Eros se detuvo frente a la residencia y apagó la moto. No dijo nada de inmediato, pero tampoco se movió. Yo tampoco lo hice. Estuvimos así unos segundos, en silencio, con solo el ruido de los latidos desbocados de mi corazón.
—Bennett... —su voz fue más suave esta vez—. Podemos hablar?
—¿Hablar? —resoplé—. ¿Hablar de qué, Eros? ¿De cómo mi amiga ofreció tus servicio como si fueras un paquete de Amazon?, o ¿De cómo aceptastes sin titubear?. ¿Acaso soy tan patética como para que todos se pongan de acuerdo en algo así?
Él suspiró, pero no se ofendió. En cambio, bajó de la moto y se giró para mirarme.
—No seas absurda jamás he pensado tal cosa de ti, Alma dijo algo que no debía, y yo solo quise ayudarte. También debería estar molesto.
Su tono se endureció, es cierto Alma no debió decir nada, pero él lo tomó con tanta naturalidad, que me sorprendió, quizás por eso ha sido así de amable conmigo porque es parte de su trabajo.
—Pues es lo que me han hecho pensar con esta propuesta absurda. —repliqué, bajándome también. Mis pies tocaron el suelo con un quejido de dolor que intenté disimular.
—Bennett, por favor...
—Buenas noches, Eros —le corté, y sin mirarlo, caminé directo a la puerta.
Llegué a mi habitación dando un fuerte portazo, conteniendo el torbellino de emociones que amenazaba con explotar. Estaba molesta, sí. Pero también estaba confundida. ¿Quién demonios se ofrecía a ser el novio falso de alguien como si fuera una oferta de supermercado? Peor aún... ¿por qué parte de mí se había sentido aliviada cuando lo escuché decirlo?
Ridícula. Estás perdiendo el control.
La noche se me hizo larga, y yo seguía con la cabeza dando vueltas. Cuando el domingo comenzó a desvanecerse, el sonido de la notificación me hizo mirar el celular.
Alma: Saldras de la habitación de una vez o te quedarás a vivir en ella para siempre. Te preparé café y una charla obligatoria.
No pude negarme. Salí sin ningún ánimo con el pijama aún puesto, sin ganas de seguir pensar. Alma me esperaba sentada en el sofá de la pequeña sala, con dos tasas humeantes en la mano.
Alma me sonreía con el perdón implícito en ella, pero también con picardía, imaginaba que sabía un poco mas de la noche anterior. Me mantuve sería, intentado que se me notara la molestia que ya no sentía, es que Alma es como mi hermana y aunque no tenga ninguno, se que por más cosas que pasen siempre se perdonan todo, incluso las proposiciones locas sobre novios falsos.
Llegué a su lado dejándome caer en el mullido sofá de dos plazas, me acomodé los lentes, mientras subía los pies de forma cruzada sobre el mueble, tomando entre mis manos la taza calentita de café, le dí un sorbo bajo la atenta mirada de mi amiga.
Su sonrisa apenas imperceptible, porque si estaba loca por hacer el chisme, pero yo la dejaría un rato en el suspenso, pero el silencio no duró mucho, obvio ella no pudo contenerse.
—Amiga perdóname, si? —pidio con seriedad, no lo hice por nada malo, solo quería ayudarte y hacerle ver al idiota de Caleb lo k vales par que se arrepienta de todo lo que te ha hecho.
La rabia en sus palabras, me demostraba lo frustrada que la tenía ese chico, aún si seguí en silencio.
—Pero por favor, ya no estés molesta conmigo —dejo su tasa en el suelo y me tomó del antebrazo con sus dos manos —porfis porfis.
—No estoy molesta contigo Alma, solo que me abrumó y sorprendió todo, no creí que Eros se dedicará a algo así —respondi mirándola a la cara.
—Amiga es un trabajo digno como otro cualquiera no le des más vueltas, olvida lo que dije y solo pensemos en otra cosa —propuso
—No creo poder pensar en otra cosa, sabes me buscó Alma, Eros me salió a buscar y me encontró —le conté sorprendida
Mi amiga sonrió, sabía que habíamos llegado a la parte que le interesaba de verdad. Se acomodo un poco mas a mi lado y se puso atenta a lo que decía....
—¿Entonces, te subiste a la moto o no? —preguntó Alma atenta.
—No me dio opción. Me tiró la carta de “asaltantes en la zona”, y yo… bueno, digamos que mis pies estaban demasiado adoloridos para discutir.
—Traducción: te gustó que te rescatara como todo un galán de película —canturreó, divertida.
—Alma, por favor —me giré en el sofá para mirarla—. ¿Tú entiendes lo que hiciste? Me ofreciste a un chico de alquiler. ¿Sabes lo humillante que fue enterarme así?
—No es como si te ofreciera un stripper. Es Eros, Kris. No es un cualquiera, es alguien que sabe cómo tratarte, que entiende la dinámica, que puede ayudarte.
—¿Ayudarme con qué? ¿A no sentirme tan patética porque Caleb me dejó plantada? —mi voz se quebró un poco, no lo quería admitir, pero dolía.
—No, Kris. Para que recuerdes lo que vales. Para que entiendas que no necesitas mendigarle amor a nadie. Solo pensé que, tal vez, si alguien fingía quererte... tú podrías empezar a creértelo también. Aunque fuera por un rato.
Me quedé en silencio, tragando saliva.
—¿Y por qué tenía que ser Eros?
—Porque podría ser cualquier otro Kris, solo que a el lo conocemos y al parecer tu cercanía no le molesta de lo contrario se hubiera enfadado y no lo hizo.
—Eso es lo que me da miedo —murmuré.
—¿Y si el miedo no es por el trato… sino por lo que podrías llegar a sentir?
La miré, sin saber qué responder.
—No lo sé, Alma. No sé si quiero jugar a enamorarme de alguien que podría fingirlo mejor que nadie.
—Entonces no juegues, pero tampoco huyas. Sólo… date una oportunidad.
Editado: 10.05.2025