—Hola, amor —llegué junto a Caleb; Iba a besarlo, pero él se hizo hacia atrás.
Miré alrededor, pero el salón estaba vacío. Fruncí el ceño.
—¿Se puede saber qué te pasa? —pregunté, indignada por su actitud.
—Ya sabes que no me gusta que nos vean aquí en la escuela —respondió en tono bajo pero serio.
Lo sabía, claro que lo sabía. Llevamos un año así. No lo entiendo. Si dice que le gusto, ¿por qué nadie puede saberlo? Así que, una vez más, le pregunté:
—Me puedes decir de una vez por qué no quieres que sepan que estamos juntos? —me crucé de brazos.
Se giró hacia mí, todavía sentado en su lugar mientras guardaba su material escolar.
—¿Otra vez la misma pregunta? —dijo con cansancio-. Ya sabes que no quiero que lo sepan porque luego te irán acosando por los pasillos.
—Seguro, ¿eso es todo? Igual no me molesta lidiar con esos comentarios.
—Lo dices ahora, pero lo odiarás cuando dejes de ser la chica invisible que tanto amas ser.
No es cierto. No me gusta ser invisible, solo me he acostumbrado a ello. De todas formas, tiene ventajas: nadie está pendiente de ti ni de lo que haces.
Suspiré rendida, asintiendo lentamente. No tenía caso insistir. Siempre era la misma excusa.
Se levantó, colgó su mochila en el hombro, miró hacia todos los lados y luego me besó rápidamente en los labios.
—Te veo en la noche, nena —dijo antes de irse, dejándome sola.
*********
El día pasó lento, entre clases aburridas y profesores dejando montones de seminarios. A la hora de salida, los pasillos estaban llenos de estudiantes apresurados por irse, y el bullicio de conversaciones llenaba el ambiente.
El tono de un mensaje me sacó de mis pensamientos mientras caminaba hacia la puerta. Revisa la pantalla:
Alma: Necesito de tu ayuda o, créeme, voy a morir.
Yo: Espero que sea una emergencia de verdad y no uno de tus dramas.
Alma: Mis problemas no son dramas, son reales. Estoy en el campus y me urge tu ayuda, así que mueve tu lindo trasero hasta aquí.
Justo cuando estaba respondiendo, choqué contra alguien, haciendo que mi teléfono cayera al suelo. Él fue más rápido que yo y lo recogió enseguida, tendiéndomelo. Me ajusté las gafas y lo tomé, agradeciendo rápidamente.
Me apresuré hasta donde estaba Alma y, como era de esperar, no era nada importante. Solo quería que la ayudara con un proyecto de fotografía y necesitaba que fuera su modelo, a lo cual me negué rotundamente. Sin embargo, tras su insistencia, terminé accediendo.
Juro que no sé cómo se las ingenio para que al final siempre termine haciendo lo que ella quiere.
—Párate ahí, sube ese pie contra el árbol —me pedía mientras ajustaba su cámara.
—Alma, en serio, ¿no tienes a nadie más? Sabe que no me gustan las fotos —me quejé.
—Shhh, cala. Estás perfecta, eres mi modelo favorito —respondió, enfocándome.
—No puedo ser la preferida si no tienes a nadie más —me quejé nuevamente.
—Oye, eres hermosa, no sé cuándo te darás cuenta de eso.
La ignoraré, yendo hacia mis cosas, colocándome nuevamente las gafas y recogiendo mi cabello en una cola de caballo desordenada.
—Por cierto, ¿cómo te fue hoy con la idiota de tu novio?
—Alma —la regañé-, no hables así de Caleb.
—Perdón, perdón —levantó las manos en señal de rendición.
La verdad, no lo sentí. Nunca le ha caído bien. Solo lo trata por mí; si no, ya le habría dicho hasta lo que no.
Nos sentamos en un banco mientras comíamos un sándwich. El campus de la universidad era gigante. En esta área había muchos árboles, y se respiraba tranquilidad. La brisa fresca se colaba por debajo de mi blusa, haciéndome temblar ligeramente.
Nuestra conversación continuó entre risas y ocurrencias de Alma, hasta que sentimos la llegada de alguien más.
—Hola chicas —saludó Scott, el novio de mi amiga.
—Hola, hermoso —ella se levantó de inmediato, rodeándole el cuello y besándolo.
Scott también jugaba en el equipo de rugby de la universidad. Alma y él eran insufribles juntos, pero le doy una medalla al chico por aguantarla más de diez minutos.
Scott es un buen muchacho: simpático, respetuoso y perdidamente enamorado de mi amiga. Y bueno, ella de él. Me cae muy bien, la verdad.
—Hola, Scott —saludé cuando vi que no se separaban ni tenían intención de hacerlo.
Tomé mis cosas, retomando mi camino.
—Me adelantaré a la habitación —le dije a Alma. —Nos vemos allá.
—Oye, Kristal, ¿no irás a la fiesta mañana? —preguntó Scott mientras abrazaba a Alma por los hombros.
—No lo creo, tengo que estudiar —mentí descaradamente.
—Venga ya, deberías buscarte otra excusa —replicó Alma.
—Pues eso, no quiero ir —sonreí falsamente.
—Estará todo el equipo de rugby -señaló Scott. —Seguro a Caleb le hará ilusión que estés ahí.
Suspiré, desviando la mirada. Lo menos que le haría sería ilusión. Ellos eran los únicos que sabían de mi relación con Caleb.
Alma llegó a mí y, con su mano, levantó mi mentón, obligándome a mirarla a los ojos.
—¿Hasta cuándo te tendrá oculta? —preguntó con evidente enfado.
—No... no lo sé —dije abatida.
—Amiga, mírate —me hizo girar de su mano. —Eres perfecta. No mereces ser el secreto de nadie, y menos de ese idiota.
Lo sabía, pero la verdad es que Caleb era una de las pocas cosas buenas que tenía en mi vida, y perderlo me aterraba.
—Iremos a esa fiesta —sentenció.
—No, no iré. No tengo nada que hacer en una fiesta como esa.
—Lo siento, pero sí irás, para que de una vez por todas te des cuenta de lo patán que es Caleb —dijo con seriedad, aunque yo solo la miré fija.
—Mira —habló de nuevo, —iremos tan solo un rato. Si te sientes incómodo, nos vamos. ¿Si? —dijo todo de corrido, juntando las manos como si estuviera rezando.
Suspiré resignada. No tenía caso discutir con ella; ya sabía que terminaría yendo de todas formas.
Editado: 10.05.2025