¡Es hora de jugar con la moda de alta gama y hacer brillar Times Square con mi estilo ayudado por el criterio de calidad y el buen gusto! Mientras recorro las elegantes opciones, mi imaginación se dispara.
Valerie me ha traído desde zapatos formales hasta camisas con vuelos extraños y no solo faldas sino también pantalones. Lo primero que me pruebo y ella me descarta es un vestido de gala.
—¿Qué tal este vestido largo?—le pregunto al salir para que me evalúe. Tiene un corte elegante, pero sujétense las pantaletas al verme porque ¡tiene un lazo gigante en la espalda. ¡Literalmente, estoy llevando mi estilo en la espalda!
Ella me mira con dudas y al voltearme, me arroja una negativa. Justo por el lazo de la espalda era que me gustaba, pero probablemente no vio esa parte de atrás al elegirlo para mí.
SIgo con un traje sastre digo de la mayor extravagancia. Pantalones anchos para un toque de drama y una chaqueta con solapas tan grandes que podría usarlas como alas. No me hace sentir muy cómoda, pero Stephanie me quita la chaqueta y quedo con una musculosa fina debajo color crema.
Me miro en el espejo y me siento demasiado… No lo sé, como si metieras en una licuadora el toque por la sensualidad y mi falda de carácter para llevar esto.
—Enderézate. Vista al frente y una sonrisa que muestre tus dientes—me ordena Valerie y le sigo la corriente cual militar.
—¿Así?
—Sí, mucho mejor.
Tiesa, me vuelvo al probador y sigo con otros outfits. Procedo a una falda centelleante. Parece que la purpurina mágica tuvo una fiesta aquí. Cada paso será como un espectáculo de fuegos artificiales en miniatura. ¡Perfecto para iluminar la ciudad! Valerie me suelta que no.
Procedo a un mono ajustado cubierto de lentejuelas que parecen cambiar de color con cada movimiento. Valerie me dice que aguarde y regresa con otro color negro sin las lentejuelas.
—Creo que no tengo las curvas necesarias para llevarlo—le digo, cuando en verdad lo que más me preocupa es que cuesta ¡¡quinientos dólares!!
—Olvídalo, es el adecuado.
Procedo con unos zapatos deportivos para este mono y seguimos con otras opciones: una falda de tul voluminosa que mi compañía descarta con horror. Una chaqueta de cuero con parches de arbolitos de navidad y renos que ella no entiende cómo llegó a mi probador.
—Quizá me la elegí sin querer—murmuro, con pena—. Está bonita para una actividad más deportiva, ¿no crees?
—Quítate eso, Stephanie.
Accedo y procedo con más faldas, camisas y pantalones de los cuales termino eligiendo uno de cada uno y me he convertido en una montaña de prendas que me quedan y se convierten en un montón de bolsas de papel.
El chofer llega para ayudarnos con las bolsas.
Mientras Valerie se acerca a la caja, una de las dependientas se acerca con un vestido. Uno que vi antes.
Echo un vistazo y descubro que el maniquí ya no lo tiene puesto.
—¿Qué rayos?—murmuro.
—No tienes ropa de gala. Se vienen algunos eventos de cierre de año donde acompañarás al señor Grant.
Cierto, eso.
—Valerie, este vestido realmente es muy costoso.
—Y está dentro de nuestro presupuesto. Pruébatelo.
—Le sentará maravilloso este color, señorita—acota la vendedora—. Solo vea cómo le queda puesto y luego nos enseña.
Suelto una bocanada de aire, aceptando finalmente la opción.
Observo el vestido, suspicaz y me lo llevo al probador.
Me lo pruebo con cuidado, como si la tela fuese un bien muy preciado, aunque probablemente lo sea comparado con el total de mi patrimonio neto que consiste en unas cuantas prendas, cucarachas y una valija con una ruedecilla mala.
Entonces, me lo veo al espejo. ¿Soy yo? ¿Esa persona que está ahí soy yo?
El tono azul del vestido es audaz, con alma propia, como el cielo despejado de una noche estrellada. El color resalta, será seguramente un imán de miradas y ha de crear un interesante contraste con las luces de la ciudad. La longitud del vestido me pinta muy corto, pero es unos tres dedos por encima de las rodillas, añadiendo un toque moderno y juvenil. Este corte revela una dosis justa de piernas, agregando un toque coqueto y divertido. Qué va, justa quizá sería demasiado generoso de decir. La característica más llamativa del vestido son los hombros descubiertos, que aportan un toque de sensualidad y elegancia. Este detalle crea una silueta femenina y resalta la delicadeza de la clavícula. Solo lo sostienen unos breteles finos que me dan algo de seguridad de que no andaré por ahí enseñando un seno y medio, sin embargo la silueta del vestido es ajustada, resaltando la figura y manteniendo todo en su lugar. Esto le confiere una elegancia atemporal, creando una armonía entre la modernidad y la sofisticación clásica lo cual se acompaña de un escote que equilibra la audacia con la elegancia. Es lo suficientemente pronunciado para añadir un toque sensual, pero lo bastante sofisticado para adaptarse a diversas ocasiones. Sería el vestido ideal para una noche de coctelería de negocios.
En cuanto Valerie y la dependienta me ven, toman la decisión sin siquiera preguntarme.
Rendida, me lo quito y me hago una idea de lo mucho que puede cambiar una persona solo por lo que lleva puesto. Exteriormente, ya que por dentro sigo siendo la misma Stephanie de siempre.
Con mi colección de atuendos extravagantes elegidos, Valerie se queda pagando y decido aventurarme hacia la sección de ropa interior. Mis ojos se encuentran con encajes, colores crema y, por supuesto, etiquetas de precios que podrían rivalizar con las luces de Times Square. Como buena detective del presupuesto, mi preocupación comienza a burbujear. ¿Cómo puedo justificar estos precios astronómicos para algo que nadie más verá? Yo misma me pagaré esto, no creo que el presupuesto contemple mis calzones.
Entonces, justo cuando estoy a punto de hacer una retirada estratégica para considerar ir a una tienda de rebajas donde elegir mis pantaletas, aparece Alexander Grant como un salvador inesperado en mi comedia de compras.