─¿De verdad siempre va a ser así, Hazel? ¿Vas a odiarme por el resto de tu vida? ─Me pregunta y mi cuerpo se tensa.
No creo que odiar sea la palabra correcta para describir el sentimiento que siento por él. Después de casi un minuto termino suspirando.
─Bueno, estás aquí ahora.
─Hazel, solo quiero que nuestra relación mejore.
─Ha pasado mucho tiempo… ─me atrevo a decirle, y es cierto, si yo jamás hubiera regresado de Francia lo más seguro es que él y yo habríamos perdido contacto de manera definitiva─. Hay cosas que no….
─Hazel ─me interrumpe con un pequeño suspiro─. Sé que en parte nuestra relación se volvió distante por lo de tu mamá, créeme que no eres la única que la extraña aquí.
Un nudo se me forma en la garganta y siento que mi cuerpo se tensa. Papá y yo rara vez tocamos el tema de mamá, las pocas veces que lo hicimos las cosas se complicaron, a los dos nos costaba hablar sobre ella, además, papá no era bueno cuando se trataba de lidiar con sentimientos ajenos.
─¿De verdad quieres hablar de ella? ─Una parte de mí también quiere cuestionarlo, ¿por qué ahora y no antes?
Suspira.
─Porque no ha sido sencillo para ambos y sé que debí preguntarte más como te sentías cuando aun eras chica en vez de…. ─aprieta los labios con fuerza y guarda silencio por unos segundos que me parecen eternos─. Ya sabes, casi abandonarte.
Admito que me sorprende que lo diga de esa forma, no puedo contradecirlo, aunque quizás ahora esté arrepentido de sus acciones, pero cuando decidió apartarme de su lado fue cuando yo sentía que más lo necesitaba, ahora las cosas son diferentes, se sienten diferentes, sí, el recuerdo de mamá aun duele como no tiene idea y la extraño todos los días, pero he aprendido a lidiar con el dolor por mi cuenta.
─La verdad, no sé qué decir al respecto.
─Tranquila, lo comprendo ─dice apretando los labios, sus ojos marrones se encontraron con los míos─. Por cierto, tengo que decirte que hiciste un excelente trabajo en el evento, estoy impresionado.
─Gracias ─digo sin saber qué más puedo decirle, no es que quiera ser del todo odiosa con él gran parte del tiempo, pero cuando las cosas se complican entre los dos, rara vez sé qué decirle.
─Sabes que no tienes que seguir con esto, ¿cierto?
─¿Qué dices?
Frunzo el ceño.
─Hazel, no necesitas pretender que no eres mi hija, sé que tienes talento, aunque no siempre esté de acuerdo con eso de tus recetas improvisadas ─aprieta los labios en una mueca y aunque Marshall Laurier intente hacerte un cumplido, nunca admitirá del todo que eres bueno en algo. Ni siquiera con su única hija.
─Bueno, improvisar es lo mío, lo tradicional es bueno, pero me gusta el poder mejorar siempre alguna receta y poder inventar las mías. Ya sabes, algo más original.
─Y la originalidad es buena. ─Su respuesta consigue que las comisuras de mis labios se eleven un poco pero luego decaen.
─Espero que sí.
Se forma un pequeño silencio a nuestro alrededor.
─No quería decírtelo dado que sigues evadiendo el tema desde un principio, pero sabes que siempre puedes tener el restaurant, Hazel, ni siquiera debes…
─No ─lo interrumpo─. No voy a cambiar de parecer y deberías de tenerlo claro, fui muy clara la primera vez que te pedí ayuda y no pienso cambiar de parecer.
─Esta bien, lo respeto ─dice dando un asentimiento leve─. Yo solo quiero demostrarte mi apoyo.
Una mueca se forma en mi boca después de que dice eso, porque tal vez he sentido muchas cosas venir de él menos su apoyo durante estos años y es difícil confiar en su palabra cuando las cosas no han marchado bien.
A veces siento que nuestra relación es más de dos simples conocidos que hablan de vez en cuando que una relación de padre e hija, pero no se lo digo, me quedo con esos pensamientos solo para mí.
La mueca en sus labios me dice que él tampoco sabe bien qué decirme, lo que vuelve el ambiente más incómodo para ambos, después de un tiempo se atreve a suspirar y levantarse de su lugar.
─Estaré de viaje la siguiente semana, iré a Francia ─me explica aun con esa mueca en sus labios─. Deborah irá conmigo y Herbert se hará cargo del restaurant como de costumbre, pero tengo una propuesta especial que esperaba que tú pudieras ayudarme.
─¿Yo?
Asiente.
─Sí, tú ─dice con seguridad y se lleva las manos a los bolsillos de su pantalón─. ¿Recuerdas al chef Barlowe?
Me pregunta y doy un pequeño asentimiento.
─Bien, él y yo llevamos tiempo hablando sobre un proyecto en particular, quizás un nuevo restaurant donde los dos seamos socios ─comienza a explicarme y le da una mirada a la habitación─. Esperaba que pudieras estar en la reunión con él y decirme que te parece la idea.
─¿De verdad consideras mi opinión importante?
Elevo una ceja, papá se queda mirándome fijamente, tengo la sensación de que por unos segundos su mirada se vuelve nostálgica y me pregunto si al mirarme puede ver la semejanza entre mamá y yo, recuerdo que de niña solía decirme que era idéntica a ella y podía ver la admiración en sus ojos.