Chef Kisses

Capítulo 40 | Easton

Easton

Hazel y yo nos envolvemos en la rutina de llegar al trabajo juntos y aunque siempre la llevo a casa de nuevo, hoy después de dejarla en casa voy al hospital a visitar a mamá, quien luce más agotada que los días anteriores y solo consigue preocuparme.

Cada vez parece estar peor y tengo que poner una sonrisa en mi boca y pretender que todo está bien, siempre he detestado tener que mostrar mis emociones, mostrar que las cosas me duelen a pesar de que he crecido en un ambiente familiar donde nunca se me ha reprochado por demostrar lo que siento, creo que eso más bien es cosa mía, una preferencia personal porque mostrarse débil ante alguien me hace sentir vulnerable y tengo la sensación de darle permiso de lastimarme cuando pueden ver esa vulnerabilidad en mí.

─Hola cielo ─dice mamá cuando me acerco a ella y le doy un beso en la mejilla─. ¿Cómo estuvo el trabajo hoy?

Me pregunta esforzándose por poner una sonrisa en su boca.

─Estuvo bien, un poco ajetreado, pero no puedo quejarme ─me encojo de hombros mientras le acaricio la mejilla con dulzura─. ¿Qué hay de ti?

─¿De mí? Yo estoy bien, extrañándote cada día ─esas palabras consiguen hacerme un hueco en el corazón y de nuevo me acerco a besar su frente.

─También yo te extraño, demasiado ─le aseguro. Después, un pequeñito silencio se forma en la habitación y ella rompe más tarde.

─¿Qué hay de Mía? ¿Has hablado con ella?

─Mía está bien, ya sabes, ocupada con el trabajo y los niños ─no es mentira, Mía es una mujer ocupada pero aun así considero que no es justo que no venga a ver a mamá, no se lo digo a ella, pero ya estoy un poco harto de tener que ir a rogarle que lo haga. A veces pienso que en realidad no quiere hacerlo, no le importa tanto como dice.

─Ya veo, dile que llame de vez en cuando.

Dice con una mueca en la boca.

Decido cambiarle de tema y contarle más sobre mí día en el trabajo, mamá pregunta por Hazel y le cuento un poquito sobre ella, Quinn viene a decirme más tarde que la hora de visita se ha acabado, me despido de mamá y de el personal que voy encontrando mientras me dirijo a la entrada.

En el interior de mi auto, me quedo pensando un rato más, estoy cansado y pienso en que sería bueno irme a casa y descansar, pero termino conduciendo hacia la casa de Mía.

***

Llamo a la puerta con la esperanza de que mi hermana no esté dormida, son alrededor de las nueve y media y mis sobrinos ya deben de estar dormidos, se demora unos minutos en abrirme y cuando lo hace, su rostro se llena de asombro.

─¡East! ─Exclama con sorpresa y su ceño se frunce─. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Está todo bien? ¿Mamá está bien?

Niego de inmediato y ella se hace a un lado para que entre a su casa, cierra la puerta detrás de mí y no hace falta que me guíe hacia la sala porque me dirijo a ella.

Tomo asiento en uno de los sillones y ella también, sentándose frente a mí.

─Lo siento, pero encuentro extraño que vengas a visitarme tan tarde ─dice y entiendo su desconcierto.

Me rasco la cabeza antes de hablar.

─Solo quería pasarme a saludar ─digo, en parte no es una mentira─. Y también para decirte que mamá pregunta por ti.

La mención de mamá hace que el cuerpo de mía se tense y desvíe la mirada de la mía.

Un suspiro pesado sale de mi hermana.

─Sé que debería ir, ¿sí? ─inquiere con una mueca en la boca─. La extraño y sé que está mal que no me pare en el hospital en meses, pero… no lo sé, no he encontrado el momento para ir.

─Sabes que no tiene que haber un momento exacto ─le digo, nuestras miradas se encuentran y puedo ver el dolor en los ojos de ella─. Mamá no está bien.

Decir esas palabras en voz alta provocan un gran dolor en mi pecho, creo que ahora al decirlas soy consciente del peso que tienen.

No está bien.

Puede morir.

No saldrá del hospital.

La realidad de esas palabras me golpea y hago mis manos puño.

Nunca he sido bueno lidiando con las cosas, casi siempre las transformo en enojo porque me parece un sentimiento menos vulnerable, aunque no es de las mejores emociones que uno pueda mostrar.

Mía se queda en silencio y veo que sus ojos se humedecen.

─Ay, Dios, tengo que ir a verla en cuanto antes ─dice con sinceridad y estoy seguro de que lo hará.

─¿Cómo están todos? ─cambio de tema y Mía se acomoda mejor en su lugar para hablar.

─Easton, hay algo que quiero decirte ─que diga mi nombre y no mi apodo me deja en claro que se trata de algo de lo que debo preocuparme.

─¿Qué pasa?

Me pongo alerta.

Mía se queda en silencio por unos minutos antes de volver a hablar.

─Se trata de Daniel ─dice y me tenso al oír su nombre.

─¿Estuvo aquí?

La idea de él visitando a mi hermana y a su familia me enfurece, por suerte, Mía niega.




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