Chicago

Capítulo 2

Emma

Demoramos en total cuarenta minutos en el supermercado, no sabíamos bien qué cocinar, Will quería pasta y yo pollo, por lo que decidimos dejarlo a la suerte. ¿Cómo? Pues quedamos en que lo primero que encontremos sería lo que se prepararía y al final terminamos decidiendo carne asada. El universo juega muy limpio, ¿no?

Para cuando llegamos al departamento ya eran las doce y media, así que nos pusimos a cocinar. Aparte iba a hacer brownies como postre y una limonada para acompañar todo.

—Vas a hacerlos con mantequilla de maní... ¿verdad? —miré a Will, y este sostenía el bote de la mantequilla entre sus manos—. Los favoritos de Jay.

—Sí, ¿qué tiene? —tomé los ingredientes y los puse a un lado para empezar con la carne.

—¿Por qué nunca me haces brownies especiales? —podía sentir su mirada fija sobre mí, de forma acusatoria y de reproche en su mayoría. Estaba celoso, como siempre que se trataba de Jay.

—¿Cómo que nunca? Para tu cumpleaños siempre te preparo los postres que te gustan —lo regañé. Solo estaba tratando de hacerme sentir mal.

—Lo sé, solo bromeaba —sonrió de forma inocente y tomó los vegetales.

—Muy gracioso. ¿Te desayunaste un payaso hoy?

—Tal vez —dijo con un encogimiento de hombros y su típica media sonrisa de chico encantador.

Negué con la cabeza y seguí preparando la carne mientras él lavaba y cortaba los vegetales. Cada que tiene la oportunidad, hace una escena de "celos". Jay y Will siempre han peleado por saber quién de los dos es mi favorito. No tengo uno. Ambos son únicos y los quiero por igual... tal vez a uno más que al otro.

—¿Viste a mi hermano en el hospital? —pregunté mientras hacía la mezcla de los brownies, esperando a que se marine la carne.

—Sí, estuvo en emergencias durante varias horas. Me dijo que te llamaría más tarde —lo observé por un instante.

Will y Connor suelen pelear mucho cuando tienen opiniones distintas. Era muy frecuente oír el alboroto que causaban en el hospital, pero cuando llegan a un acuerdo, son un equipo espectacular.

—No nos peleamos, Emm. Todo el turno fue tranquilo —me aseguró al notar mi mirada.

—Bien, te daré el beneficio de la duda. Ahora pásame la mantequilla de maní.

—Sí, chef —ambos reímos por la tontería y seguimos cocinando.

Estuvimos cocinando, hablando y cantando, ya que habíamos puesto música para acompañarnos cuando los temas de conversación se terminaron. Cuando todo ya estaba listo, vi la hora y faltaba poco para las dos de la tarde cuando el timbre interrumpió nuestra batalla de rap que habíamos comenzado quién sabe cuándo, si a lo que hacíamos le podemos llamar así.

—¡Voy! —grité y corrí a la puerta.

—Gracias por dejarme sordo —comentó Will con sarcasmo y una sonrisa cansada.

Reí ante su comentario y abrí la puerta. En el umbral se encontraba un castaño con los ojos azul claro que se tornaban verdes según la luz o el color de su ropa. Alto y ejercitado, con apariencia de modelo. Tal vez exagero, pero Jay es un tipo muy guapo, al igual que Will. Nadie pensaría que son un doctor y un detective respectivamente.

—Una foto dura más, ¿sabes? —la voz un tanto grave y directa de Jay me sacó del trance en el que estaba mientras observaba cada detalle de él. Su tono serio tenía ese toque bromista típico suyo.

—Lo siento, pero no te veo muy seguido por el trabajo —aparté la mirada, avergonzada, y me hice a un lado para que pudiera entrar.

—Trataré de venir más seguido —besó mi mejilla antes de entrar, provocando un leve sonrojo en mis mejillas. Jay no solía mostrar cariño en público, pero con quienes quiere, es protector y cálido.

—Eso me gustaría —cerré la puerta y regresé a la cocina con él a mi lado.

—Entonces verás este rostro más seguido y no tendrás que estar estudiando mis facciones cada vez que me ves —sonrió con esa típica sonrisa ladeada suya y se acercó a Will.

—Acabas de llegar y ya estás molestando —dijo Will, con una ceja arqueada mientras se daban un breve abrazo como saludo—. No extrañaba eso.

—Yo también te quiero —le lanzó una mirada burlona mientras su hermano rodaba los ojos con resignación. Jay no perdía una sola oportunidad para fastidiar un poco, aunque sabía cuándo parar.

—Ya. No quiero peleas, sabemos cómo terminará todo —les reproché, y ambos levantaron las manos en forma de rendición.

—Bien, nada de peleas —sentenció Will con tono diplomático y se puso a poner la mesa.

Entre los dos acomodaron todo mientras yo llevaba la comida. Por más que ambos suelen discutir, llegaban a ser un gran equipo si la situación lo ameritaba, sobre todo en el trabajo. Eran increíbles. Sufrieron durante su vida, pero siempre estuvieron para el otro y no dejaron de apoyarse. Aunque pelean con frecuencia, siempre resuelven todo y son un equipo bastante sólido.

—¿Estás escribiendo un libro de nosotros en tu mente? —habló el ojiazul una vez estuvimos sentados. Jay no era de hablar mucho, pero cuando lo hacía, te descolocaba con su franqueza.

—No dejas de observarnos sin decir ni una palabra —continuó el pelirrojo que se encontraba frente a mí, con una mirada expectante y curiosa.

—No... pero podría —los miré con una expresión pensante y ambos se miraron.

—Si es así, debes poner que soy el más guapo de ambos —Jay fue el primero en hablar luego de unos segundos de debate mental. Lo dijo con el rostro serio, pero sabíamos que era una broma.

—Obviamente que pondré que Will es el más guapo —hablé lo más seria posible, y pude ver cómo su expresión cambiaba.

—Qué mala eres —se hizo el ofendido y empecé a reír.

—Bájale a tu ego —lo regañó su hermano mientras se servía lo que iba a comer.

—Está bien, pero en serio —tomó la ensalada y puso una gran cucharada en su plato—, ¿sí vas a escribir un libro de nosotros? —preguntó el mayor de los hermanos antes de comer su primer bocado.



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En el texto hay: amor, chicago, chicagopd

Editado: 27.07.2025

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