Chicago

Capítulo 22

Emma

Luego de la cena, mientras estábamos acurrucados en el sofá frente a la chimenea, me puse nerviosa. Sabía que esa sería la primera noche que Jay y yo pasaríamos juntos, y que existía la posibilidad de que no solo durmiéramos. Estaba claro que ambos teníamos experiencia, pero aún así me sentía algo avergonzada... y culpable. Las noches con Kelly seguían rondando mi cabeza. Y aunque estaba enamorada de Jay, era difícil no comparar.

Pero sí, pasó. Y no me arrepiento. Fue la mejor noche de mi vida. Porque más que sexo, fue una demostración de amor. No me cabía duda de que Jay me amaba tanto como yo a él.

Aún no podía creer que fuera su novia. Ya habían pasado dos semanas desde eso, y todavía se sentía como un sueño.

Durante este tiempo, la publicación de mi libro se retrasó. Hubo un problema con la impresión y tuvieron que rehacerla. La nueva fecha sería dentro de un mes, y eso me tenía estresada. Por suerte, Jay me había estado ayudando a mantenerme enfocada.

Ese día me dirigía a su departamento para almorzar. Había tomado un taxi con dificultad: la tormenta estaba empeorando. El chofer tenía la radio encendida.

Radio:

Una fuerte tormenta azota Chicago. Hace unos días se reportó un huracán en dirección a la ciudad, y todo indica que hoy cruzará por el noroeste. Se recomienda no salir de casa y asegurar todo lo necesario.

El anuncio me alarmó. El último huracán había causado estragos: inundaciones, daños graves... y pérdidas humanas.

Al llegar, pagué y corrí hacia el edificio. Las calles estaban casi vacías, con apenas unos autos buscando refugio. Subí las escaleras y toqué la puerta. Jay me envolvió en un abrazo en cuanto abrió.

—¿También lo escuchaste? —preguntó, sin soltarme.

—Sí. Me preocupé.

Entré y guardé el paraguas. Jay cerró la puerta detrás de mí.

—Hablé con Adam. Está en la estación con Kevin y Kim. El sargento dijo que deben quedarse ahí hasta que todo pase.

—¿Están seguros?

—Sí, tienen protocolos y todo está reforzado. Tranquila.

—Debería llamar a...

Mi teléfono sonó antes de terminar la frase. Era Anny.

—Estoy bien —dije apenas contesté.

—¿Estás con Jay?

—Sí, llegué hace cinco minutos. ¿Y tú?

—Más tranquila. Hablé con Kim; me dijo que están todos bien.

—Jay también habló con Adam. Se quedarán hasta que el huracán pase.

—Me alivia escucharlo. Cuídense mucho, ¿sí?

—Igual ustedes. Te llamo más tarde.

Colgué. Jay notó mi expresión y volvió a abrazarme. Aunque intentaba mantener la calma, estas situaciones seguían generándome ansiedad.

—¿Will está en el hospital?

—Sí, tiene turno doble. Va a estar ocupado.

—Connor me escribió temprano. También está en el Med.

El sonido del corazón de Jay me calmaba. Afuera, la tormenta se intensificaba. Almorzamos atentos a las noticias, hasta que a las cinco anunciaron que el huracán ya había tocado tierra.

Desenchufamos todo menos la nevera, cerramos ventanas y la puerta del balcón, y fuimos a su habitación a esperar que pasara lo peor.

—La última vez que pasamos un huracán juntos fue en la preparatoria —dijo Jay mientras me acariciaba el cabello.

—Tu papá estaba de viaje y nos dejó con los míos. Pasamos horas jugando ajedrez en el sótano —me reí—. Fue horrible.

—Pero funcionó. Te ayudó a no pensar en la tormenta.

—Will y tú me prometieron que no me pasaría nada —lo miré con una sonrisa—. Y Connor me leía libros. O cantaba.

—Y cenamos pizza congelada —rió.

Reímos juntos. Un trueno hizo temblar las ventanas y segundos después se cortó la luz. El cielo ya parecía nocturno. Me abracé a Jay con fuerza y, poco a poco, me fui quedando dormida.

Jay

Mientras acariciaba su cabello, sentí cómo Emma se relajaba y su respiración se estabilizaba. Sabía cuánto le afectaban los huracanes y lo difícil que era calmarla si entraba en pánico.

Con el tiempo, había aprendido a reconocer las señales. Aunque yo también me sentía ansioso, tenerla conmigo me ayudaba. Mi prioridad era ella.

Después de una hora y media, unos tenues rayos solares se colaron por la ventana. La tormenta había pasado, y el cielo se teñía de tonos lila y naranja. Un leve movimiento me devolvió la atención a Emma, que empezaba a despertar.

—¿Ya pasó? —preguntó, aún somnolienta.

—Sí. Todo terminó.

Nuestros teléfonos sonaron al mismo tiempo. Mientras Emma hablaba con Kim, yo atendí a Will.

—Hola, Will.

—¿Todo bien por allá? —preguntó con ruido de fondo.

—Sí, ella está dormida.

—¿Y tú no deberías estar cuidándola?

—Lo estoy haciendo. Todo fue bien. ¿No deberías estar en urgencias?

—Me tomé dos minutos. Connor me insistió. Está algo nervioso desde que se enteró que están saliendo.

—Lo entiendo, pero dile que nunca dejaría que a Emma le pasara algo. Confía en mí.

—Lo sé. Pero igual se preocupa. Te veo mañana.

—Hasta mañana, hermano.

Colgué. Me acerqué a la ventana, observando cómo la ciudad recuperaba su ritmo. Entonces sentí los brazos de Emma rodearme por la cintura.

—Los chicos están bien. Irán a ayudar con los damnificados. Anny y Antonio también.

—¿Tienes hambre?

—Mucha.

—¿Pizza congelada?

—Perfecto.

Nos sonreímos. Caminamos hacia la cocina sabiendo que, aunque nosotros y nuestros amigos estábamos bien, otros necesitarían ayuda. Haríamos todo lo posible por estar ahí para ellos.



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Editado: 27.07.2025

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