El día pasó igual de lento que la semana entera. Mi ilusión era ver a Caleb, ya que el día anterior quedó en ir a verme y no lo hizo. Le escribí, pero me había dejado en visto. Supongo que estaría ocupado con algo y no pudo contestarme.
Esa mañana lo vi, pero no pude acercarme porque estaba junto a sus amigos del equipo. Estaba deseando ver su reacción cuando le dijera que iría a la fiesta de esa noche, aunque una parte de mí sabía que no era buena idea. Quizás solo me estaba equivocando y a él también le haría tanta ilusión como a mí.
Mis clases terminaron al mediodía, pero Caleb tenía que quedarse a entrenar. Alma, por su parte, no había ido porque no tenía clases.
Tras escribirle un mensaje a mi chico, me fui hacia las gradas dónde le dije lo esperaría antes de irme para poder verlo y contarle lo de la fiesta. Su respuesta no tardo en llegar, corta y escueta "ok".
El sol se sintió cálido, contrastando a la perfección con la brisa fresca. Era un clima ideal. Me recosté en uno de los escalones, disfrutando de la tranquilidad del lugar. Cerré los ojos, pero la calma no duró mucho. A pocos metros comenzaron a escucharse murmullos y risas. Supuse que eran los chicos del equipo. Abrí los ojos lentamente y, efectivamente, eran ellos. Víctor, uno de los amigos de Caleb, venía murmurando algo mientras me señalaba.
Decidí ignorarlo poniéndome de pie, esperando que, como siempre, Caleb se quedara atrás para que pudiéramos hablar. Aunque no le gustaba que nos vieran juntos, ya nos habían visto hablar en algunas ocasiones. Sin pensarlo, le sonreí, olvidándome por un instante de sus amigos. Mi corazón latía a mil por hora. Bajé emocionada, lista para contarle de la fiesta a la vez que me sentía feliz de verlo después de no coincidir en todo el día. Lo había extrañado.
Sus ojos azules conectaron con el miel de los míos, pero en ellos había una clara advertencia. La decepción me tocó de lleno cuando todos pasaron por mi lado riendo y murmurando insultos hacia mí. Lo peor fue que él no hizo ni dijo nada.
Cuando Caleb pasó junto a mí, me miró de reojo, pidiéndome claramente con la mirada que no le hablara. Bajé la cabeza, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Me aferré a la mochila y, al pasar por su lado, choqué su hombro. Apreté con tanta fuerza las asas que sentí cómo mis uñas se clavaban en mis palmas, pero no me importó. Seguí mi camino sin mirar atrás.
******
Alma no apareció por la habitación en todo el día, pero me envió un mensaje diciendo que estaría con Scoot y que pasarían por mí a las ocho, así que debía estar lista. Agradecí que no estuviera. Me había pasado toda la tarde llorando. Caleb me envió un mensaje que aún no había abierto. No quería leerlo. Estaba dolida por su actitud, esperaba que no fuera así en la noche.
Si Alma hubiera estado, habría insistido en hablar del tema, y sabía que tenía razón. Pero me negaba a verlo. No sabía si era miedo, dependencia o ambas cosas.
Dos horas antes de salir, me di un baño caliente para relajarme un poco. Mi nariz roja y mis ojos hinchados eran prueba del día de mierda que había tenido. Me eché bastante agua fría en el rostro para intentar reducir la hinchazón y que no fuera tan evidente que estuve llorando sin parar.
Pensé en cancelar la salida, pero Alma no me lo permitió. Tampoco quise darle detalles, así que no insistí y simplemente lo dejé estar.
Opté por algo sencillo: un vestido de color pastel con una chaqueta encima y sandalias doradas. Me até el cabello castaño en una coleta desordenada y solo llevé el celular y las llaves. Nada de maquillaje, excepto un labial transparente.
Al parecer el agua había surtido algo de efecto en mi rostro, al menos lo suficiente para disimular un poco mi estado físico. La bocina sonó, avisándome que ya estaban aquí. Salí rápidamente de la habitación.
La residencia estaba en completo silencio. Supuse que la mayoría estaban fuera o en la fiesta. Después de un largo suspiro, me dirigí al auto donde estaban mis amigos.
Cuando llegué al auto, me metí de inmediato en el asiento trasero. Acomodé mis gafas y saludé, notando que no estaban solo Alma y Scoot. Un chico estaba sentado junto a mí. Su cabello negro desordenado y semblante serio llamaron mi atención. Me aclaré la garganta.
—Hola —dije en voz baja, como saludo.
—Ah, sí, Kris —respondió Scoot —él es mi amigo Eros. Vendrá con nosotros esta noche.
No respondí, solo asentí. El chico me saludó de la misma forma, y pude notar cómo me observaba de vez en cuando mientras avanzábamos. Alma no se percató de mi semblante, algo que me alegró. No quería contarle lo que había pasado, mucho menos delante de un desconocido.
La fiesta era en casa de uno de los chicos de la fraternidad de Scoot. Según él, todos estarían allí. El viaje no fue largo. Alma y Scoot hablaban animadamente, intentando incluirnos en la conversación de vez en cuando, pero ni Eros ni yo éramos muy participativos. A lo mucho, asentíamos una que otra vez.
A medida que nos acercábamos, la música se hacía más fuerte. El lugar estaba apartado y era impresionante. Una casa digna de película, con un gran jardín repleto de universitarios bebiendo y jugando a cualquier cosa que los obligara a tomar más.
Aparcamos y entramos juntos, Alma y yo a cada lado de Scoot. No me pregunten por Eros; Después de bajarnos, no lo volví a ver.
—Muy bien, nenas, ¡a divertirnos! —gritó Scoot. Alma soltó un grito de emoción que me hizo reír.
El interior de la casa estaba abarrotado. El olor a alcohol y cigarro impregnaba el ambiente, y la música era tan alta que sentí que me reventaría los tímpanos. Mis amigos fueron a buscar algo de beber, mientras yo me sentaba en un sofá que encontré con un espacio libre.
Todos estaban en su propio mundo: tomando, bailando o enrollándose en alguna esquina "oscura". Busqué con la mirada a Caleb, pero no lo vi, ni tampoco a ninguno de los chicos de su equipo. Solté un pesado suspiro. Alma llegó con un vaso lleno de una bebida roja y con un fuerte aroma a alcohol. La miré con cara de asco.
Editado: 10.05.2025