Chicago

Capítulo 8

Emma

Luego de la locura de Jay, vi el video que había grabado. Fue muy tierno de su parte revivir ese momento que habíamos compartido. Tomé mi celular y revisé todos los mensajes que llegaron luego de enviarlo al grupo:

Mensajes

Anny: JAJAJA
Kim: ¿Para eso quería el megáfono? ¿Por qué no compró una bocina?
Yo: Ya saben cómo es Jay.
Anny: Es un imbécil.
Will: Se cayó de pequeño.
Jay: ¡Hey! Eso no es verdad.
Kim: Yo creo que sí.
Anny: La serenata más rara que he visto.
Yo: Fue gracioso.
Jay: Dejen de burlarse, puedo leer todo lo que escriben.
Will: Sabes que a Anny no le interesa.
Anny: Exactamente.
Yo: Ya, debemos dormir.
Kim: Descansen, nos vemos.
Will: Adiós.
Anny: Bye.

Jay es el principal objetivo de Anny cuando se trata de fastidiar, y viceversa. No saben cuándo parar.

El domingo pasó sin pena ni gloria. Me puse a reorganizar toda mi habitación. Ya me había cansado de verla igual, así que moví todo lo que pude para darle un aire distinto. Parecía que no había nada interesante por hacer. No tenía que escribir, así que mis planes se limitaban a estar tirada en el sofá viendo Netflix... o eso pensé, hasta que sonó el timbre.

Abrí sin mirar por la mirilla, y frente a mí estaba mi ángel de la guarda, mi compañero de vida.

—¡Connor! —grité al lanzarme a sus brazos. Me atrapó al vuelo, como siempre.

—Hola, mi pequeña —su abrazo se hizo más fuerte, como si tampoco quisiera soltarme.

—Te extrañé muchísimo —susurré cerca de su oído, sin aflojar mi abrazo de koala.

—Yo también, hermana —dijo bajando la voz. Después me dejó en el suelo y entró al departamento.

—Pensé que vendrías la próxima semana —admití mientras lo veía sentarse en el sofá.

—Pude salir antes del hospital, así que decidí venir de sorpresa —me sonrió y dio unas palmadas al espacio libre junto a él para que me sentara.

—Muy buena decisión —dije, sentándome a su lado con una sonrisa.

De los dos, lo único que compartíamos a simple vista eran los ojos y el cabello. Él se parecía mucho a papá, mientras que yo era una copia de mamá, lo cual siempre fue un tema delicado en casa. A papá no le gustaba.

—¿Cómo has estado, Emma? —de pronto su mirada se tornó seria. Sabía exactamente hacia dónde iba esa pregunta.

—Tranquilo. He estado bien y enfocada en el trabajo. No tienes por qué preocuparte. No he vuelto a caer en depresión, si eso es lo que estás pensando —dije con suavidad, intentando calmarlo.

Durante años luché con una depresión profunda a raíz de la muerte de mamá. Hoy en día la tengo más controlada, aunque no superada del todo. Y sé que Connor todavía teme que recaiga.

—Sabes que sigues caminando en la cuerda floja —confesó—. No puedo evitar preocuparme por ti. Me aterra que... termine igual que mamá.

Esas palabras me estrujaron el corazón. Durante años, Connor asumió el rol de cuidador, tratando de mantenerme viva cuando yo ya no quería seguir. Lo abracé con fuerza, y así nos quedamos por un buen rato, sin decir nada más.

El resto del día lo pasamos viendo películas y capítulos sueltos de una serie en Netflix. Cuando llegó la noche, Connor se fue, y apenas unos minutos después, el timbre volvió a sonar. Sabía que era mi mejor amiga. Habíamos planeado una noche de chicas. Me hubiera encantado que Kim también se uniera, pero seguramente estaría con sus padres... o con Adam.

Sin embargo, al abrir la puerta, no solo vi la melena rizada de Anny. También estaba Kim, sonriente, a su lado. Fue como si me leyeran la mente. Ambas llevaban mochilas y varias bolsas llenas de comida.

—¡Sorpresa! —chilló Kim.

Di un pequeño grito de emoción y abracé a las dos. Estaba feliz de verlas.

—Me leíste la mente —dije al separarnos—. Justo estaba pensando en cuánto me gustaría que Kim nos acompañara.

—Sabía que sería divertido si estábamos las tres —respondió Anny, guiñándome un ojo.

Me hice a un lado para que entraran. Tomé sus maletas pequeñas y las llevé a mi habitación, mientras ellas se encargaban de la comida. Al entrar a la cocina, el aroma de las hamburguesas invadía el aire. Habían comprado un montón de frituras, dulces y bebidas que acomodaban en tazones.

—Sí que compraron muchas cosas —dije, tomando una papa frita y comiéndola.

—Aún faltan las palomitas —añadió Kim, mientras sacaba las botellas de gaseosa y cervezas.

Ambas sabían que no me gustaba la cerveza, así que saqué una botella de vino tinto y unas copas. Desde que empecé a beber, el sabor de la mayoría de cervezas me desagrada, salvo por algunas artesanales.

—Me sorprende que Antonio y Adam las dejaran venir con tanta facilidad —las miré. Ambas soltaron una risa.

—Antonio me lo puso difícil. Quería pasar su día libre conmigo, pero logré convencerlo de que fuera a visitar a su hermana —respondió Anny, tomando una de las copas después de que serví un poco de vino.

—Adam trabaja mañana junto a Jay y Kevin. Yo pedí el descanso para hoy cuando Anny me dijo que venía y sugirió que también me uniera —Kim me miró atenta al mencionar al ojiazul.

—Hablando de Jay... ¿cómo pasó lo de ayer? —preguntó Anny, con tono curioso. Ambas me miraban con atención.

—Al parecer recordó lo que hizo en la adolescencia. En ese entonces yo la estaba pasando muy mal... me habían humillado en la escuela. Lo que no sabe es que, además, mis padres estaban peleando constantemente y yo temía por mi madre —dije, fijando la mirada en la copa entre mis manos.



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En el texto hay: amor, chicago, chicagopd

Editado: 27.07.2025

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