Jay
Pasaron los minutos y fueron llegando los demás a la oficina, algunos más animados que otros... y lo entiendo, es sábado.
—Sí que es un buen día, ¿no? —todos miramos sorprendidos a Kim, que rara vez hacía bromas.
—¿Adam te hizo feliz? —me reí ante el comentario de Anny, mientras ella observaba con picardía a una castaña que se sonrojaba visiblemente.
—¿Por qué me metes a mí? —protestó Adam, fingiendo molestia, mientras los demás reíamos por la situación.
—Vamos, todos sabemos que están juntos. No sería raro que hayan dormido juntos —Anny se encogió de hombros, ignorando la mirada de reproche que le lanzó Kim.
—Bien, basta de parloteo, tenemos un llamado —la voz grave de Voight cortó la conversación. Apareció caminando firme hacia las escaleras y todos nos pusimos en movimiento, tomando nuestras chaquetas para salir de la oficina.
Subí al auto junto a Antonio, mi compañero, y nos dirigimos a la escena del crimen seguidos por los demás. Desde que nos emparejaron, Antonio y yo nos volvimos bastante cercanos. Era directo, explosivo y agresivo cuando hacía falta, características que funcionaban bien en el trabajo. Aunque podía ser bromista y relajado en los momentos tranquilos, sabía cuándo enfocarse. Además, no pasaba desapercibido... especialmente para Anny, que insistía en llamarlo el latino ardiente.
—Esperemos que no sea homicidio —comentó, sin mucha esperanza.
—Tal vez es solo un robo o un tiroteo —lo miré por unos segundos y luego volví la vista al camino.
—Por lo menos no es tan lejos.
Estacioné el auto detrás del de Voight. Apenas bajamos, todo indicaba que se trataba de un conflicto entre pandillas. Nada nuevo en Chicago, pero igual de peligroso cada vez.
Emma
Desperté con la luz de la mañana colándose por las cortinas de mi habitación. Era sábado y no tenía muchas obligaciones, así que no había prisa por levantarme.
Tomé mi móvil y vi que recién eran las ocho. Me quedé un rato revisando y respondiendo mensajes, poniéndome al día con redes sociales y correos.
Lo bueno de trabajar desde casa es que no tienes un horario fijo. Puedes ser productiva o quedarte en cama... y cuando amas lo que haces, todo fluye igual.
Después de un rato decidí empezar con mi día. Pensaba dar un paseo por la ciudad en busca de inspiración para mi nuevo libro. Llevaba un par de semanas bloqueada, y ya era momento de retomarlo. Luego de una ducha y un buen desayuno, salí de mi departamento y comencé a caminar sin rumbo fijo por las calles de Chicago. Me puse los audífonos y reproduje una playlist que me recomendó Spotify.
La música era animada, y de vez en cuando cantaba algunas estrofas. El cielo estaba despejado, corría una brisa agradable; el día era cálido y tranquilo. Vi a varios niños jugando en el parque mientras sus padres los observaban relajados. Sus risas llenaban el aire. Mi mente empezó a trabajar, creando escenas, personajes, historias. Una de las mejores herramientas de un escritor es la observación: muchas ideas nacen de ver a una persona, un lugar, una situación.
—¡Emma!
Fruncí el ceño y me quité los audífonos al escuchar mi nombre. Pensé que tal vez fue mi imaginación.
—¡Emma!
Volvieron a llamarme, esta vez más cerca. Me giré y una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver a mi mejor amiga corriendo hacia mí. Hacía mucho que no la veía.
—¡Anny! —grité, justo antes de que me abrazara con fuerza y me levantara del suelo. Era más alta que yo, así que podía hacerlo sin esfuerzo.
—Lo siento, la emoción —rió mientras me dejaba de nuevo en el suelo—. Te extrañaba, enana.
—¿Qué haces por aquí? —la miré con curiosidad. Podía suponer que estaba patrullando.
—Tenemos un caso cerca y te vi... así que corrí —sonrió con su sonrisa amplia y cálida, luego me abrazó otra vez.
—No cambias —reí mientras la estrechaba con fuerza—. Tienes que ir a verme. Tenemos que ponernos al día de todo.
—Mi día libre es el lunes. ¿Pasamos el día juntas?
—Claro. Podrías venir mañana después del turno y quedarte a dormir.
Su sonrisa se hizo aún más grande. Sabía exactamente lo que pensaba.
—¡Pijamada! —gritamos al mismo tiempo antes de estallar en carcajadas.
—¡Anny!
Ambas volteamos al escuchar la voz familiar. A lo lejos, Jay nos observaba mientras se acercaba. Me saludó con una sonrisa que me robó el aliento. Le devolví la sonrisa, captando de inmediato la atención de la morena que tenía al lado.
—Deja de coquetear con Halstead —me sonrojé y aparté la mirada, escuchando la risa de Anny.
—Sabes que voy a vengarme por eso —dije entre dientes, fingiendo molestia.
—Correré el riesgo. Llevas colada por Jay desde la preparatoria —me miró con esa cara de "te tengo".
—No estoy enamorada de él —gruñí, ya fastidiada.
—Y yo soy virgen —comentó con sarcasmo, cruzándose de brazos mientras me miraba con burla—. Se nota muchísimo que ambos se gustan, pero no lo quieren aceptar.
—Que no me gusta Jay. Y si a él le interesara algo conmigo, habría ido solo a mi departamento —rebatí, pero tan pronto como terminé de hablar, supe que había metido la pata.
—¿Fue a verte?
—Sí, ayer...
—Ese maldito...
—Es mejor que vuelvas al trabajo —cambié de tema de inmediato para relajarla. Sabía que si seguíamos, podría explotar.
—Esta conversación no ha terminado. Mañana no te salvas —me abrazó una vez más.
—Nos vemos mañana.
—Adiós.
La vi alejarse corriendo hacia donde estaba su compañero. Sonreí al verlos irse, luego suspiré y volví a lo mío.
Editado: 27.07.2025