Emma
Luego de que Anny se fuera, caminé por la ciudad durante media hora más. Me compré un helado y algunas cosas para mi escritorio en una papelería que encontré de paso; siempre me ha encantado perderme en esas tiendas. Hay algo mágico en todas las cosas que puedes encontrar en ellas.
Ya era pasado el mediodía, así que pasé por un McDonald's antes de regresar a casa. Pedí una Big Mac y unos nuggets de pollo con salsa; moría de hambre, así que en cuanto tuve la comida en mis manos, emprendí el camino de vuelta a mi departamento.
Pero, como si fuera escena sacada de una película, cierto hombre de ojos azules apareció frente a mí de la nada, como si el universo lo hubiera soltado justo ahí. Y para qué mentir: es tan guapo que cualquiera podría tropezar del susto o del flechazo.
—¡Kelly! —exclamé, mitad susto, mitad emoción.
—Emma, qué gusto verte —me envolvió en uno de esos abrazos suyos, grandes y cálidos, y me alzó como si fuera una pluma. Hoy, definitivamente, era el día en que todos querían levantarme del suelo.
—Lo mismo digo, pasaron dos semanas desde la última vez que te vi —sonreí al recordar aquella visita.
Esa vez fui a la estación 51 a visitar al jefe Boden por un artículo que tenía que escribir, y por supuesto, los chicos no me dejaron irme tan rápido.
—Deberías venir más seguido —dijo con su típica sonrisa carismática—. Cruz extraña escucharte leer esas historias tuyas, y Matt preguntó por ti el otro día.
—Tenía pensado ir esta semana, pero entre el libro y otros proyectos, se me pasa el tiempo volando. Lo prometo: pronto paso por allá —dije, alzando la mirada para alcanzarlo; Kelly es tan alto como Jay o Will.
—¿En qué estás trabajando ahora, linda? —preguntó con esa sonrisa de medio lado que solía derretirme hace un año cuando recién nos conocimos. Todavía tiene ese efecto, aunque ya no tanto como antes.
—Es secreto —respondí, sonriendo con picardía. Y sí, estábamos coqueteando. Era casi inevitable con él.
—De acuerdo, señorita misterio, no más preguntas.
En ese momento, mi estómago rugió de nuevo. Hora de irme.
—Tengo que volver, y tú tienes turno, ¿cierto? No te retrases —me puse de puntas para besar su mejilla, gesto que aceptó con una sonrisa.
—Nos vemos, Emma —me regaló una última mirada. De esas que podrían derretir el Polo Norte.
Suspiré y seguí mi camino. Al llegar a casa, tiré las bolsas sobre el sofá y me dirigí directo a la cocina. Amaba comer, y aunque sabía lo que decían sobre la comida rápida, no me importaba. De vez en cuando, un gusto no hace daño.
Mientras devoraba mis nuggets y papas, revisé las notas que había escrito en mi celular durante el paseo. Ideas frescas para varios capítulos más. La emoción de estar tan cerca de terminar el libro era incomparable. Terminar una historia completa no es fácil, pero cuando lo logras... es de las mejores sensaciones del mundo.
Justo cuando estaba terminando de comer, recibí una llamada. En la pantalla apareció la foto de mi pelirrojo favorito.
—Hola, Weasley —dije al contestar, sonriendo.
Will rió. Nos une nuestro amor por Harry Potter, y desde que leímos los libros, decidí que él era oficialmente parte de la familia Weasley.
—Pequeño demonio, ¿cómo va tu día?
Ese apodo... lo uso cada vez que me ve en modo vengativo.
—Tranquilo por ahora. Salí a caminar, me encontré con Anny.
—¿Estaba sola?
—No. Andaba con Kim, Jay y Antonio.
—¿Le dijiste que fuimos a verte?
—Sí. Y creo que se enojó con ustedes —respondí mientras mordía la última papa.
Will guardó silencio unos segundos.
—¿Will?
—Solo espero que no le haya pegado a Jay.
—No lo creo... o eso espero —dije haciendo una mueca—. ¿Y tú? ¿Qué tal el trabajo?
—Día tranquilo, por ahora. Casi no hay pacientes, así que estoy aprovechando para leer.
—Qué suerte. Es raro tener un día así en el hospital.
—Sí... Justo quería preguntarte si te—...
Lo interrumpieron llamándolo desde lejos.
—El deber llama —reí.
—Seguimos hablando después, pequeña.
—Claro. Hasta luego, pelirrojo.
Colgué y limpié la cocina. Siempre me ha caído bien Will. Es de los mejores chicos que he conocido. A veces me pregunto cómo sería si me hubiera enamorado de él, pero la verdad es que solo lo veo como a un hermano mayor. Además, él está feliz con April, su novia enfermera del hospital.
En nuestro grupo, tres están en pareja: Will, Kim y Anny. Todos terminaron enamorándose de compañeros de trabajo. Y aunque no siempre es fácil, se nota cuánto se quieren. Me gustaría tener algo así algún día... pero no tengo prisa.
Tomé las bolsas del sofá y las llevé al escritorio. Acomodé todo mientras escuchaba música y me puse a escribir. Perdí la noción del tiempo y cuando levanté la vista, ya eran las ocho de la noche. Mi estómago empezaba a reclamar y mis dedos también pedían descanso.
Me estiré, tomé el celular y vi que tenía notificaciones en el grupo:
Mensajes del grupo
Jay: ¿Alguien tiene un megáfono?
Anny: ¿Megáfono?
Will: ¿Para qué necesitas uno?
Kim: Jay, deja la cerveza, por Dios. ¿Cuánto tomaste?
Yo: ¿Qué rayos...?
Anny: ¡Jay!
Jay: No estoy tomando. Necesito un megáfono.
Yo: Yo no tengo.
Kim: Le preguntaré a Adam.
Anny: Creo que tengo uno. Voy a ver.
Will: ¿Qué estás tramando, Jay?
Jay: Ya sabrán. Avísenme. Si no, tendré que comprar uno.
Editado: 27.07.2025