Chef Kisses

Capítulo 42 | Easton

Easton

Por un momento dudo en sí he escuchado bien a Hazel, pero estoy casi seguro de haberla escuchado llamarle papá al señor Laurier.

La mirada de Marshall se dirige a mí y después a Hazel y su entrecejo se frunce antes de reír por lo bajo.

─Ahora entiendo muchas cosas ─dice más para si mismo y se pasa la mano por la frente como sobándose las pequeñas arruguitas que se forman en él.

Cuando doy un paso más al frente, veo que Hazel se tensa más de lo que ya está.

─Yo, uh…

─¿Ustedes dos salen? ─Pregunta Marshall señalándonos a ambos y yo abro la boca para responder, pero Hazel se me adelanta.

─Papá…

Dice de nuevo y siento que todo me da vueltas de un segundo a otro.

He escuchado bien a la primera.

Si que ha llamado papá a Marshall Laurier.

Hazel es su hija.

Al procesar todo esto, el estomago se me revuelve y no me siento bien como debería.

No lo veía venir.

Ni en un millón de años.

Hazel Laurier, ese es su apellido. Su padre es Marshall Laurier, el chef superestrella y dueño del restaurant Laurier’s donde los dos trabajamos.

Tiene sentido, Hazel trabaja para él, por eso el primer día en el que llego al restaurant Herbert le había dado un cargo, el cargo por el que yo me había esforzado todo este tiempo.

Mientras más pienso, más voy hilando en mi cabeza y un bufido se me escapa, me veo negando para mi mismo y opto por salir del departamento de Hazel lo antes posible.

─Disculpen.

Digo pasando a un lado de ella y su padre para apresurarme a llegar a mi puerta, saco las llaves de los bolsillos de mi pantalón tan rápido como mis manos me lo permiten, hago caso omiso a la presencia de los dos mientras entro a mi departamento, me parece escuchar a Hazel llamarme antes de que cierre la puerta pero la cierro con fuerza y me aseguro de que el pestillo este puesto, como si eso fuera a impedir que Hazel traspasara la puerta de mi departamento porque de algún modo, no quiero que lo haga.

¿Está demás decir que me siento engañado? Porque creo que esa es la manera en que me siento en estos momentos, como si todo lo que ha pasado estos últimos meses han sido un engaño, una especie de mentira, un bucle en el que me he encontrado y se repiten los mimos patrones de siempre.

Engaño. Traición. Dolor. Incertidumbre.

Me paso las manos por mi cabello y tiro un poco de este en un gesto nervioso, tomo aire y exhalo, lo repito un par de veces con la intención de controlar las emociones que estoy comenzando a experimentar, pero no creo que pueda tener autocontrol por mucho que deseo hacerlo.

No siempre se puede ser perfecto, no siempre podemos contenernos como nos gustaría, a veces terminamos perdiendo la cordura y no siempre de una mala forma.

Voy a mi cocina a tomar agua, me sirvo un vaso, pero no me parece que es suficiente, el agua no me ayuda a apaciguar el dolor que estoy comenzando a tener y busco entre mi alacena, alcohol.

El alcohol no es la mejor manera de solucionar los problemas, lo sé mejor que nadie, pero en momentos como este siento que no tengo de otra, que no hay nada en este lugar que me ayude a apaciguar mis emociones más que el alcohol.

Cuando era adolescente, apaciguaba todo con las drogas, aunque me decía que no lo volvería hacer, que sería la última vez que lo probaría, que lo haría, nunca era sencillo. Quería escapar de todo, de la realidad, de mi vida, porque a veces, cuando sientes que todo a tu alrededor conspira en tu contra, que las cosas nunca salen bien y el universo parece abandonarte, cuando crees que no hay nadie que realmente pueda quererte, buscas desesperadamente maneras de desconectar de todo, olvidarte por un momento del mundo, de tu vida, de la realidad, del dolor que experimentamos.

Pero no siempre es la mejor manera, a veces algunos lo aprendemos cuando es tarde y es difícil salir de ello, volver a reencontrarnos y aceptar que las cosas pueden mejorar. Se necesita demasiado valor para entrar en una adicción y poder salir de ella.

Soy un estúpido.

Pienso, ¿cómo es que nunca lo supuse? ¿nunca me pasó por la cabeza?

Al final, yo no soy el único con un secreto en el restaurant.

Intento controlar la situación en mi cabeza, los hilos que intento juntar, las emociones que quiero entender y todo lo que pasa a mi alrededor.

No debería de sentirme del modo en que me siento sabiendo que Hazel no ha sido la única persona que ha ocultado un secreto, yo también lo hice.

Pero le dije la verdad, pienso. Se lo dije por mi propia voluntad aun cuando lo oculté.

Suelto un suspiro pesado y me bebo el último trago de alcohol en mi vaso y me sirvo otro vaso, seguido de otro y otro hasta que creo que me acabo la botella.

¿Será que Hazel solo jugaba conmigo todo este tiempo?

Al final de cuentas, es la hija de Marshall Laurier, el dueño del restaurant y lo más probable es que lo que inicio como una competencia entre los dos pudo ser solo una tontería, definitivamente yo no tengo oportunidad en el restaurant si estoy compitiendo con la hija del dueño, seguro su padre la dejará a cargo del restaurant tal como debió ser desde un principio.




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