecino para señalar algo al frente.
Maya levantó la cabeza y quedó paralizada.
Había cinco enormes figuras sobre ellos. Eran Zentradis gigantes, casi del tamaño del propio Dortrad-Jen.
—De-Deculture! —exclamó.
Las figuras parecían estar hechas de una clase diferente de niebla, pero los rasgos eran bastante precisos. Maya no tenía dudas de lo que estaba viendo en ese momento.
Toda la escena parecía estar rodeada de turbulencia y descargas eléctricas, como si una enorme tormenta envolviese a punto de desencadenarse en cualquier momento,
—Esas cosas… esas cosan son…
—Esas cosas son Virya. —dijo Exedore pensativo. —Si, ahora comprendo.
Aquellas presencias gigantescas eran diferentes entre sí, ya sea en el tamaño de sus cuerpos, la forma de la cabeza e incluso una de ellas era claramente una Meltran a diferencia del resto… más no cabía ninguna duda, todas se parecían en una u otro forma a la guerrera que lloraba a sus pies.
—Tenemos que ayudarla. —dijo Maya. —Tenemos que hacer algo.
—Su mente se ha roto. —explicó Exedore moviendo la cabeza. —Su personalidad se ha fragmentado en aquellas representaciones que puede ver allá arriba. No podemos hacer nada.
La joven Meltran tomó al Archivista con ambas manos y lo sacudió frente a ella. —¡La volveré a golpear! ¡Una vez logramos ayudarla! ¿Recuerdas? ¡Haremos lo mismo! Solo necesito...
—No. —La voz de Zentran era dura y fría. —Ahora no puede hacer eso, aquí no es su rango o capacidad de mando la que puede influir sobre Virya. No son las palabras de un Comandante Supremo las que debe derrotar con sus propias palabras. Es la propia mente de Virya la que ha creado estas imágenes. No tenemos control sobre ellas.
Otro cambio comenzó a suceder a su alrededor. El oscuro manto que los envolvía comenzó a temblar violentamente, luces y explosiones aparecian como extraños velos fantasmales.
—El vínculo… —dijo Maya.
—El vínculo se está deshaciendo. —exclamó Exedore. —La mente de Virya ya no puede mantenernos juntos.
Con una terrible explosión los tres Zentradi regresaron al continuo espacio-tiempo donde la batalla arreciaba. Maya tomó el control de inmediato y su armadura esquivó una andanada de proyectiles a escasos centímetros de la cabina. —¡Debura! —gritó soltando una ráfaga de disparos sobre el desdichado atacante. —¿Donde esta Virya? Si no hacemos algo pronto…
—¡Allí! —exclamó Exedore.
La armadura de Virya era apenas un punto rojo en medio de un enjambre de enemigos que no dejaban de disparar en su dirección y con horror vieron que el Queadluun Rau estaba inmóvil, al completo merced de las tropas del Ejército de Supervisión.
Solo un par de armaduras parecían estar defendiendola.
Eran los restos del escuadrón de chicas que las habían acompañado desde la Matriz del Nexo.
Maya aceleró a fondo y salió disparada mientras rugía órdenes al resto de su propio escuadrón, desplegándose en forma de arco para maximizar el frente de ataque.
Cayeron sobre los últimos restos de los invasores en el preciso momento en que las dos últimas defensoras de la incapacitada guerrera eran masacradas en medio del incesante fuego enemigo.
Pero ya era demasiado tarde.
Virya no sintió nada cuando su armadura fue alcanzada por los disparos. Muchas veces había pensado en como seria el dia en que su muerte llegara en combate. ¿Moriría alcanzada por una de esas enormes descargas de energía que desintegraba a uno al instante? ¿O sería tal vez destrozada por las balas explosivas de un disparo certero? ¿O por el contrario su muerte sería lenta y prolongada por múltiples heridas recibidas en un largo combate? Aquello no se parecía en nada a lo que había imaginado.
Virya abrió los ojos y vió las estrellas frente a ella.
La mitad de la cabina había sido arrancada por una ráfaga de disparos junto con el brazo derecho del Queadluun Rau, pero salvo eso, el daño más grave parece ser el que había sufrido su propio cuerpo.
Vió las gotas de sangre flotar a su alrededor y también vió los restos del traje de vuelo que se desprendían del enorme parche de espuma que se había formado a un costado de su abdomen.
Esa clase de heridas… debía ser algo fatal, pero no sentía dolor, de hecho no sentía nada.
Podía ver las explosiones y disparos que pasaban a escasos metros de su cabina destrozada, pero no escuchaba ningún sonido, ninguna vibración.
Era un poco… decepcionante a decir verdad.
El mismo tiempo parecía fluir de una forma diferente.
Vió los enormes cruceros de batalla girar sobre si mismos a una velocidad vertiginosa, escupiendo fuego de artillería en líneas continuas, como si los enormes cañones disparasen en forma ininterrumpida en vez de a salvas como estaban acostumbrado a hacerlo.
