Chica Lobo

5.

-Aquí tenéis vuestros cursos y el panfleto de los clubs -nos entregaba la secretaria unos papeles a cada una, seguido después de unas llaves- Y las llaves de vuestras taquillas, que están en la segunda planta, cerca de los laboratorios.

-Muchísimas gracias -agradecimos Dory y yo al unísono. Nos levantamos y salimos del pequeño despacho.

-Bien... tenemos las dos a primera hora Estadística... y la clase está en la segunda planta del lado norte... -leyó Dory y me agarró por la muñeca- ¡Vamos o llegaremos tarde!

Suspiré. La presentación de las asignaturas empezaba dentro de un cuarto de hora. Tardaríamos diez minutos para encontrarlo si tuviéramos un buen sentido de la orientación, cosa que yo sí tenía.

Dory y yo cursábamos distinto grado, pero con algunas asignaturas en común, Dory Biología y yo Química. Mi afán por saber que era lo que le pasaba a mis "desproporcionados" genes y el de Dory por ver demasiado Nathional Geographic. Aunque yo sea más seria, lo mío no fue por vocación y me lo propuse el año pasado, pero aún así quería descubrir lo que estaba mal en mí.

Mientras buscábamos la clase, muchos estudiantes pasaban por los pasillos y las escaleras en dirección a sus aulas. Aquel olor seguía quemando mis fosas nasales y todas las miradas iban dirigidas a nosotras. Dory se sentía incómoda, pero yo sabía más el trasfondo de todos esos ojos que nos perforaban como cuchillos.

Estaba en el territorio de una manada, distinta a lo que yo acostumbraba a oler. Leyla tenía un olor más suave y la de algunos de mis amigos más floral, lo típico que se encuentra en los perfumes. Pero éste olor era tan fuerte que no llegaba a acostumbrarme y a estar con la nariz fruncida todo el tiempo.

Para ellos sería algo parecido, creo suponer, pero yo no era una loba, ¿por qué aquella vigilancia entonces? Podría ser que se me había pegado el olor de mi manada en mis ropas y por eso sospechaban. Ante esta situación debía de ser cautelosa. Me toman como una amenaza, por lo que tendría que mostrar que no era así. Si no hago nada no pasaría nada, y lavaría más veces mi ropa y mi cuerpo para desprenderme del olor a lobo de mi manada.

Lo mejor sería ignorar todas las miradas y actuar como Dory. Tenía que mantenerla a salvo.

Todo ello pensaba cuando por fin encontramos la clase.

-Aquí es -confirmó Dory al revisar de nuevo la hoja- Entremos.

Al entrar, aquella sala era como una clase normal, salvo por ese toque de castillo encantado que estaba formado el aula. Un gran pizarrón estaba detrás de la mesa del profesor y una larga fila de mesas alargadas y taburetes formaban la clase de Estadística.

Nos sentamos por la zona de la esquina, al lado de las ventanas. Había gente que nos seguía mirando, pero ya no era con esa cara de enfado, sino de curiosidad. Además, el olor de manada era menos pesado y podía respirar algo de oxígeno.

-¿Nerviosa? -me preguntó Dory.

-Acojonada más bien -la miré y las dos sonreímos nerviosas. Al menos nos teníamos la una a la otra.

-¿Sois nuevas?

Nos giramos a la voz que nos había preguntado. Un chico con gafas negras, de tez negra y unos brillantes ojos oscuros estaba frente a nuestra mesa con una sonrisa. No transmitía burla ni nada desagradable, sólo curiosidad.

Dory también lo notó.

-¿En que te basas, Holmes? -preguntó divertida. El chico pilló su chiste.

-En que nunca os he visto por el pueblo, y si te hubiera visto, no habría dudado en saludarte -dijo el desconocido, flirteando con mi amiga. Dory le miró con más interés.

-Pero supuestamente todos los de aquí también somos nuevos.

-Pero la mayoría nos conocemos desde la únicas escuelas que hay por la zona-contraatacó él. Dory se mantuvo callada y yo miraba como una espectadora de tennis. Airada, cambió su expresión.

-Me has dejado sin recursos, me llamo Dorothea -le tendió la mano y se la estrechó-  Pero ésta de aquí me llama Dory y lo prefiero así.

-Yo soy Valentina, encantada -le tendí mi mano y me dio un firme apretón. No olía a lobo, por lo que estaba más tranquila aunque no le conociera.

-Yo soy Jackson, ¿queréis sentaros con nosotros? -dijo señalando la mesa del otro lado donde un grupo de chicos y chicas nos saludaron- Somos los típicos que no nos gusta dejar de lado a los nuevos, y más si vienen del otro lado del mundo.

-¿Nos estás llamando inadaptadas? -preguntó Dory.

-Perdón, quería decir que no nos gusta dejar dos preciosas chicas en una esquina y... con la curiosidad de conocerlas. Sería muy feo de nuestra parte.

Un adulador con potencial.

Dory me miró pidiendo mi opinión, con sus invisibles orejas de cachorro. Yo no sabía que hacer. Por un lado quería apartarme un poco de desconocidos, pero por otro lado no podía arrastrar a mi amiga por mi timidez y mi inseguridad a una vida como las marginadas de la universidad.

-¿Por qué no? -dije con una sonrisa y recogiendo mis libros. Dory sonrió y rápidamente se levantó y caminó junto a ese Adonis de chocolate. No hacía falta usar mi sexto sentido para saber que le atraía.



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En el texto hay: hombreslobo, romance, mates

Editado: 11.10.2018

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