Mini maratón 1/3
Cuando reaccioné a lo que me había dicho Alma, salí disparada detrás de ella para que me explicara bien qué había pasado. Nada más salir de mi cuarto, sentí la puerta del suyo cerrarse. Me apresuré a tocarla, pero unos incesantes golpes en la de nuestra residencia comenzaron a sonar. Frustrada, me dirigí a abrirla.
Abrí de un tirón, molesta con quien fuera que estuviera tocando de forma tan brusca, pero me quedé paralizada al ver de quién se trataba. Caleb estaba al otro lado del umbral con un semblante caótico: tenía el pelo rubio enmarañado, los ojos enrojecidos y, en la comisura del labio, una herida inflamada con sangre seca. Me llevé las manos a la boca, impresionada de verlo así.
Mi mente voló a los segundos antes, cuando Alma me había contado lo que Eros le había hecho al chico frente a mí. No puedo negar que una parte de mí se sintió mal y culpable por lo ocurrido. Tal vez había exagerado las cosas y contarle a Eros no había sido una buena idea.
— ¿Puedo pasar? —preguntó, sacándome de mis pensamientos.
—Eh... eh, sí, claro, pasa —respondí, un poco absorta y sin saber cómo reaccionar.
Caminó hasta el sofá y se dejó caer en él. Su semblante se veía cansado. Yo me mantuve de pie, cerca de él.
— ¿Podemos hablar? —levantó la vista, mirándome con una intensidad que hacía mucho no veía en sus ojos.
—Caleb, si viniste a hablar de lo de anoche, la verdad no me apetece. Estoy cansada, así que, por favor, te voy a pedir que te vayas —las palabras salían de mi boca monótonas.
—Nena, ah... —se quejó, llevándose la mano al labio.
—¿Te duele? —llegué hasta donde estaba, agachándome delante de él para revisar su herida—. Iré por hielo para la inflamación.
Me puse de pie y, justo cuando me giraba, tomó mi mano, quedando de espaldas a él. Sentí mi pulso acelerarse bajo su agarre.
—No tanto. La verdad, duele más que no quieras hablar conmigo.
Seguí inmóvil, esperando a que me soltara, pero no lo hizo. En su lugar, volvió a hablar.
—Kristal, perdóname. De verdad, no pasó nada. Sabe cómo es Mónica, yo solo...
—No seas así —lo corté antes de que siguiera hablando y diciendo mentiras en mi cara como si fuera una tonta—. No lo hagas más doloroso. Sé lo que signifiqué para ti. —Me solté de su agarre y me giré, quedando de frente a él—. Solo fui tu jueguito, la chica sosa que se enamoró del perfecto chico de la escuela, el puto cliché de mierda. Solo una tonta como yo creería que esto saldría bien.
—Nena, no digas eso —se puso de pie—. Nunca has sido un juego para mí, Kris. Me gustas, y me gustas de verdad.
—Ah, ¿sí? —me burlé—. ¿Y así es como demuestras tu cariño, Caleb? Escondiéndome de todos y besando a otras.
Intentó hablar, pero levanté la mano callándolo y que me escuchara de una vez por todas.
—Llevamos un maldito año saliendo. Nunca has dejado que nos vean juntos. En la universidad no puedo ni siquiera mirarte, tus amigos se burlan de mí y no haces nada. ¿Y a eso le llamas querer? Y por si fuera poco, vas y te enrollas con la chica más buena de toda la UNI, dejándome que los viera.
Para ese momento, mis lágrimas corrían solas por mis mejillas. No me molesté en apartarlas porque sería en vano.
—No quise que vieras eso —fruncí el ceño ante su descaro.
—Pues ahora resulta que hasta te tengo que agradecer por tus buenas acciones —hablé con ironía.
—Si me das otra oportunidad, te juro que todo será diferente —prometió. Sus ojos estaban vidriosos por las lágrimas contenidas. Me dolía en el alma verlo así. Pese a que estaba sufriendo por su culpa, lo quería, y verlo en ese estado me superaba.
Chica tonta
—Lo siento. Tuviste tu oportunidad y la desperdiciaste —sentencié cruzándome de brazos.
—Por favor, Kris —dio un paso hacia mí y yo lo retrocedí.
—Bien, fui un tonto, un estúpido, un idiota y todo lo malo que pueda existir, pero de verdad te quiero, nena. Y me odio por darme cuenta solo en este momento.
—Déjame sola Caleb. Quiero que te vayas. Tus palabras no significan nada para mí.
Eso me repetía una y mil veces en mi cabeza para no volver a caer con este chico.
—Entonces déjame demostrarlo con hechos. Pero, por favor, dame una oportunidad más —tomó mis manos, descruzándome de mi posición, y las llevó a sus labios para besarlas—. Al menos promete que lo pensarás.
Mi cabeza era un lío. Quería creer en sus palabras, en lo que decía, y volver a darnos una oportunidad, pero recordar lo que había hecho y la manera en que me miró en ese instante... Dudé unos segundos, dejándome llevar por mi corazón y no por la razón.
—Está bien, lo pensaré.
Una fina sonrisa llegó a sus labios, y yo también sonreí, aunque no sabía si de dolor o felicidad.
—Gracias. Te prometo que no te arrepentirás.
—Aún no te he dado la oportunidad, así que no agradezcas tan pronto.
—El hecho de que solo lo pienses me da una esperanza, así que me aferraré a ella —asentí, no tan convencida.
Me dio un beso en la mejilla y se marchó. Mis hombros decayeron, relajando la tensión que sentía a su alrededor.
—Sabes que está mintiendo, ¿verdad? —me asusté al oír a Alma detrás de mí. Creía que dormía—. Caleb es un capullo y volverá a hacerte daño.
Me volví hacia ella. Su cara de enfado era visible.
—Alma, ¿y si dice la verdad? Todos cometemos errores. ¿Qué sería del mundo sin segundas oportunidades? —repliqué.
—Sería un mundo tranquilo y con menos sufrimiento. Porque una vez te rompen el corazón y lo vuelves a entregar a la misma persona, corres el riesgo de que solo te devuelvan fragmentos inservibles.
—Estás exagerando.
—¿Lo estoy, Kristal? Sabes de lo que te hablo. Solo espero que esta vez seas tú quien le destroce el corazón antes que él a ti.
Dicho esto, volvió a entrar a su habitación, cerrando de un portazo.
Yo me fui a la mía y me dejé caer en la cama. Las palabras de Caleb y Alma se entrelazaban, atormentándome y dejándome agotada mentalmente. Agarré el celular y puse música. Le subí el volumen hasta que el aparato señaló que era perjudicial para mis oídos, pero no me importó. Solo quería callar mi cabeza.
Editado: 10.05.2025