Silvia quitó la vista de las hojas del pequeño libro que estaba leyendo y la mantuvo fija en la diminuta ranura de luz que penetraba por la puerta cerrada de la celda. ¿Ya era la hora? Durante todo ese tiempo ya había comenzado a memorizar la rutina y los horarios del pequeño grupo de Piratas que se había mudado a los calabozos de La Torre para hacer de carceleros de los nuevos rehenes.
Las seis celdas que formaban parte de aquel calabozo había sido ocupadas y los carceleros habían puesto a cuatro jóvenes en cada una de ellas. La excepción había sido la celda donde Silvia y Akemi se encontraban, al parecer el jefe de los Piratas no había quedado conforme con humillar a la chica frente a toda la Colonia. Silvia temblaba de solo pensar en lo que podría pasarle si las cosas se salían de control.
Akemi se había sumido en un estado de Shock traumático tras aquella terrible jornada en la que la Colonia fuera invadida y conquistada, más la chica había mostrado signos de mejoría con el correr del tiempo. Al segundo dia Silvia pudo hacer que comiera algo y tras pasar gran parte de la noche y el día siguiente hablando y consolandola, Akemi había empezado a hablar y mostrarse un poco mejor.
La terrible experiencia no se borrará jamás de su mente, pero Akemi era una chica fuerte y Silvia no tenía ninguna duda que podría superar el trauma… siempre y cuando ellas pudieran salir de ahí.
—Apresúrate Amanda. —solía decir la profesora en la oscuridad de la celda. —No nos queda mucho tiempo.
Los carceleros no les hablaban demasiado, pero Silvia veía claramente sus miradas de lujuria cada vez que las examinaban cuidadosamente a la luz de las linternas. El hecho que ella misma todavía llevara puesta una simple blusa y su falda corta no mejoraba nada el asunto. Evidentemente no se atrevían a desafiar a su jefe y hacer lo que quisieran con ellas… ¿Pero y si en algún momento lo hacían? El deseo carnal era muy poderoso en los hombres y esos tipos podían cometer una locura, incluso si lo único que obtenían como recompensa era la muerte.
No había forma de escapar. Estaban vigiladas veinticuatro horas al día y siempre había alguien de guardia en el puesto de vigilancia o en la entrada de las escaleras.
Silvia se resignó y alejó de su mente cualquier intento por escapar. Se daba cuenta que si cometía una estupidez, Akemi pagaría el precio más alto.
Los dias habian pasado lentamente, encerradas en absoluto y completo silencio, interrumpido solamente por las breves visitas de inspección, durante las cuales también les era llevada la comida.
Aquella rutina había durado cuatro jornadas consecutivas, pero el día anterior recibieron una visita inesperada.
La puerta de la celda se abrió de repente y alguien fue empujado dentro con violencia. Ni Silvia ni Akemi se habían recuperado del susto cuando el recién llegado se puso de pie y mientras se sacudía la ropa las saludó como si nada hubiera pasado.
—¿Están bien chicas? —preguntó Manuel poniendo cara de circunstancia.
La maestra sintió unos deseos irrefrenables de golpearlo en la cara, no obstante se contuvo lo suficiente para simplemente tomarlo por las solapas del traje de mantenimiento mientras lo sacudía violentamente. —¡¿Manuel?! ¡¿Que estas haciendo TU aquí?!
El se dejó sacudir mansamente y cuando Silvia lo soltó lo primero que hizo fué arrodillarse junto Akemi. —Akemi… ¿Estas bien?
La joven asintió con la cabeza. y Manuel suspiró aliviado mientras colocaba su mano sobre una de las rodillas de su amiga. —No se como… pero prometo que te voy a sacar de aquí sea como sea. —dijo seriamente.
La profesora Silvia volvió a tomarlo de las ropas y con un solo movimiento volvió a ponerlo de pie. —Acaban de encerrarte aquí dentro y quieres rescatar a Akemi…. no me hagas reir Manu. —dijo con una sonrisa. —Al menos nos vendrá bien tu compañía pero… ¿Puedes decirme de una buena vez qué haces aquí?
