Emma
Las horas pasaron, con ellos el tiempo vuela, aun más cuando llevábamos un mes sin poder vernos. Siempre había mucho que contar y muy poco tiempo para hablar y así llegó el momento de despedirse.
—Quisiera que se quedaran más tiempo —los miré con tristeza y ellos a mí con ternura.
Will fue el primero en acercarse y darme un abrazo cálido. Era delicado y protector, pero también directo y realista, como siempre lo ha sido. Siempre actuaba como hermano mayor pese a que ya tengo uno. Decía que lo hacía porque Connor no era lo suficientemente bueno en ese papel.
—Trataremos de visitarte más seguido, y tú también podrías darte una vuelta por el hospital, ¿eh? —dejó un beso en mi cabeza y se alejó para tomar su mochila.
—Seguro, quisiera ver a los demás también —sonreí y vi a Jay, quien se acercaba a mí.
El abrazo de Jay fue reconfortante. Me sentía segura y en paz entre sus brazos. Me encantaba abrazarlo y sentir cómo su perfume te envuelve. Usaba uno fuerte, que quedaba impregnado en la ropa y era fácil de reconocer.
—No te sobreesfuerces —dijimos los dos a la vez en un susurro, provocando una sonrisa de mi parte. Siempre cuidamos el uno del otro.
Jay sonrió con ese gesto tan suyo, reservado pero sincero. Aunque solía ser serio, conmigo siempre mostraba su lado protector, el que pocos conocían fuera de la Unidad de Inteligencia.
Una vez terminó el abrazo, ambos caminaron a la puerta y me sonrieron antes de salir, cerrando la puerta detrás de ellos.
Cuando estuve sola solté un suspiro y me tiré al sofá. Aún podía sentir el perfume de Jay en el ambiente. Cada vez que venían mis amigos, el departamento cobraba un ambiente animado, y cuando se iban todo se apagaba. No era triste, pero siempre tenía un toque melancólico.
En nuestro grupo somos cinco: Jay y Will, los hermanos Halstead —el primero detective de la Unidad de Inteligencia, reservado, intenso, pero leal; el segundo, médico de urgencias, pasional, terco y con un gran corazón—; Kim, la más amigable y empática, dulce pero fuerte, que es de mi edad; Anny, que era una bomba de tiempo, ruda y leal, con un año más que yo. Las cinco siempre estuvimos juntos desde que nos conocimos. Kim y Anny se unieron al grupo en la preparatoria y ahora trabajan junto a Jay como detectives en la unidad de inteligencia de la policía de Chicago, mientras que Will es médico de emergencias en el Med, justo al lado de mi hermano, que es cardiólogo y cirujano.
Anny y yo somos las más unidas. Es mi mejor amiga, mi persona, con quien puedo contar para todo... literal.
Tomé mi móvil y empecé a revisar mis redes sociales, como siempre respondía y daba me gusta a los comentarios de mis lectores en la última publicación que había realizado. Mi ánimo subía al ver todo el apoyo y buen recibimiento que tenían mis historias. Eso me inspira a seguir escribiendo.
Me había concentrado tanto viendo Instagram que salté del susto cuando empezó a sonar el tono de llamada entrante, haciendo que soltara el móvil y que este me cayera en la cara. Lo volví a tomar rápidamente y contesté, sabiendo quién era el que llamaba.
—Me diste un buen susto, ¿sabías?
—¿Estabas entretenida en redes de nuevo? —la voz ronca que se escuchó denotaba que era un recién levantado Connor el que me hablaba.
—Sí, esperaba tu llamada un poco más temprano —miré el reloj que tenía en la mesa de noche y ya marcaba las diez de la noche. Parecía que me había pasado una hora en Instagram.
—Lo siento, me quedé dormido nada más llegar del hospital.
—No te preocupes, imagino cómo debes estar. Will se veía horrible cuando llegó esta mañana —confesé.
—¿Qué tal tu día con los Halstead? —trataba de ocultar el tinte de molestia en su voz. Ya sabía que se había peleado con Will de nuevo.
—Pelearon, ¿verdad?
—¿Qué te dijo Will? —esquivó mi pregunta con otra pregunta. Era un hecho.
—Solo me dijo que me llamarías. Así que pregunto: ¿se lo dijiste antes o después de la pelea? —escuché un suspiro prolongado antes de obtener su respuesta.
—Antes.
—No preguntaré por qué fue esta vez. Parecen dos niños. Se conocen desde hace diez años y siguen actuando como adolescentes.
—Eso lo tengo muy claro, Emma. No quiero pelear contigo también. Solo quería llamarte para decirte que en estos días estaré pasando a verte —aquello me hizo sentir un poco mal por haberlo regañado, pero no podía pasarlo por alto.
—De acuerdo, pero sabes que mereces el regaño.
—Sí, lo sé. Ahora dejo que descanses.
—Bien, adiós Connor, te quiero.
—Yo igual, pequeña. Nos vemos.
Suspiré luego de colgar la llamada y me quedé viendo el techo por un rato. Un día me sacarán canas esos dos y mi paciencia se va a esfumar.
Estuve un par de minutos más en el móvil y luego me dispuse a prepararme para dormir. Fue un día relajado y no tenía mucho sueño, pero ya estaba incómoda en el sofá. Me puse el pijama, limpié e hidraté mi rostro y al final me metí a mi cama. En mi mesa de noche tenía el libro que estaba leyendo —Orgullo y Prejuicio— junto a la lámpara, además de una pequeña libreta y una pluma por si tenía ideas o simplemente quería anotar mis sueños.
Me acomodé en la cama luego de apagar la luz y me puse a meditar. Repasaba todo lo que había pasado en el día y hacía memoria de las cosas que tenía que hacer al día siguiente, hasta quedarme dormida.
Jay
Las noches en Chicago los fines de semana eran muy animadas. Los bares y clubes estaban llenos de gente queriendo divertirse o pasar un buen rato.
El día había sido muy ameno. Estar con Emma y Will me había levantado el ánimo luego de un caso difícil. Muchas veces mi día libre lo pasaba solo o tomaba otro caso y posponía el descanso. Amo mi trabajo, aunque sea muy demandante y arriesgado. Pero eso muchas veces arruinó mi vida personal. Tengo buenos amigos... sí, pero en lo sentimental me ha ido mal.
Editado: 27.07.2025