El resto de los días antes de la fiesta fueron de los más normales. Los chicos nos trataban bien y las chicas eran cariñosas con nosotras, incluso Scarlett cuando se despegaba unos minutos de su novio nos daba unos minutos de su atención.
Pero Tom seguía teniéndome en el punto de mira. Por una parte no se tragaba mi «cuento», pero por otra no le daba motivos para negarlo. Wallace no era para nada así conmigo, pero tenía que mejorar mi actuación cuando pasaba por una zona completa de lobos y el olor se me hacía casi insoportable. Intentaba no verlos a los ojos la mayor parte del tiempo, ya que aquel círculo amarillo en el iris me dejaba perpleja e intimidada. Jamás en mi manada había visto tal cosa. Tuve la ocurrencia de preguntarle a Dory sobre el tema en casa, pero ella me miró de forma extraña, como si estuviera alucinando, y me dijo claramente que no veía nada de lo que yo le decía.
Ante tales fenómenos fuera de mi conocimiento lupino, escribí y dibujé en un pequeño diario aquellas anotaciones. Me daba curiosidad por saber aquellas anomalías, aunque era seguro que sí metía demasiado las narices en asuntos ajenos acabaría siendo pillada. Tendría que ser de lo más discreta posible en mi búsqueda de información.
Otra anormalidad (no relacionada con hombres lobo) que descubrí en este lugar era el tiempo. Había días tanto fríos como calurosos. Siempre disponía de un abrigo en el armario cuando hiciera falta. Eran días en los que cuando estabas en la playa, al día siguiente prefieres quedarte en casa tomando un chocolate caliente. Les pregunté el por qué de aquello, y me contestaron que era normal en esta época hasta que se asentara. Mi conciencia ecologista estaba segura que era nuestra culpa por provocar el calentamiento global.
Hoy era el día de la fiesta y las chicas querían ir de compras una vez que terminaran las clases. Yo tenía la idea de pillar lo primero de mi vestuario, un vaquero y una camiseta, pero me dijeron que no podía vestir así. En las fiestas de Roddick había que ir de forma elegante como la imagen de la misma mansión. Había días en que no era reglamentario, pero ésta era una ocasión especial para los nuevos universitarios y para hacerlo más interesante. Dory estaba ilusionada con la idea de las compras, sin embargo, yo no, ¿para beber alcohol barato tengo que ponerme un vestido voluminoso? ¡Venga ya!
No obstante, acepté ir con ellas y comprarme algún vestido que llegara a mi pequeño presupuesto. Mis padres me enviaban algo de dinero, pero debía pensar en buscarme un trabajo por las tardes, así que aprovecharía en mandar currículums en el centro comercial mientras ellas compraban.
El timbre sonó, finalizando las clases de la mañana. Hoy el sol resplandecía en su máximo esplendor y al salir de clase todos nos reunimos en la entrada.
Dory era más abierta que el primer día. Hablaba con Scarlett muy animada y a su lado estaba el bombón de chocolate de Jackson, que no le quitaba los ojos de encima. El chico parecía haberse enamorado a primera vista, o sólo tenía curiosidad por conocerla. Sabía perfectamente que Dory no era indiferente a sus miradas.
Estaba un poco celosa, no de que le gustara alguien, sino de que ella se había implicado muy rápido en el grupo. No es que les despreciara, pero había veces que mantenía algo de distancia al no conocerlos bien, y más con dos hombres lobos con los que siempre debía fingir ignorancia.
Pero había hecho migas con Rose, la hipster molona. Era tímida como yo y comprendía que me sintiera incómoda, por lo que me ayudaba a que me relajara en el grupo cuando me protegía.
Una pequeña chica con un gran corazón.
-¿Listas chicas? -preguntó animadamente Adel. No hizo falta que asintiéramos ya que respondió rápidamente- ¡Pues para la furgo!
Una enorme furgoneta se veía a lo lejos, la única del aparcamiento. Pero no era la furgoneta blanca sucia que uno puede imaginar, sino una negra con los cristales tintados muy chula.
-Mi padre trabaja en un concesionario, así que me lo ha... prestado -explicó Adel- Si vamos a comprar mucho, necesitamos un gran espacio para las bolsas.
Compradora compulsiva, igual que Dory.
Nos detuvimos frente a la furgoneta y Adel y Scarlett se giraron hacia los chicos.
-Vosotros no estáis invitados.
-¡¿Qué?! -se quejó Wallace alzando los brazos- ¡Venga!
-¿Qué parte no entendéis lo de «compra de chicas»? -dijo Scarlett.
-Pero también queremos ir al centro, y tenéis sitio de sobra -argumentó Jackson.
-Pues id en vuestro coche de chicos...pero sí queréis venir, voy a poner todo el repertorio de Britney Spears y a las Spice Girls.
-¡Yo me piro! Vamos a tomar algo -dijo rápidamente Wallace y los chicos no dudaron en huir ante cruel tortura. Yo reía al lado de Rose.
-¡Es una broma, ¿no?! -miré a Rose divertida.
Me lanzó una mirada, y no eran esas de broma. La sonrisa se me borró de la cara.
Deseaba ir con los tíos aunque vinieran toda la manada y no hubiera espacio para respirar.