Vio las naves enemigas explotar y desaparecer como si nunca hubieran estado alli.
Vió al resto huir, arrojándose contra las naves aliadas como arietes para intentar traspasar aquel cerco de muerte donde habían quedado atrapadas.
Vio tres naves de la misma clase tipo cañoneras escapar mientras iniciaban un FOLD de evasión. Dos fueron destruidas por los certeros disparos de las naves que protegían la retaguardia y solo una de ellas logró escapar en medio del fuego de saturación.
El resto de la flota Zentradi comenzó a prepararse para la persecución de los últimos enemigos que quedaban. Vió como las enormes naves se reorganizaban en formación de vuelo y preparaban sus dispositivos FOLD para iniciar la cacería.
Cuando la última nave desapareció tras la explosión de luz de energía dimensional, Virya supo que todo había terminado.
A decir verdad, ojalá todo pudiera terminar así, en la oscuridad, en el silencio y la quietud del espacio… pero Virya no tenía ganado ese derecho aún.
Su cuerpo estaba muriendo pero su mente aún se mantenía activa, rememorando cosas lejanas que la guerrera ya había olvidado hacía tiempo.
Recordó su primera batalla, sus compañeras de escuadrón, nunca había conocido siquiera el nombre de su primer Capitán.
Recordó a Yuwe y a Vaal, a Dulmei y al Zentran que había matado cortandole el cuello luego de volver a la “normalidad”.
Recordó a sus compañeras de escuadrón, a todas las guerreras que habían pasado, luchado y muerto durante lo que consideraba su “vida” en la flota de Kreegan.
El propio Kreegan apareció ante ella, sonriendo mientras la ahorcaba con sus poderosas manos. De sus ojos brotaban lágrimas rojas y el aire parecía faltarle en los pulmones.
Recordó aquel instante en la mirada de Melia, cuando sus ojos se encontraron un momento mientras su cabeza cortada caía en medio de un surtidor de sangre en las entrañas de la fortaleza de Dortrad-Jen.
Recordó al enorme Comandante Supremo y como con solo unas pocas palabras la despojó de su herencia Zentradi, de cómo había dejado de ser la más poderosa guerrera de la flota y se había convertido de pronto en un pedazo de chatarra.
Toda su vida se representaba ante sus ojos como si Exedore estuviese proyectando una versión holográfica en forma de cronología grotesca y deformada.
Las últimas visiones de Breka-Nel y el enorme Núcleo se desvanecieron ante sus ojos. Era el fin y ya no quedaba nada más para recordar.
Virya ya no tenía nada, lo había perdido todo.
Ya no sentía su cuerpo y las mentes que antes formaran parte de su ser, que la acompañaron desde su “despertar” en aquella vaina de micronización, ya no estaban a su alcance.
Era una cáscara vacía, sin cuerpo ni alma, apenas una espectadora que observaba a través de ojos prestados lo que sucedía alrededor.
Por eso no reaccionó cuando la armadura violeta apareció delante de los restos de su cabina y con cuidado la rescató de entre los hierros retorcidos.
El silencio era total y las escenas pasaban ante ella desordenadas, como si hubiese saltos de tiempo entre cada una de ellas.Una luz blanquecina la encegueció y ya no pudo volver a abrir los ojos.
Cuando los volvió a abrir de pronto notó que ya no estaba en el puño de la armadura, ahora estaba en los brazos de Maya quien junto a Exedore la cargaban con dificultad por un extraño pasillo. Quería hablar, quería extender la mano hacia aquel rostro conocido, pero no podía, su cuerpo ya no respondía.
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—¡Deprisa! —exclamó Maya mientras la sangre goteaba por sus brazos.
Exedore apenas podía seguir el paso de la guerrera, sus piernas eran mucho más cortas y la irregularidad del túnel dificultaba llevar algo tan pesado como el cuerpo de Virya.
Por suerte ya estaban cerca. Las luces de la enorme cámara donde descansaba aquella cosa palpitante ya eran visibles al final del torcido pasadizo en donde se encontraban
El soporte vital parecía seguir funcionando correctamente y ambos se habían quitado sus cascos protectores, al igual que el destrozado casco de Virya.
La guerrera tenía los ojos abiertos pero parecía no responder a los llamados y gritos de sus dos compañeros. Sin perder un minuto más del preciado tiempo, la condujeron casi a rastras desde el improvisado muelle de atraque a medio construir (o destruir) que Maya había encontrado tras la frenética carrera por salvar la vida de su mentora.
Las fuerzas Zentradi se habían ido en persecución de los sobrevivientes del Ejército de Supervisión y los había dejado atrás, abandonados a su suerte. Sin ninguna nave de soporte a la que recurrir, tanto Virya como Exedore decidieron regresar al núcleo, era la última esperanza para la moribunda Virya.