Manuel se rascó la nariz y señaló la puerta. —Traje provisiones… cosas de higiene femenina… tu sabes.
Tenía sentido claro, Manuel era uno de los repartidores asignados que recorría la Colonia de arriba a abajo llevando correspondencia y paquetes por toda la nave, probablemente los Piratas habían querido que los Colonos volvieran a sus tareas habituales, al menos los que no representaban una amenaza, como Manuel.
—¿Y por qué te encerraron? —preguntó la maestra.
El joven se encogió de hombros. —Mientras dejaba las bolsas en el dispensario de la oficina escuché que uno de ellos recibió la orden de cerrar las escaleras y no dejar que nadie subiera o bajara… supongo que me dejaran aquí hasta que pueda volver a subir… y por cierto ¿Dónde está Will?
Por supuesto, Manuel conocía aquella celda; era el segundo hogar de su amigo. Silvia y Akemi se miraron. —No lo sabemos… cuando nos trajeron aquí todas las celdas estaban vacías.
Una sombra de preocupación apareció en el rostro del joven. —Amanda lo había encerrado por hacer aquella travesura con los Misiles… debería seguir estando encerrado.
—Los guardias no responden a nuestras preguntas. —dijo Akemi hablando por primera vez.
Silvia se sentó en la cama de Will mientras se cruzaba de piernas. —Por lo que me dijo la Capitán el otro dia, la travesura de ese pendejo fué lo bastante grave como para involucrar a los Militares en el asunto.
—Matt… Matt vino a visitarlo el día anterior a… a que sucediera todo. —dijo Akemi levantando la cabeza.
—Osea que Matt fué el último que vio a Will. —dijo Silvia pensativa. —Eso solo nos deja mas preguntas que respuestas.
Manuel se sentó junto a Akemi y la abrazó con fuerza. Silvia sonrió ante aquella muestra de afecto y por un pequeño momento pareció olvidarse de los problemas.
—Oye Manu. —dijo inclinándose hacia delante. —¿Como están las cosas en la Colonia?
Sin dejar de abrazar a su amiga, el joven sacudió la cabeza. —Todo sigue igual… al menos no han matado a nadie más.
—Por ahora. —respondió la profesora mientras miraba las fotos pegadas en la pared. —Ya han pasado cuatro días… ¿Que demonios están tramando? ¿Cuanto pueden tardar en saquear la nave?
—No están saqueando la nave. —dijo Manuel. —Están trabajando en algo.
El rostro de Silvia cambió por completo al escuchar aquello. —Cuéntame todo lo que sepas. —dijo con seriedad.
El joven soltó a Akemi y se sentó junto a la maestra en la cama de Will. —No estoy muy seguro.. pero han estado trabajando de forma ininterrumpida en el exterior de la Rainbow. También han hecho funcionar el Reactor a máxima capacidad casi de forma ininterrumpida desde que llegaron.
—¿Haz escuchado algo sobre eso? —preguntó Silvia. —¿Sobre lo que planean hacer?
Manuel sacudió la cabeza. —No, no hablan con nosotros los Colonos… lo único que he escuchado es algunos comentarios sueltos mientras pasaba por aquí y allá llevando recados… algo sobre una cosa llamada «Trinity».
La maestra meditó sobre aquello. —Con que «Trinity» —dijo. —Podría ser el nombre de alguna nave— Manuel asintió con la cabeza. —Yo también pensé lo mismo… ¿Crees que van a hacer FOLD con toda la Colonia? —preguntó.
Silvia se encogió de hombros. —La Rainbow no puede hacer FOLD por sí sola, requiere de una fragata anclada en la Proa para poder hacerlo.
—¿Y si esta tal Trinity es una fragata o algo similar? ¿Y si intentan acoplarse a la Rainbow a la fuerza? —preguntó el joven.
La Profesora Silvia suspiró. —Puede ser… aunque algo como eso requerirá de una infraestructura y conocimientos muy avanzados… si estos Piratas son tan organizados como dicen… realmente no lo se Manu. —reconoció afligida.