Chicago

Capítulo 18

Emma

Al llegar, Anny me abrazó con fuerza. Aunque ya me veía presentable, mis ojos seguían hinchados. Aún pasarían varias horas para que volvieran a la normalidad.

—Ahora me dirás lo que ocurrió ayer. Y con detalles —dijo al sentarse en el sofá y tomar mis manos con suavidad para darme ánimo.

—Los seguí hasta el jardín privado y, como supuse, se besaron. Lo más seguro es que hayan regresado... y volvamos a la misma historia —todavía me dolía, pero al menos ya no sentía esas ganas de llorar que me invadieron la noche anterior. Era un pequeño avance.

—Todos sabemos cómo es Jay... Era muy obvio que iba a correr a sus brazos —Antonio entró a la sala y se sentó a mi lado izquierdo. Entre los dos me abrazaron, conteniéndome.

—Te ayudaremos. Sabemos que siempre recurre a ti cuando tiene problemas con Erin —miré a mi amiga, y ella asintió, entendiendo el "gracias" silencioso que le transmitía con la mirada.

—Sé que yo no te conozco tanto como Anny, pero ella está de acuerdo en que deberías darte la oportunidad de conocer a otros chicos —me recosté en el sofá, mirando a ambos. Sabía exactamente hacia dónde iba la conversación.

—También deberías poner algo de distancia con Jay. No está bien seguir tan ligada a él sabiendo lo que te hace sentir —Anny había adoptado ese tono firme que usa cuando intenta hacerte entrar en razón. Lo detestaba... especialmente cuando lo usaba conmigo.

—No puedo alejarme así sin más. Pero tampoco puedo decirle lo que siento.

—Emma, tienes que hacerlo. Este apego no es sano —insistió ella.

—Anny, es mi mejor amigo.

—Precisamente por eso. Pero esto ya no es amistad, y tú lo sabes —agregó Antonio con tono firme pero calmado.

Me levanté del sofá y empecé a caminar por la sala. Entendía lo que me decían, pero me negaba a aceptarlo. No encontraba una forma de aplicar todo eso sin romperme en el proceso.

—Piénsalo... Si sigues así, vas a verlo sufrir, sí, pero también vas a verlo feliz... y hasta es posible que se vaya con ella —me detuve. Eso último era justo lo que había pensado de camino a casa.

—Si estaba dispuesto a proponerle matrimonio, es muy probable que se mude a Nueva York con ella —miré al novio de mi amiga. Él conocía a Jay muy bien. Pasaban mucho tiempo juntos y sabía exactamente cómo pensaba. Sus palabras me atravesaron el pecho como un cuchillo. Casi era un hecho. Mi peor miedo y mi mayor deseo estaban a punto de cumplirse: perderlo definitivamente... pero, tal vez, también liberarme.

—Tienes razón —susurré. No tenía sentido seguir luchando contra eso.

—No estás sola. Vamos a pensar en algo juntos, para que puedas alejarte de él de forma sana, ¿de acuerdo? —solo asentí. La voz se me había atorado en la garganta.

—Hoy te quedas con nosotros —añadió Anny con decisión.

Sabía que me estaban cuidando. Sabía que ella tenía miedo de que cayera otra vez. Bastaba un descuido para que volvieran los pensamientos oscuros que me atormentaron alguna vez... los que casi terminan con mi existencia.

—¿Y si lo intentas con Severide? —preguntó Antonio, sacándome de mi cabeza.

—¡Buena idea! Podría ser algo casual —la sonrisa en la cara de Anny era casi maliciosa.

—No lo sé... —no era una mala idea, pero no estaba segura.

—Vamos a Molly's esta noche. Seguro estará allí.

—Bien, pero si no lo encontramos, descartas la idea —le advertí. Ella asintió.

Y como acordamos, los tres fuimos a Molly's esa noche. Pasar el día con ellos me ayudó a animarme, pero ahora mi corazón latía con fuerza solo de pensar en pasar la noche con Kelly.

Cuando entramos, lo primero que vi fueron sus ojos azules. Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo y me dejó paralizada por un instante. Una sonrisa apareció en su rostro apenas me vio y, con paso seguro, se acercó a nosotros... o más bien, se acercó a mí.

—Severide, qué bueno verte por aquí —lo saludó Antonio, tratando de mantener la compostura.

—Tuve un día largo. Necesitaba relajarme —se dieron un abrazo rápido y luego me miró—. Me alegra verte, Emma.

—A mí también —le sonreí. Dejó un beso en mi mejilla. Ese gesto, tan simple, hizo que todo mi cuerpo temblara. Si eso podía provocar con un beso, no quería imaginar qué más sería capaz de hacerme sentir.

—Bueno... te la dejamos, Kelly —Anny sonrió con picardía y arrastró a Antonio con ella, dejándonos solos.

Estoy segura de que voy a matar a Anny después de esto.

—¿Te invito una cerveza? —asentí y me dejé llevar a la barra.

A medida que las cervezas se acababan, todo fluía. Me sentía cada vez más cómoda con él. Era obvio lo que quería, y no me negué. Sabía que esa iba a ser una buena noche.

No sé en qué momento empezamos a besarnos, pero sus besos me estaban dejando sin aliento. Toda la tensión acumulada durante semanas estaba a punto de estallar. Las veces que imaginé cómo sería besarlo se quedaban cortas. La realidad era infinitamente mejor. Sabía que no iba a olvidar esta noche nunca.

Jay

Los días de descanso después de la gala llegaron a su fin. Había tenido tiempo de sobra para pensar y, por primera vez, me sentía firme en una decisión: dejar ir a Erin. Ya no iba a cometer el mismo error dos veces.

En la oficina, todos me observaban. Sabía que las preguntas no tardarían en llegar... y que Anny iba a gritar.

—Ya hablen. Me están volviendo loco —dije al fin. Todos dejaron lo que hacían y me miraron.

—¿Qué pasó con Erin? —Adam fue el primero.

—Hablamos. Y discutimos.

—¿Qué quería? —siguió Kim.

—Que me fuera con ella a Nueva York. Que viviéramos juntos. Que volviéramos a intentarlo.

—¿Y vas a irte? —preguntó Kevin, directo al punto.

—No. Le dije que no iba a dejar mi vida acá por ella.

El silencio se apoderó de la sala. Antonio y Anny intercambiaron miradas y susurraron algo entre ellos. Pasaron de parecer molestos a preocupados en cuestión de segundos.



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En el texto hay: amor, chicago, chicagopd

Editado: 27.07.2025

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