Chicago

Capítulo 26

Emma

Al día siguiente me desperté con el pecho apretado. No había dormido casi nada. Después de ducharme y comer un sándwich sin mucho apetito, salí de mi departamento. Necesitaba aire, despejar la cabeza, intentar acallar los pensamientos que me carcomían.

Caminaba sin rumbo. Mis pasos eran erráticos, mis pensamientos se enredaban con la imagen de Jay. ¿Estaría bien? ¿Dónde estaba? ¿Cuándo volvería?

Fue entonces cuando lo vi.

Mi cuerpo se tensó. Él estaba ahí. Intenté dar la vuelta, tomar otra calle... pero me llamó.

—Hija.

Las marcas en su rostro eran evidentes: moretones, un corte en el labio. Me sorprendía que no hubiera ido a la policía. Aunque tal vez sabía que nadie le creería si se enteraban del por qué.

Me detuve a un metro de distancia, con los brazos cruzados sobre el pecho. Una barrera. Una advertencia.

—Pensé que ya te habrías ido —le solté, seca.

—Quería hablar contigo antes de hacerlo —replicó con tono agrio—, después de que ese estúpido de tu novio me golpeara.

—¿Y sobre qué quieres hablar? —fruncí el ceño con asco. Nada en él había cambiado. Los golpes no le habían tocado el ego ni un poco.

—Quiero que vengas conmigo, Emma. Te he dejado sola demasiado tiempo y... mírate. Estás perdida. Necesitas volver al camino correcto.

Dio un paso hacia mí. Retrocedí al instante.

—Debes enderezar tu vida. Aún estás a tiempo. Y si...

—No —lo interrumpí con firmeza—. No necesito que me "endereces". Estoy con personas que me aman. No voy a irme contigo, ni hoy, ni nunca. No puedes obligarme. Soy adulta, y decidí mi camino hace mucho.

Él suspiró, derrotado. Pero no cambió el gesto, no se disculpó, no reconoció nada.

—Entonces ya no hay remedio.

Y se marchó. Así, sin más.

Me quedé en el sitio, con la mente en blanco. Sabía que lo correcto era mantenerlo fuera de mi vida, pero había algo en su voz, en esa mirada, que aún removía algo dentro de mí. Romper un lazo tan profundo, incluso uno que hace daño, no es fácil. Requiere tiempo. Y mucha fuerza.

Seguí caminando. Jay volvió a colarse en mis pensamientos. Necesitaba saber de él. No tener noticias era como una tortura lenta. Mi ansiedad crecía... hasta que escuché una voz familiar.

—¿Emma?

Me detuve. Sonreí al instante al reconocer aquella voz tranquila y varonil.

—Jared, qué sorpresa —nos acercamos y me saludó con un suave beso en la mejilla.

—Es bueno verte después de tanto tiempo. ¿Cuánto ha pasado, seis meses? —me dijo, con esa sonrisa que le achinaba los ojos y le marcaba los hoyuelos.

—Lo sé. Fue mucho tiempo —aparté la mirada, incómoda. No quería que notara lo nerviosa que me ponía.

—¿Quieres tomar un café? Invito yo —propuso con un poco de timidez.

—Claro.

Fuimos a una cafetería cercana. Al entrar, el aroma del café recién hecho me envolvió. Era reconfortante. Nos acomodamos junto a una ventana, pedimos dos cafés, y mientras hablaba con el mesero, aproveché para observarlo. Sus facciones seguían tan marcadas como siempre, aunque ahora tenía una barba ligera y el cabello más largo. Alcancé a ver parte de un tatuaje que bajaba desde la nuca. No lo recordaba con tatuajes.

—Bueno, cuéntame, ¿cómo te ha ido? —preguntó, cruzando los dedos sobre la mesa.

—Terminé mi libro. Y mañana es el lanzamiento —respondí con una sonrisa que me salió del alma—. Si quieres, puedes venir.

—¿En serio? ¡Eso es increíble! Claro que iré —respondió entusiasmado.

—¿Y tú? ¿Qué ha sido de tu vida?

—Tomé el mando de la empresa de mi padre. Ha sido un caos... pero interesante.

—Imagino lo difícil que debe ser. Debes sentirte presionado por estar a su altura.

—Sí —asintió con una media sonrisa, aunque su expresión se endureció unos segundos—. Pero voy a demostrar que soy mejor.

—Esa actitud me gusta.

—A mí me gustas tú —dijo de pronto, tomando mi mano suavemente.

Me tensé. Retiré la mano de inmediato.

—Jared... tengo pareja.

—Lo siento, no quise incomodarte.

—Está bien, solo... quería que lo supieras.

Por suerte, llegaron los cafés. El momento incómodo pasó, y la conversación tomó otro rumbo. Hablamos de música, películas, libros. Reí más de lo que esperaba. Parecía una cita... aunque no lo era. Al menos, no para mí.

—Entonces los tres terminamos atrapados en ese callejón sin salida y lo único que se nos ocurrió fue saltar a los contenedores de basura —relató, entre risas.

—¡No! —me reí a carcajadas—. Qué idiotas. ¿En qué pensaban al meterse a una fiesta de fraternidad sin invitación?

—Fue una noche épica. Aún tengo el "trofeo" que nos robaron esa noche.

Miré el reloj. Se me había pasado el tiempo volando.

—Debo irme ya.

—Claro. Antes de que te vayas, ¿puedo tener tu número?

Saqué mi libreta, arranqué una hoja y anoté mi número.

—Aquí tienes.

—Perfecto. Te veo mañana.

Me despedí con una sonrisa. Y mientras volvía a casa, reconocí que salir a despejarme me había hecho bien... pero la preocupación por Jay seguía ahí. Callada. Pesada.

Y las palabras de mi padre volvían, como un eco. ¿De verdad creía que me iría con él? ¿En qué mundo? Connor jamás lo permitiría. Yo misma no lo permitiría. A veces me siento como si siempre necesitara que me rescaten... pero sé que no es así. Solo que las palabras de mi padre tienen un poder brutal. Me dejan pequeña. Frágil.

Al llegar a mi departamento me dejé caer en el sofá y me quedé mirando el techo. Me pregunté cómo sería mi vida si hubiera hecho lo que él quería. ¿Habría sido infeliz? ¿O me habría resignado? Tal vez trabajar junto a Connor habría hecho las cosas más llevaderas... pero no. Yo no nací para eso.

La medicina me interesa, sí. Pero no es mi pasión. No es mi vocación. Amo lo que hago. Amo escribir, contar historias, vivir a mi manera. Y por eso luché.

He tenido que enfrentar muchas cosas. He caído, he llorado, me he sentido sola. Pero sigo aquí. Y no, nadie puede quitarme eso. Ni siquiera él. Lo que he logrado es mío. Lo que he construido tiene valor.



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En el texto hay: amor, chicago, chicagopd

Editado: 27.07.2025

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