—¡Capitán en el puente!
Greg flotó a través de la puerta y se dirigió directo al precario sillón que los hombres habían montado apresuradamente en el centro del puente del mando. La mayoría de las estaciones de control y monitoreo eran apenas asientos rodeados por pantallas soldadas descuidadamente a precarios soportes de metal con todo el cableado expuesto, pero nadie parecía tener problemas con la falta de seguridad.
La vista, por otro lado, era impresionante.
A través de los gruesos cristales se podían ver los cascos de las dos Nupetiet-Vergnitzs que se alzaban a ambos lados y por encima del pequeño puente de mando. La tercera nave Zentradi estaba debajo de ellos y no era visible, oculta tras las sombras de las otras dos naves.
No había luces en Trinity, la forma oscura de las viejas naves Zentradi apenas se distinguía contra el fondo estrellado del espacio profundo y ni siquiera las poderosas luces de navegación de la Rainbow podían iluminar aquellos titanes de más de cuatro kilómetros de largo.
Y eran viejas… algunas de ellas de cuando los humanos apenas habían adoptado la escritura en sus ciudades de barro a orillas de los grandes ríos de la Mesopotamia.
Lo que generalmente era un casco liso y pintado de verde aparecía completamente destrozado en varios puntos mostrando las horribles cicatrices de las batallas ¿Cuantos ciclos habían pasado desde que se construyeran esos colosos de metal? Era imposible saberlo, pero las marcas de metralla en el casco y las partes faltantes solo servían de recordatorio de la violenta historia de los Zentradi alrededor de la galaxia.
Y aun así aun funcionaban. Greg había utilizado la información extraída por Otako de la vieja estación de monitoreo llamada “Barrow” para de esta forma rastrear los movimientos de todas las flotas Zentradi conocidas, tras lo cual solo fue necesario desandar su rastro de destrucción: los Zentradi no reparaban sus naves, así que a lo largo de las rutas que sus enormes flotas seguían iban dejando un reguero de viejas naves abandonadas e imposibilitadas de continuar en servicio. La mayoría de ellas con sus reactores colapsados y los cascos seriamente comprometidos, pero nada que un grupo de ingenieros con los conocimientos adecuados no pudiera reparar.
Aquellas enormes naves eran la chatarra dejada por los Zentradi, pero como bien dice el dicho: “La basura de un hombre es el tesoro de otro”, aunque aquella basura era realmente imponente… y ciertamente mortal.
Greg no estaba interesado en la vista y se sentó en su puesto sin responder a los saludos de la media docena de hombres que se habían incorporado para saludarlo, pero incluso si lo hubiera hecho, lo que entró a continuación en el puente de mando heló la sangre de los presentes y les quitó todas las ganas de hablar.
Red se estaba desplazando por su cuenta en gravedad cero utilizando aquellos cables de datos como verdaderos tentáculos, lo que le daba una apariencia terrorífica. La enorme torre de servidores y equipos apenas entró por la puerta y de inmediato una docena de cables salieron disparados desde unas tantas aberturas en busca de los diferentes conectores repartidos por todo el lugar.
Cada cable se insertó en una terminal ante la vista horrorizada de los hombres, quienes jamás habían visto algo como eso. Al final, Red se colocó justo tras la silla de Greg y su apariencia era la de una enorme araña cuyos hilos se expandían por todo el puente de mando.
—Conexión de red establecida, pasando a alimentación externa.
Greg asintió en silencio y contempló las formas oscuras que se alejaban del vidrio hacia el campo de estrellas. Tras unos segundos de aquel mortal silencio uno de los hombres juntó el valor necesario y se acercó flotando hacia la silla del Capitán.
—Señor… —dijo algo nervioso mirando la pulsante luz escarlata que asomaba entre los circuitos de Red.
—¿Que sucede Tuercas?
—Eso. —dijo el hombre señalando la torre de servidores. —La instalación del puente de mando no soportará…
Greg hizo un gesto con la mano. —No te preocupes por Red, ella sabe cuidarse sola. ¿Como va la carga…?
—Uno y Dos están al noventa por ciento de capacidad, cortamos la alimentación y estamos cargando a Tres lo más rápido que podemos, actualmente está al Setenta y tres por ciento.
El hombre asintió satisfecho. —¿Osea que podemos disparar los tres cañones?
—Si, Uno y Dos pueden disparar bajo sus parámetros normales, pero Tres tendrá un alcance limitado hasta que no sobrepase el ochenta y cinco porciento de carga y eso no sucederá hasta dentro de…
—Dos horas y veinticuatro minutos. —dijo Red mientras su cuerpo holográfico parecía surgir de las entrañas de los aparatos electrónicos.
Greg se dió vuelta y miró el cuerpo semidesnudo de la IA. —¿Haz terminado de sincronizarte con Trinity? —preguntó.
—Si, estas naves se están cayendo a pedazos.
—Literalmente así es. —reconoció el pirata llamado Tuercas mientras se rascaba la cabeza. —La estructura que une a las tres Nupetiet-Vergnitzs es demasiado débil; tenemos que maniobrar con mucho cuidado o en cuanto activemos los motores principales cada nave se irá por un camino diferente.
—¿Puedes ocuparte de eso, Red? —preguntó el Jefe de los piratas.
La IA asintió. —Estoy sincronizando todos los propulsores vectoriales que hay a lo largo de las tres naves… el veintidós por ciento de ellos no funcionan pero hay los suficientes como para controlar las maniobras de Trinity sin problemas.
—¿Crees poder apuntar los cañones con precisión? —preguntó Greg.
—Afirmativo.
El hombre se reclinó en el asiento y sonrió satisfecho. —¿Ves Tuercas? La muchacha tiene todo bajo control.
—Si usted lo dice. —se convenció el ingeniero mientras suspiraba. —¿Iniciamos la evacuación del personal que quedó en la Rainbow?—preguntó.
Pero Greg sacudió la cabeza. —Todo el personal ya ha sido evacuado, no necesitamos llevarnos a nadie más de esa nave.
El hombre miró nervioso a ambos lados de la cabina. —Señor… ¿Qué hay de Otako…? ¿No debería…?
Los ojos de Greg se clavaron en los del hombre. —No vuelvas a mencionar ese nombre delante mio si no quieres perder algo más que tus dientes podridos… ¿Entendido?
—Si… si señor. —respondió temeroso el hombre. —Entonces… volveré a Ingeniería y controlaré la operación desde allí.
—Hazlo. —dijo fríamente el hombre desviando la mirada hacia el sucio cristal. —Y no me llames a menos que sea algo realmente importante.
—Entendido.
El técnico se alejó flotando no sin antes lanzar una mirada de odio a aquella IA que se había adueñado de su apreciada Trinity. La puerta se cerró tras él una vez que hubo salido del puente de mando.