—¡Deculture! —exclamó Triss al ver su radar llenarse de blancos. —¡Hay tantos!
El escuadrón de Queadluun Raus aceleró al máximo sus propulsores y se dirigió directamente hacia el enjambre de contactos que en esos momentos concentraban todas sus armas en ellas. Detrás de las guerreras, la enorme fragata Meltran, ligeramente escorada, continuaba su trayectoria mientras densas columnas de humo se veían extenderse desde los impactos a babor.
—¡Preparen los misiles! —ordenó la joven guerrera mientras analizaba rápidamente la conformación de las fuerzas enemigas. —Disparos en salvas de diez, cadencia en cinco segundos, separación de arco en quince grados… ¡Ya!
Las doce armaduras se desplegaron de inmediato y adoptaron una posición similar a un enorme abanico mientras introducían los datos aportados por Triss a la computadora que controlaba el modo de disparo de las diferentes armas.
—Diez segundos para el contacto… preparen los cañones de largo alcance.
Tres de las armaduras ubicadas sobre la formación estaban equipadas con cañones de energía de un solo uso. Ante la señal de su líder, las grandes armas comenzaron a cargarse mientras la computadora resolvia los cálculos necesarios para efectuar el disparo.
—Cinco segundos…
Para entonces habían comenzado a recibir las alertas que indicaban que estaban siendo iluminadas por decenas de radares de adquisición de blancos. Probablemente muchas de esas armaduras contaban con misiles de intercepción cuyo rango de alcance era mucho mayor al de los misiles estándar.
—Preparadas…. ¡Fuego!
Las armaduras lanzaron sus misiles en forma perfectamente sincronizada, exactamente cinco segundos más tarde una nueva salva de misiles siguió a la anterior, repitiendose el proceso consecutivamente hasta que los lanzadores estuvieron agotados.
—Ahora los cañones… preparadas… ¡Fuego!
Los cañones desgarraron la negrura del espacio trazando tres brillantes líneas de luz que siguieron la misma trayectoria que los misiles hacia los cientos de puntitos brillantes que ya podían verse a simple vista. De inmediato las armaduras soltaron los inútiles pedazos de metal recalentado en que se habían transformado aquellos cañones de un solo uso.
—¡Allí vienen! —gritó una de las chicas.
Los primeros en aparecer fueron los misiles enemigos. Un centenar de ellos, grandes misiles de largo alcance equipados con submuniciones múltiples se acercaron rápidamente y liberaron sus cabezas más pequeñas en modo automático, de modo que esos cien misiles se convirtieron rápidamente en mil, todos girando en espirales de humo tratando de enganchar un blanco en las cercanías.
—Como les gusta hacernos perder el tiempo. —dijo con desprecio la joven guerrera. —¡Acciones evasivas!
Aquellos misiles eran más una molestia que una amenaza, ya que sus cabezas buscadoras no podían resolver un blanco tan ágil como lo era un Queadluun Rau en medio de aquel caos creado por la enorme cantidad de proyectiles en una zona tan pequeña. En realidad aquellas armas estaban diseñadas para acabar con grandes concentraciones de enemigos, no contra una docena de armaduras desperdigadas en casi un kilómetro cúbico de espacio interestelar.
Los Queadluun Raus esquivaron fácilmente aquel enjambre de misiles mientras las explosiones comenzaron a sucederse a lo lejos, donde sus armas había finalmente alcanzado a las tropas enemigas.
Lagis había sido una buena maestra y consideraba a Triss como una guerrera natural más que una estudiante modelo, aún así incluso alguien con la sangre tan propensa a hervir como aquella joven meltran era capaz de aprovechar las ventajas tácticas que el conocimiento sobre balística y performance de las armas Zentradi ofrecían en el campo de batalla.
Cada salva de disparos estaba destinada obligar al enemigo a romper su formación y dirigir sus maniobras en determinada dirección, eso sumado a la sincronización entre las oleadas y la posición de cada unidad al momento de disparar aquellos misiles hacían que cada metro del área atacada estuviera cubierta por completo de explosiones, maximizando el todo el daño que aquellas armas podían causar.
Generalmente, la mejor defensa contra un ataque concentrado como aquel era el destruir los misiles uno a uno, pero aquellos piratas no tenían la puntería de una Meltran y, definitivamente, no eran de los que sabían cómo lidiar con un ataque verdaderamente sincronizado.
La primera reacción de aquellos enemigos fue apartarse e iniciar maniobras evasivas, lo que en definitiva fué la perdición para una buena cantidad de ellos.
Con su velocidad de intercepción aún demasiado alta, las maniobras resultaron lentas, poco eficientes y en general desorganizadas. Cuando los misiles de Triss llegaron al frente de las tropas enemigas, simplemente estallaron en oleadas programadas, lanzado la peligrosa metralla en patrones concentrados en todas direcciones, saturando instantáneamente el área con muerte y destrucción.
En aquel momento las descargas de los tres cañones de energía cayeron sobre las tropas enemigas, destruyendo a unas cuantas armaduras desafortunadas que tuvieron la mala suerte de estar en el lugar y el momento equivocados.
Los piratas quedaron sorprendidos ante la repentina aparición de aquellas armas y comenzaron a separarse aún más ante el temor de ser atrapados en el área de efecto de esos mortíferas rayos, tal y como Triss lo había planeado.
La presencia de armas de energía en el campo de batalla producían un efecto psicológico en las tropas; la posibilidad de morir de inmediato al ser alcanzado por un arma que viajaba a la velocidad de la luz y era imposible de evitar hacían que los soldados se apartaran más unos de otros, confiando en que solo las concentraciones de tropas serían blancos tentadores para ese tipo de armas.
Por supuesto, eso era exactamente lo que Triss quería; enemigos separados y vulnerables, presas fáciles de sus armas.
—Trescientos kilómetros! —exclamó la guerrera mientras las luces de advertencia iluminaban su cabina en un montón de tonalidades rojas diferentes. —¡Es hora de hacer lo que fuimos creadas para hacer! ¡Que empiece la cacería!
Casi una docena de gritos y exclamaciones acompañaron las palabras de aquella intrépida joven en el exacto momento en que las primeras líneas de enemigos entraron en el rango de sus armas.