Chico de Renta

Capítulo 7

Mini maratón 3/3

—¡Eros! —grité.

Casi a punto de entrar a la residencia, logré alcanzarlo. Lo tomé del brazo donde sostenía el casco, y él se giró hacia mí. Su expresión no revelaba nada. No sabía si seguía molesto o no; su rostro se mantenía apacible. No sé cómo hacía para guardar tan bien sus emociones.

Los chicos salían y entraban a nuestro alrededor. Algunos nos miraban con curiosidad y otros simplemente nos ignoraban. Yo traté de hacer lo mismo con dos chicas que me observaban como si quisieran destriparme.

—Vale, lo siento —dije soltando todo el aire de mis pulmones. Me llevé las palmas a la tela de mis mallas y comencé a frotármelas en ella, como si estuviera secándomelas—. No quise juzgarte mal ni nada de eso, es solo... —callé por unos segundos, tratando de encontrar las palabras correctas—. Es solo que nadie jamás me había defendido o algo parecido... Bueno, Alma, pero no cuenta porque no es un chico, entonces... —pausé para coger aire. Cuando me ponía nervioso, hablaba sin parar, y era justo lo que me estaba ocurriendo.

Me acomodé los lentes con el dorso del dedo índice y luego miré a Eros, quien sostenía una risita.

—¿Qué? —pregunté, un poco avergonzada.

—Estás muy creída, Bennett.

— ¿Eh? —exclamé, sin entender.

—El puñetazo se lo di por imbécil, no por defenderte.

La decepción me tocó tan fuerte que no supe cómo reaccionar, pero entonces volvió a hablar, haciendo que esta vez mi pecho se inflara con una emoción que jamás había sentido.

—El día que en verdad te defienda de ese patán, quedará desfigurado para toda la vida. De momento, tuvo suerte.

Su seriedad en la última frase me intimidó y, al mismo tiempo, me alivió. Se sentía realmente genial tener un amigo además de Alma que me defendiera, y no es que fuera una doncella en peligro que necesitara ser salvada, aunque lo cierto viniendo de Eros me emocionaba a un punto que me asustaba.

—Vamos —dijo, señalando con la cabeza las escaleras hacia los dormitorios.

Asentí y subí junto a él. Sin hablar una sola palabra más, me dirigí directamente al cuarto de Scoot. Me paré frente a la puerta de mi amigo, notando que Eros estaba detrás de mí.

—Gracias por acompañarme —le dije, pero en vez de responderme, sacó una llave. Lo miré confundida y, sin más, la metió en la cerradura abriendo la puerta.

Miré hacia el interior y luego a él, quien estaba en total silencio. Hasta me atrevería a decir que disfrutaba un poco de mi desconcierto.

—¿Vives aquí? —pregunté lo obvio.

—Si. Puedes pasar, siéntete como en casa —dijo con una risita que se me antojó un poco burlona. Con la mano que sostenía el casco, me dio un leve empujón hacia el interior.

Alma y Scoot estaban en el sofá, demasiado acaramelados, en realidad. Dos minutos más y los habríamos encontrado haciendo... sabrá Dios qué.

—Hola, hermano —saludó Scoot, yendo hasta donde estaba Eros para darle la mano.

El semblante del chico volvía a ser sombrío, sin una gota de expresión en él. Caminé tímidamente hasta donde Alma estaba y me senté a su lado.

—No me habías dicho que Eros era compañero de cuarto de Scoty —le susurré.

—No me preguntaste —respondió, encogiéndose de hombros, concentrada en su celular.

Los chicos seguían hablando entre ellos sin prestarnos mucha atención.

—Lo siento, Alma. Sé que todo lo que dices es verdad, pero...

Alma me detuvo, apretando mis manos y haciendo que la mirara a los ojos.

—No lo sientas, amiga. Sé cómo eres y te conozco. No serías capaz de hacerle daño ni a una cucaracha.

Puse cara de asco.

A ese bicho sí lo pisoteo, pensé.

—Lo que quiero hacerte entender es que, si decide volver con Caleb, seas tú quien tenga el control. Hazlo sufrir a él, que sea él quien se enamore, y no tú.

—Y ¿cómo se supone que haré eso si ni un mensaje me responde? La verdad es frustrante. Quisiera despertar y no sentir estos absurdos sentimientos que tengo por él.

Apreté el cojín entre mis brazos, enfadada conmigo misma.

—Scoot me contó algo hoy y creo que sería el plan perfecto.

La miré con curiosidad, esperando que hablara, pero no lo hizo.

—Bueno, chicas, las dejo en su casa. Voy a darme una ducha. Que tengan buenas noches.

Eros se despidió y se fue directamente a la que supuse era su habitación. Scoty llegó de nuevo con nosotras.

— ¿Dónde está Cameron? —pregunté preocupada al no verlo y, en su lugar, encontrar a Eros.

—Ya sabes cómo es. Se enamoró y se fue a no sé dónde —respondió Scoot mientras abrazaba a Alma. Uff, estos chicos eran una mercocha.

—Pero ¿y la uni? ¿No la terminará?

—Sí, ya sabes que solo nos queda este semestre, así que las tomará online... o eso me dijo.

Cierto. Los chicos eran mayores que nosotras y ya estaban por graduarse. Qué envidia. A nosotras aún nos faltaba al menos un año para terminar.

Mi teléfono sonó con un mensaje. Miré a los chicos, para decirles que me iba un segundo, pero ni falta hacia, ya andaban como anaconda, tragándose entre ellos. Así que me fui al cuarto de Scoot.

—Para esto me piden que venga... —solté, refunfuñando mientras me iba.

—¡Te oí! —gritó Alma.

—¡Qué bueno, era la idea! —respondí con sarcasmo, azotando la puerta al entrar.

El mensaje era de Caleb. Me alarmé al leerlo, y no me malinterpreten, más bien me sorprendió que el chico me hubiera escrito para decirme que iría por mí. Le envié mi ubicación con una alegría desbordante.

¿Será que de verdad cambiará? ¿Que no me esconderá más?

De un momento a otro, estaba fantaseando con la idea de lo que podría ser entre nosotros y lo diferente que sería todo si de verdad cambiaba.

Un suave toque en la puerta de la habitación me sacó de mi ensoñamiento. Eros entró con suavidad.

Su pelo mojado caía sobre su frente, casi a la altura de sus ojos. Se notaba aún más negro por lo húmedo. Llevaba una sudadera sin mangas en color negro con capucha, y noté que uno de sus brazos tenía pequeños tatuajes sin relación entre sí. Sus pantalones de chándal oscuros combinaban con el aro plateado en su nariz, algo que no sé si siempre había tenido o si hasta ahora me percataba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.