Me agrada la idea de Easton cocinando para su madre, sus amigos y algunos médicos en el hospital, me parece un gesto de lo más dulce y que me permita ser parte de ello consigue alegrarme un poco. De algún modo por extraño que parezca es como si me dejara entrar a una parte íntima de su vida.
Me digo a mi misma que después del trabajo llamaré a su departamento para organizarnos mejor porque creo que es mejor tener todo con tiempo.
Me reúno con el señor Barlowe en la oficina de papá cuando Herbert me dice que por fin a llegado, por suerte, papá me informa de ello porque recuerdo haber visto al chef Barlowe dos días antes venir a hablar con él, pero ahora se ha ocupado con asuntos que me ha pedido encargarme.
─Hola señor Barlowe, es un gusto en conocerlo ─digo cuando cierro la puerta de la oficina detrás de mí y me acerco a él para estrechar su mano.
─Señorita Laurier ─dice con una sonrisa cuando se acerca a mí para estrechar su mano con la mía, es un par de centímetros más alto que yo, su cabello es oscuro, aunque posee ciertas canas y sus ojos por alguna razón me resultan familiares a los de Easton, es un pensamiento vago que intento deshacer en cuanto antes de mi cabeza.
No creo que sea el momento adecuado para pensar en Easton, pero no puedo hacerlo.
─Cuando Marshall me habló que tenía una hija, debo decir que estaba sorprendido ─me cuenta manteniendo una media sonrisa en la boca─. Me alegro conocerte y saber que has seguido los pasos de tu padre, debe estar muy orgulloso.
─Eso espero ─digo y trato de ocultar un poco de esperanza en mi voz─. Papá me habló sobre que ambos están comenzando a hacer negocios juntos.
Decido ir al grano y él asiente al tiempo en que toma asiento en su silla y yo me encamino para sentarme en la silla de papá detrás de su escritorio.
─Sí, hemos estado hablando sobre negocios últimamente y supongo que ya estás al tanto del restaurant que queremos formar, ¿no?
Lo cierto es que no tengo la menor idea de ello, aún así, me limito a asentirle.
─He oído rumores ─eso no es del todo una mentira, había escuchado a Herbert decir sobre ello─. Dijo que vendría a dejarle unos papeles, ¿no es así?
─Sí ─el señor Barlowe hace una seña hacia la carpeta que trae consigo y me la entrega. Como no tengo intenciones de entrometerme en los asuntos de papá, solo acepto la carpeta sin interés de husmear en ella.
El chef se queda mirándome por unos segundos e intento no sentirme incómoda, no soy buena con los silencios, al menos, no los incómodos y soy de lo peor a la hora de romperlos, no sé me da tan bien ser la que inicia las conversaciones. Decido preguntarle sobre los documentos que papá me mencionó que traería, el señor Barlowe me explica un poco acerca del proyecto que los dos tienen en mente y tomo un par de notas sobre ciertos puntos que papá mencionó que tengo que escribir.
─Dime, ¿tienes mucho trabajando aquí con tu padre? ─Pregunta cuando terminamos de hablar sobre negocios.
Niego.
─Un mes para ser especifica ─aquello me hace pensar que se siente que ha pasado más de un mes, pero sí, no llevo demasiado tiempo aquí, sin embargo, muchas cosas han pasado.
─¿Trabajabas en otro restaurant?
─Vivía en Francia ─decido aclarar y sus cejas se elevan en asombro mientras asiente a la vez.
─¿Francia? ¿fuiste a la escuela culinaria allá?
Asiento.
─Sí, papá insistió en que estudiara allá ─explico.
─Bueno, Francia tiene muy buenas escuelas, te lo dice alguien que se preparó allá ─dice con una sonrisa de orgullo, en eso no puedo contradecirlo─. ¿Sabes? Yo también tengo un hijo, es chef, salvo que él nunca se interesó en trabajar en mis restaurantes ─siento que hay cierto resentimiento a la hora de decir esto, pero intento decirme que no es mi asunto porque sí, no lo es, ni siquiera conozco al chef Barlowe como para indagar en su vida, él se queda mirándome por unos segundos más─. Creo que ustedes deben tener edades similares, ¿qué edad tienes?
─Veinticuatro.
─Sí, mi hijo tiene veintiséis ─me explica con un pequeño asentimiento─. Créeme, son pocos los hijos que realmente se interesan por los negocios familiares, o al menos, son pocos los que no los sienten como una especie de obligación, mi hijo nunca ha querido trabajar conmigo, tiene esa absurda idea de hacerse un nombre por su cuenta y además de otras cosas ─niega y suelta un suspiro─. En fin, es bueno que tu estes con tu padre.
─Supongo que sí ─si tan solo supiera que no estoy aquí por mi propia voluntad, pienso. Es obvio que los demás a veces no tienen ni la menor idea de qué sacrificios tenemos que hacer algunos para estar en el lugar donde estamos.
─Bueno, dile a tu padre que en la carpeta viene información sobre el establecimiento que he encontrado, y mi abogado dijo que pronto deberíamos reunirnos para discutir un par de asuntos.
─Entonces, ¿va en serio lo de abrir un nuevo restaurant juntos?
Siento la necesidad de preguntar, el chef Barlowe asiente.
─Claro, tu padre es un excelente chef, uno de los mejores y con un buen prestigio en el país, será un placer trabajar con él ─dice con una sonrisa, algo me dice que el chef Barlowe lo estima, lo que me hace preguntarme si son amigos desde antes. Sé que papá tiene muchas amistades que se dedican a lo mismo que él, sin embargo, jamás me he involucrado mucho, siempre me mantiene al margen.