—Tal vez mi vaina todavia funcione. —decía Maya mientras avanzaba con su compañera a cuestas. —¡Si la metemos dentro hay chances de que su cuerpo se regenere!
Exedore dudaba mucho que eso pudiera ocurrir, pero no se atrevía a decirlo en voz alta y, de todas formas, ellos ya estaban muertos. Más valía intentarlo (por ilógico que fuera) a no hacer nada y sentarse a esperar la llegada de la muerte.
Sin detenerse ni un momento entraron a la enorme cámara dejando un rastro de sangre tras ellos. El lugar estaba algo más en ruinas de lo que Maya recordaba, grandes pilares había caído sobre las estructuras que sostenían el núcleo de la computadora biológica en gestación y el piso presentaba enormes grietas aquí y allá.
Vió su vaina tirada a un costado sobre una pila de escombros.
—¡Allí! —gritó mientras se dirigía a toda prisa.
Treparon con un gran esfuerzo entre bloques de piedra y metales retorcidos hasta quedar junto a la maltrecha vaina.
—Todavía sigue conectada. —dijo Maya suspirando aliviada. —Creí que el cable se había cortado cuando me arrojó por el aire.
Exedore inspeccionó el aparato y sacudió la cabeza. —Estas cosas no son vainas de recuperación… no sabemos si puedan servir para salvar la vida de Virya.
—Solo hay una forma de averiguarlo.
Con cuidado removieron los restos del traje de vuelo y solo dejaron los lugares donde la espuma de aislación se había pegado a la carne desgarrada de la Meltran. Ver el estado del cuerpo de quien había sido la más grande combatiente de la flota hacía que el corazón de la joven se estrujaba de dolor.
—Tienes que vivir Virya. —decía mientras acariciaba el rostro inerte de la Meltran. —Tu no puedes morir.
Depositaron a Virya en el interior de la vaina y la acomodaron lo mejor que pudieron.
Entonces la guerrera pareció reaccionar momentáneamente.
—Ma-Maya… —dijo en un susurro.
La joven se inclinó sobre su compañera y acarició los oscuros cabellos. —Estoy aquí Virya. —dijo.
—La… la batalla…
—Triunfamos. —respondió ella mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. —Ha sido una victoria completa.
Virya intentó sonreír pero los músculos de su rostro no parecían responder del todo a sus ordenes. —¿Lagrimas…? —preguntó. —¿Por que tienes lágrimas en los ojos si hemos ganado?
—No lo se. —reconoció Maya sacudiendo la cabeza. —No lo se.
—Yo… yo solo quería una nueva oportunidad. —dijo Virya derramando sus propias lágrimas. —Quería darte una nueva flota, quería que tuvieras la posibilidad de ser la poderosa guerrera que estabas destinada a ser.
—Lo se. —dijo la joven tomando con fuerza la mano de su compañera.
Virya cerró los ojos como tratando de hacer un esfuerzo. —Esos Comandantes… nuestros superiores… no tienen derecho a jugar con nuestras vidas. No somos simples armas, somos guerreros.
—Somos los mejores guerreros de la Galaxia. —afirmó Maya derramando sus lágrimas sobre el rostro de Virya. —Tu lo sabes mejor que yo.
—Yo… yo no quiero que ningún otro guerrero sea privado de luchar, no importa su condición, sus genes o las heridas que reciba… nadie nos puede quitar el derecho de luchar… de existir. —Las lágrimas de Virya fluían por el lastimado rostro. —Solo quiero que lo que nos pasó… lo que sufrimos tu y yo no vuelva a pasar nunca jamás…
—Te ayudaré Virya, juntas lo haremos posible.
La moribunda Meltran sufrió un violento espasmo mientras tosia gotas de sangre en dirección a Maya. —Debes… debes encontrar a la Protocultura… —dijo con un hilo de voz.
—Lo haré. —respondió Maya inclinándose sobre Virya de forma que sus rostros quedaron a escasos centímetros y pudiera escucharla mejor. —Te lo prometo.
Virya hizo un último esfuerzo por incorporarse y en ese momento algo increíble sucedió.
Los labios de ambas guerreras se unieron.
—¡De-Deculture! —exclamó Exedore mientras retrocedía asustado y caía de espaldas entre los escombros. Aquello… aquello lo sumió en una especie de shock que lo paralizó por completo.
Virya y Maya permanecieron en esa extraña posición por varios minutos, como si aquel contacto corporal las sumiera en una especie de trance hipnótico.
Fué Maya la primera en abrir los ojos y contemplar el rostro de su compañera. El agotamiento parecía haber desaparecido y algo similar a una sensación de bienestar flotaba en aquellas facciones conocidas.
—Vivirás. —dijo Maya mientras se retiraba de la vaina. —Es una orden ¿Me has oído Virya? ¡ES UNA ORDEN!
Sin esperar una respuesta la joven cerró la tapa de la vaina.