Emma
Del resto de la boda no recuerdo mucho. Después del beso, nuestros amigos nos arrastraron para seguir bailando y tomando. Lo último que supe fue que estaba en un auto. Hoy desperté en mi cama, aún con el vestido puesto. El maquillaje estaba corrido y el cabello hecho un desastre. Cuando logré verme más o menos presentable, salí de la habitación y encontré a Adam, Antonio y Jay durmiendo en el sofá. Espero que ninguno haya manejado en ese estado, pensé.
Un aroma a café me atrajo hacia la cocina. Kim estaba allí, preparando el desayuno.
—Despertaste. Pensé que dormirías unas horas más —dijo, sorprendida.
—¿Cómo llegamos hasta aquí? —me senté frente a la isla, y ella me pasó una taza de café con una sonrisa.
—Yo manejé. Fui la que menos bebió. Will me ayudó a subirlos al auto. Cuando llegamos, Antonio ya estaba más consciente, así que entre los dos los metimos aquí. A los chicos los tiré en el sofá, a ti te llevé a tu cama y a Anny la dejé en el cuarto de invitados —explicó mientras servía huevos con tocino y ponía jugo de naranja.
—¿Tú dormiste con Anny, verdad? —pregunté con cierta inquietud, y de inmediato una imagen fugaz cruzó por mi mente: Anny y Antonio teniendo sexo en la habitación de invitados. Me horrorizó.
—Sí, tranquila. Antonio se quedó con los chicos.
—Menos mal. No quería tener que lavar las sábanas con eso en mente.
Kim soltó una carcajada mientras yo ponía cara de horror. Un minuto después, Antonio entró a la cocina y se sentó a mi lado. Se veía fatal.
—De todos, tú eres el que más toma y aun así estás despierto a las diez de la mañana después de una boda —le dije mientras comía, sacándole una risa.
—Eso me hace más tolerante al alcohol. Además, gracias a mí dormiste en tu cama —me recordó.
—Gracias —me acerqué y le di un beso en la mejilla.
—No hay de qué. Espero que no te moleste haber terminado aquí.
—Para nada. Siempre son bienvenidos.
Después desayunamos tranquilos. Horas más tarde, los demás fueron despertando y llegó el momento de despedirse. El último en irse fue Jay. Parecía que tenía algo que decirme.
—Ayer la pasé muy bien —estábamos en la puerta. Me tomaba de la mano, como si buscara el valor para continuar.
—Yo igual. Por suerte, nadie terminó herido, perdido o secuestrado —ambos reímos. Yo empezaba a sentirme nerviosa esperando que dijera algo más.
—Me preguntaba si te gustaría ir a cenar el martes —era domingo, y sabía que ese era su día libre esa semana.
—Claro, me encantaría. ¿A qué hora?
—Paso por ti a las seis.
—¿Tan temprano?
—Es una sorpresa —sonrió.
—¿Qué tramas, Halstead?
—Nos vemos el martes.
Me besó antes de que pudiera seguir preguntando. Supongo que voy a tener que acostumbrarme a sus besos. Aunque, siendo honesta... se van a volver adictivos. Y así, sin más, se fue, dejándome con muchas dudas y pocas respuestas.
Jay
La boda de mi hermano fue un éxito. No esperaba que las cosas salieran así, pero me alegra haberle dicho a Emma lo que siento. Saber que ella también siente lo mismo... bueno, eso lo cambia todo.
Quería llevarla a cenar. Busqué un buen restaurante, pero ninguno me convencía. Así que fui por el plan B: con ayuda de los chicos, preparamos la cena más romántica que un grupo de policías puede organizar. Y lo logramos sin quemar nada ni terminar en urgencias.
El martes, como quedamos, pasé por ella a las seis. Lo sé, es temprano para cenar, pero el lugar al que íbamos estaba a hora y media de camino, así que llegaríamos justo a tiempo.
—¿Vas a decirme a dónde vamos o tengo que llamar a la policía? —bromeó Emma. Solo había pasado media hora de camino y ya se impacientaba.
—Estás con un policía. Y no, no te lo voy a decir.
—¿Al menos puedes decirme cuánto falta? Por favor... —me lanzó uno de esos pucheros a los que era difícil resistirse.
—Falta una hora. Pon música, así no te aburres —sugerí.
—Buena idea.
Viajar con Emma siempre ha sido divertido... con más gente. Sola, tiende a aburrirse rápido, lo cual la vuelve hiperactiva. Puso música algo fuerte. Nuestros gustos musicales son distintos, pero coincidimos con las canciones de los 70's, 80's y 90's.
—Deberías bajarle un poco. Si recibimos una llamada, no vamos a escucharla —le grité por encima de la música, pero no me escuchó—. ¡Emma!
—¿Qué?
—Que le bajes... mejor lo hago yo —le bajé el volumen y volví a enfocarme en el camino.
—Ups, perdón. No te oí.
—Con ese volumen, ¿cómo ibas a oír algo?
—Sí, creo que me emocioné un poco.
Una hora después, llegamos. Estacioné frente a una cabaña junto a un bosque. Bajé y le abrí la puerta. Era pequeña comparada con mi camioneta.
—Guau... Qué lindo lugar.
—Aún no has visto nada.
Le tomé la mano y la guié hasta una mesa bajo un árbol decorado con luces. Había velas encendidas y una pequeña fogata.
—¿Te gusta?
—Me encanta. ¿Hiciste todo esto tú?
—Con ayuda de los chicos.
—¿Lo hicieron ustedes? ¿Solos? —su expresión lo decía todo.
—Sí. Y no quemamos nada.
—Menos mal.
Fui a buscar la comida: cordero con puré de papas y zanahorias caramelizadas. Antonio y yo cocinamos. Anny preparó su pastel favorito de postre: chocolate con fresas y arándanos.
Serví los platos y el vino mientras Emma me observaba con curiosidad. Me gusta cómo suena "mi novia", aunque aún no se lo he pedido. Me senté frente a ella.
—¿Qué opinas?
—Se ve delicioso. Supongo que tú y Tony lo prepararon.
—Así es. Ya sabes que me defiendo con la parrilla.
—Me encanta cuando haces parrillada.
Sonreí. Recordé todas las veces que organizamos parrilladas y lo bien que la pasábamos. Empezamos a comer, charlamos de todo un poco, y terminamos recordando nuestros años de preparatoria.
Editado: 27.07.2025