Chicago

Capítulo 16

Jay

El sábado llegó y me encontraba ansioso. Aún no terminaba de asimilar que se lo pedí a Emma... y que ella aceptó. Por suerte, tenía un traje perfecto para la gala. Nos dieron el día libre para prepararnos, así que aproveché: hice ejercicio, desayuné, ordené mi departamento, llevé la camioneta a lavar, hice las compras de la semana, almorcé... y ahora estaba planchando la camisa que iba a usar.

Quizá estaba haciendo cosas de más, pero necesitaba mantener mi mente ocupada. Si no, iba a terminar dándole demasiadas vueltas a lo que debía —y no debía— hacer esta noche.

En un abrir y cerrar de ojos, ya eran las siete. Estacioné frente al edificio de Emma y subí hasta su departamento. Mientras esperaba en la puerta, tamborileaba los dedos contra mi pierna por los nervios. Cuando tocó abrir, intenté parecer tranquilo, pero toda esa compostura se fue al tacho en cuanto la vi.

Decir que se veía hermosa era quedarse corto. Llevaba un vestido azul que le quedaba perfecto, su cabello caía en suaves ondas sobre los hombros, y sus ojos resaltaban con el maquillaje justo. Me quedé sin palabras.

—Guau, Jay. Te ves muy guapo —me dijo ella con una sonrisa al notar mi reacción.

—Tú... —aclaré la garganta, tratando de no quedarme colgado—. Te ves preciosa, Emma. Ese vestido es... increíble.

—Gracias. ¿Nos vamos? —dijo, sonrojándose un poco.

—Claro.

Tomó su bolso, se puso el abrigo y tomó mi brazo para bajar. El camino fue tranquilo, compartimos el silencio sin incomodidad. Ya habría tiempo para hablar más en la gala.

Cuando llegamos, la mayoría ya estaba ahí. El ambiente era elegante y relajado. Había música suave de fondo, y muchos conversaban con una copa de vino mientras esperaban el inicio de la subasta.

—¡Jay! ¡Por aquí!

Era Adam, levantando el brazo desde su mesa. Me dirigí con Emma del brazo y saludamos al grupo.

—Te ves preciosa, Emma —dijo Kevin con su típica sonrisa tranquila.

—Gracias, Kev. Tú también te ves muy bien.

—Debo admitir que ese traje te queda demasiado bien, Jay —intervino Anny, con una sonrisa ladeada. Estaba de la mano con Antonio.

—Deberías esforzarte más con los cumplidos, Ann. No te ves nada mal —repliqué con una sonrisa.

—No pidas demasiado —bromeó, rodando los ojos.

Mientras charlábamos, eché una mirada rápida al resto del salón. Reconocí a varios rostros conocidos de otras estaciones, pero uno... uno me pareció demasiado familiar. Fue un segundo, tal vez me lo imaginé.

—Damas y caballeros, les pedimos que tomen asiento. La subasta está por comenzar.

La voz del presentador me devolvió a la conversación. Nos dirigimos a nuestra mesa, que quedaba cerca de la pista de baile. Junto a nosotros estaba la gente de la estación 16.

—¿Estás bien, Jay? —Emma me miró desde mi izquierda. Supongo que notó mi expresión.

—Sí. Todo bien —sonreí, pero no pareció convencerla del todo.

Iba a decir algo más, pero la subasta comenzó, así que lo dejó pasar... por ahora.

Emma

Todos los nervios del día se disolvieron apenas llegamos. Ver a mis amigos me relajó, y me tomé un momento para admirar el salón. Era más sofisticado de lo que esperaba de un evento del Departamento de Policía.

La subasta fue sorprendentemente entretenida —a pesar de que no subastaron nada demasiado interesante. Lo divertido estuvo en los comentarios del presentador y las reacciones de los ganadores. Nos reímos bastante.

Luego sirvieron la cena: cordero con puré de papas, salsa y verduras. El postre fue una tartaleta de fresa con crema pastelera.

—No pensé que la comida iba a estar tan buena —comentó Adam mientras devoraba el postre como si no hubiera comido en días.

—¡Por Dios, Adam! Tranquilo, nadie te va a robar la comida —lo regañó su novia. A veces parecía más su madre que su pareja.

—Lo siento —respondió él con la boca llena.

Todos reímos y terminamos de cenar. La música cambió de acompañamiento suave a una melodía más bailable. Las parejas empezaron a moverse a la pista. Mis amigos no tardaron en sumarse.

—¿Bailamos?

Estaba tan concentrada en observar la pista que no noté que Jay se había levantado y me extendía la mano. Se la tomé con una sonrisa algo tímida.

—Solo te advierto que no soy muy buena bailando —dije al incorporarme.

—Puedes pisarme los pies todo lo que quieras.

Reí ante la broma. Él colocó una mano en mi cintura, manteniendo la otra entrelazada con la mía, y empezó a moverse despacio con el ritmo. Al principio me costó seguirle, pero me relajé y fluimos con naturalidad.

—¿Y qué tal el trabajo? —pregunté tras unos minutos, intentando pensar en algo que no fuera mis propios nervios.

—Agitado. No dejaban de llegar casos uno tras otro —suspiró—. El descanso que nos dieron por la gala fue justo lo que necesitábamos. Anny estaba al borde del colapso.

—Me lo imagino. No debe haber sido fácil para nadie.

Jay se rió, captando la indirecta en mi tono.

—Si ella te escucha, estás perdida.

—Entonces será mejor que no digas nada —le lancé una mirada significativa.

—Boca cerrada, lo prometo —dijo, llevándose dos dedos a los labios como cerrando un candado.

Bailamos un par de canciones más antes de volver a la mesa. Todos charlaban animadamente cuando recordé que debía compartir algo con ellos.

—Chicos, tengo una noticia —todos me miraron expectantes—. Terminé mi libro. Ya está en etapa de revisión para publicarse.

—¡Felicidades! Sabía que lo lograrías —Antonio sonrió con calidez, como un padre orgulloso.

—Esa es mi Minion. ¡Felicidades! —añadió Anny.

—Gracias, Tony. Qué tierna, Ann —reí.

Las felicitaciones llovieron. La noche se volvió aún más amena. Bailé con mis amigas, los chicos me sacaron a la pista, incluso el sargento me invitó a una pieza, lo cual me sorprendió.

Pero entonces noté algo en Jay. Su rostro había cambiado. Estaba pálido, tenso... como si hubiese visto un fantasma.



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En el texto hay: amor, chicago, chicagopd

Editado: 27.07.2025

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