Chica nueva, jefe nuevo

Capítulo 8

Salimos de la reunión con un esperanzador entusiasmo, y Valerie y yo nos dirigimos a almorzar, dejando a Grant con sus misteriosos planes que probablemente involucran algo más sofisticado que mi peculiar humor. Me agrada su compañía, pero admito que ha de tener cosas más importantes que hacer.

Mientras caminamos por las bulliciosas calles de Times Square, no puedo evitar hacer comentario respecto de cuán increíble sería ver las calles con estilos que yo elegiría o arrojando mis apuestas sobre cuál será la vidriera ganadora, salvando lo que implica a vestuario ya que ese no es mi fuerte.

Valerie está enfrascada en su móvil, así que intento mirar el mío cada tanto. Inútilmente ya que las únicas notificaciones son las de las apps que se encargan de recordarme cuán interesante es la vida de los demás y no la mía. Solo he cruzado mensajes con mi padre quien solo ha querido saber si estoy bien, pero no más comunicación que esa ya que él aún no comprende sobre mi decisión de haberme escapado de los campos de Ohio y el mandato familiar.

Una vez que Valerie termina de enviar un entusiasta mensaje, intento sacarle a tono de conversación:

—Valerie, necesito tu sabiduría neoyorquina. ¿Dónde podemos encontrar el lugar más chic para almorzar? —pregunto, intentando imitar la seriedad de un crítico de restaurantes. Claro que no tengo la menor idea de los lugares donde es factible comer mejor aquí o donde me de el presupuesto.

—Uf, en esta ciudad hasta las palomas y las ratas se sienten abrumadas respecto de dónde pueden ir a comer—responde Valerie, con una sonrisa divertida.

—¿Es cierto eso de la invasión de ratas?

—Mira por una alcantarilla.

—Creo que estoy bien así, gracias.

—¿Ya me enviaste los formularios que te pedí, Stephanie?

—Ahora nos sentamos y los leo con atención—le prometo.

Finalmente, elegimos un lugar que parece tener el equilibrio perfecto entre elegancia y comodidad, y nos sentamos en una mesa cerca de la ventana, observando la animada actividad de Times Square.

Una vez que elegimos dónde sentarnos, ella pide un wok de pollo y yo lo mismo, pero de vegetales considerando que puede ser más económico.

Empiezo a leer los formularios que ella me ha enviado mientras ella saca su portátil del bolso para seguir trabajando, pero el silencio entre las dos me resulta incómodo. ¿En serio vamos a trabajar durante los minutos que tenemos para la comida? Parece que sí, no lo encuentro mal, pero me pone tensa el silencio entre las dos así que decido darle charla, midiendo hasta qué punto realmente llego a molestar.

—Valerie, cuéntame más sobre ti. ¿Tienes alguna pasión secreta aparte de organizar la vida de Grant? —apenas he soltado esas palabras caigo en la cuenta de que puedo parecer un poco metiche

En su lugar, Valerie sonríe brevemente por mi comentario y decide compartir algunos detalles divertidos sobre su vida: es soltera, acaba de cumplir los cuarenta y dos, lo conoce a Grant desde que era niño porque ella trabajaba para el padre de Grant ordenándole la vida y ahora Valerie es una mujer soltera, independiente y que no emite comentarios sobre su vida personal.

—¿Tienes hijos?—no puedo evitar preguntar—. Lo… Lo siento, es que en Ohio es común…ya sabes, no digo que sea un mandato el tener que ser madre sino…

—Descuida, es lo que se pregunta todo el mundo ante el hecho de que trabajo casi todo el día. Y no, la respuesta es que no tengo hijos.

—Oh, vaya. Pero ¿te gustaría tenerlos?

—Creo que no sería una buena madre, me importa demasiado mi trabajo.

—No me parece mal que puedas vivir tu vida, tus asuntos personales más allá de arreglarles la vida a los Grant.

Me siento un poco impoluta, pero ella se encoge de hombros y suspira. No me ha contestado, sino que me devuelve el balón:

—¿Qué hay de ti,, Stephanie? ¿Alguna pasión secreta que no hayamos descubierto en la reunión o hasta ahora? —me suelta, con picardía.

—Bueno, aparte de mi amor por los chistes perrunos, me encanta bailar reggaetón en la cocina mientras cocino. 

—¿Tienes talento para el baile?

—Creo que soy buena para el “perreo” en las discotecas. Claro que no soy de salir demasiado, en Ohio no había muchas opciones. ¿Y tú? ¿Qué tal vienes sacudiendo hasta el suelo?

—¿Eh? No, yo no bailo.

—¿No te gusta salir?

—Poco. Y el alcohol no es mi aliado.

Es demasiado estructurada.

—Tenemos que salir aquí en Nueva York—le sugiero—. En cuanto tenga mi primera paga de quincena, considérame tu opción para salir de tragos.

—Desconozco sobre la noche neoyorkina salvo lugares de culto donde Grant tiene sus…

—Grant, Grant, Grant. ¿En serio dejarás que te consuma todo en la vida? Digo, es un hombre brillante y genial, pero si decides vivir tus propias aventuras personales, dime cuando quieras salir y te aseguro que seré tu garantía de que te la pasarás fenomenal.

Me sonríe y se vuelve al computador.

Bueno, lo intenté. ¿En serio mi vida será así, entonces? ¿Alexander Grant se piensa que destinaré todo lo que a mí respecta a centrarme pura y exclusivamente en él? 

En cuanto termino por enviar los formularios de mi contratación sin estar del todo segura de haber entendido todos los artículos, le advierto y ella cierra el computador.

—Mira la hora que es, se nos hace tarde.

—¿Cómo sigue el plan?

—Tenemos algo muy importante por hacer. Descuida el pago de la comida, se encarga la empresa.

Creo que esto me empieza a gustar.

—¿Y dónde iremos ahora?—le pregunto mientras salimos del restaurante de los woks.

—Espero hayas traído calcetines nuevos—me advierte y la cabeza se me queda hecha un lío sopesando las opciones.

 




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