Chico de Renta

Capítulo 4

Subí a mi habitación. La residencia se mantenía en total silencio; todos debían seguir en la fiesta.

Nada más entrar, le envié un mensaje a Alma para decirle que estaba bien. Luego apagué el celular, saturado de llamadas y mensajes de Caleb. No tenía ánimos de responder ni de leer ninguno.

Me dirigí al baño, abrí la llave y esperé a que el agua alcanzara la temperatura que me gustaba. Mientras me desnudaba frente al espejo, una ola de dolor y desesperación me recorrió. Las lágrimas aparecieron de nuevo, y sin fuerzas, me dejé caer al suelo con la espalda apoyada en la pared del lavabo. El sonido constante del agua cayendo opacaba mis sollozos.

Recuerdos de cuando conocí a Caleb invadieron mi mente sin permiso. Siempre creí que nuestra coincidencia había sido natural, pero hoy... hoy tengo mis dudas.

Alma siempre me advirtió sobre él. Decía que no era alguien bueno, mucho menos fiel o sincero. Pero mis sentimientos me cegaron al punto de no querer escucharla. Con Caleb, todo siempre ha sido así. Aun sabiendo cómo es, lo amé tal cual, pero a veces, no basta con que solo una de las partes se esfuerce.

Me sentí la mujer más tonta del mundo por haber caído en su juego y en sus mentiras. Todo el tiempo que desperdicié a su lado, las noches de ilusión creyendo que me quería, que me amaba solo porque me enviaba mensajes bonitos…

¡Dios, qué tonta fui!

Recordé la manera en que me entregué a él, solo porque me dijo que si no lo hacíamos, nuestra relación no funcionaría. Y hoy me doy cuenta de que solo fui un juego, una burla, un desahogo para sus instintos.

Definitivamente, si hubiera un premio a la ingeniosidad, yo sería la ganadora.

Reaccioné al sentir el agua caliente resbalando por mis pies y piernas. La tina se había desbordado, y el baño estaba lleno de vapor. Me puse de pie rápidamente y cerré el grifo. Suspiré, rendida, y sin darle más importancia al desastre que había causado, me sumergí en la bañera.

Mis músculos comenzaron a relajarse. Cerré los ojos y me hundí bajo el agua, dejando que se llevara todos mis pensamientos. El silencio ahí dentro era un alivio para mi mente caótica. Unos segundos después, emergi a la superficie.

Cuando sentí mi piel arrugada y el agua enfriarse, salí y me envolví en una toalla. Sabía que debía drenar el agua y secar el desastre antes de que hubiera filtraciones, pero no tenía ánimos para hacerlo.

Fui hasta el armario, saqué mi pijama habitual y, sin siquiera secarme el cabello, me acosté. Solo quería cerrar los ojos y, al despertar, descubrir que este horrible dolor en mi pecho había desaparecido.

Di vueltas en la cama sin encontrar una maldita posición cómoda. Al final, mi cuerpo terminó rindiéndose, porque no supe en qué momento me quedé dormida.

******
Sentía voces a lo lejos, como si estuvieran dentro de mi cabeza. Poco a poco fui recobrando la conciencia y escuché la voz de Alma llamándome.

—Kris, Kris, despierta —susurraba mientras me daba suaves golpecitos en el hombro.

Quería abrir los ojos, pero mis párpados se sentían pesados. Un escalofrío me recorrió, haciéndome acurrucarme más en la manta. Estaba temblando.

Sabía que acostarme con el cabello mojado era una terrible desición.

—Kris, joder, estás ardiendo —la oí decir antes de que saliera apresurada de la habitación.

Sabía que debía levantarme, pero mi cuerpo me dolía como si hubiera estado congelado por horas. Sentía los huesos rígidos, necesitados de calor para volver a su estado normal.

Alma regresó a pasos torpes, intentando de nuevo despertarme.

—Mmm... —gruñí.

—Vamos, amiga, levanta. Te traje agua y medicina, estás ardiendo en fiebre.

—No... Déjame dormir un poco más, luego me la tomo —murmuré con esfuerzo, abriendo un ojo con pesadez.

—Ni luego ni nada. Te la tomas ahora. —demandó

Me tomó del brazo y me obligó a incorporarme en la cama. Luego acomodó un par de almohadas detrás de mí y me tendió un vaso de agua junto con una cápsula, que supuse era un analgésico.

—Abre —ordenó.

Llevó la pastilla a mi boca y, con su ayuda, bebí el agua para tragarla.

Me quedé sentada un rato, sintiendo cómo la medicina comenzaba a hacer efecto. Mi cuerpo se relajó, los músculos dejaron de dolerme y una fina capa de sudor cubrió mi piel, obligándome a quitarme la manta de encima.

Cuando abrí los ojos por completo, me percaté de que Alma seguía allí, sentada en el otro extremo de la cama, a la altura de mis pies. Sonreí al ver su aspecto.

— ¿Qué te pasó? Pareces como si hubieras peleado con cien personas a la vez… y hubieras perdido.

Alma abrió los ojos con fastidio. Los tenía enrojecidos por la falta de sueño. Debía llevar una buena resaca, y aun así, estaba aquí cuidándome.

—No te burles —refunfuñó—. Tú no tienes mejor aspecto que yo.

Ambas reímos.

—Por cierto, Claudio me echó la bronca en cuanto llegué. Parece que los de abajo se quejaron de una filtración.

Claudio era el encargado de la residencia, que por cierto, era mixta. Aunque había horarios que debíamos respetar, al final del día, hombres y mujeres convivíamos juntos.

—Puede que ayer se me haya salido un poco de agua de la tina —admití, bebiendo un poco más de agua.

—Un poco? —exclamó alarmada—. ¡Kristal, con lo que se derramó, casi que podías morir ahogada!

—Eres una exagerada.

—En serio, ¿acaso no viste cómo quedó todo?

—Espera… ¿"quedó"?

—Sí, ya lo limpié. Así que me debes una sesión de fotos gratis.

Fruncí el Ceño.

—No sabía que me pagabas —repliqué con ironía.

—¿Cómo te sientes? —cambió de tema

—Mejor. Gracias por tus cuidados de mamá osa.

—De nada —sonrió, dándome un beso en la mejilla antes de ponerse de pie—. Yo voy a dormir. Apenas he pegado ojo. Espero que cuando me despierte me cuentes todo con lujo de detalles.

—No hay nada que contar —me defendí.

— ¿Cómo que no? Después del puñetazo que Eros le dio a Caleb cuando regresó a la fiesta… Créeme, amiga, eso significa que hay mucho que contar.




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