Chico de Renta

Capítulo 20

Si pueden leer el capítulo con esta canción de fondo, creo que sería genial

🎧 "It'll Be Okay" - Shawn Mendes

******

Ahora mismo me sentía en una espiral de sensaciones. Mi corazón decía muchas cosas, pero mi cabeza hablaba alto y fuerte.

Esto no puede pasar.

No te dejes llevar por todo lo que el pelinegro te hace sentir.

Y era cierto. Mi estabilidad emocional estaba por los suelos; cualquier cosa me haría creer lo que fuera, así que no, no cedería ante nada de lo que estuviera sintiendo.

—Lo siento, Eros, pero no puedo -sus ojos comenzaron a perder ese brillo que antes tenían—. No es justo para los dos —continué hablando—.
No me siento preparada para una relación de verdad, y si no puedes acceder con el contrato, entonces es mejor que lo dejemos todo tal cual.

Lo vi endurecer la expresión, pero se limitó a escucharme.

—Así que, por favor, te voy a pedir que te vayas —extendí la mano señalando hacia la puerta.

Me temblaba ligeramente; cómo no hacerlo si todo mi ser se tambaleaba. La calidez del beso aún la sentía en mis labios. La sensación de que volviera a apoderarse de ellos me quemaba.

Para mi sorpresa, Eros no se dio vuelta, sino que se acercó más a mí.

—Mírame, Bennett —pidió con voz ronca.

Negué con la cabeza. No quería caer de nuevo en el juego.

Otro paso.

—¿En serio quieres que me vaya? —preguntó.

Mi mirada se mantenía fija en sus zapatos.

—Sé que en el fondo no es lo que quieres, y lo sabes.

Otro paso. La punta de sus tenis chocó con las de mis sandalias.

—Te prometo que me iré si me miras a los ojos y me dices que no sientes nada por mí.

—No siento nada, Eros —hablé sin mirarlo—. Por favor, no lo hagas más difícil —pedí, intentando mantener la cordura.

—No, nena... -oirlo llamarme de esa forma hizo que el estómago se me encogiera.

Caleb me llamaba así, pero nunca se sintió tan bien escucharlo.

—Si fuera cierto, tu cuerpo no reaccionaría de la forma en que lo está haciendo con mi cercanía.

Y era cierto. Mi maldito cuerpo traicionero no dejaba de temblar, y más que nervios era el reprimirme de no irme encima del pelinegro.

—Porque si fuera cierto, tu piel no se erizaría así cuando la toco —habló mientras acariciaba mi brazo con su mano en un gesto dulce y delicado.

—Porque si fuera cierto —me tomó del mentón, obligándome a mirarlo directo a los ojos—, tus labios no estarían tan dispuestos a volver a recibirme —acarició mi boca con su pulgar en un gesto sensual.

Observé su dedo y luego volví la vista hacia él. Tragué fuerte, entreabriendo los labios.

Mandé mi autocontrol al carajo y, esta vez, fui yo quien acortó el espacio. No podía seguir resistiéndome. Su boca me recibió gustosa. Sin despegarnos, Eros se sentó en el sofá mientras me colocaba sobre su regazo.

Me tomó del nacimiento del cabello, pegado a la nuca, profundizando aquel apasionado beso. Mis caderas comenzaron a frotarse sobre la dureza que se había formado en su entrepierna.

Tiró un poco de mi cabeza hacia atrás, besando mi cuello y repartiendo besos húmedos hasta volver a mis labios.

Joder... no sabía que un beso podía hacerte sentir tanto.

Un jadeo se me escapó cuando me abrazó por la cintura con una de sus manos, apretándome contra él, fusionándonos el uno con el otro.

Su aroma se mezclaba con el mío, creando un elixir poderoso. Tiré de su cabello, pegándome más a él, como si ese hecho pudiera ser posible.

—Me gustas, Kris —habló cerca de mis labios, en un susurro solo para mí—. Me gustas desde el primer día que te conocí —afirmó, volviendo a besarme.

Esta vez más suave, despacio, disfrutando del momento. Mis palabras habían quedado atoradas en la garganta; solo quería disfrutar lo que estaba viviendo.

Mi mente estaba nublada. Estar entre sus brazos así, como estábamos justo ahora, se sentía como todo lo que necesitaba en esta vida.

Mis miedos, mis preocupaciones, mis problemas... todo desapareció.
Así era estar con Eros.
Me sentía poderosa, como si nada ni nadie pudiera dañarme, y eso me encantaba.
Me hacía sentir tan bien.

Tan libre.

Tan yo.

Y, siendo sincera, no quería que parara. Pero lo cierto es que esto no podía estar pasando. No podíamos estar juntos. Cuando volviera al presente, solo volvería a ser otra chica más... como pasó con Caleb, que se aburrió de mí y prefirió buscar a otra.

Corté bruscamente el intenso beso, bajándome de su regazo.

—¿Qué pasa, nena? —abrí fuerte los ojos al oírlo; una corriente me recorrió todo el cuerpo.

—Vete, Eros. Por favor —abrí la puerta para él.

—¿En serio, Kris? ¿Vas a ignorar todo esto como si no sintiéramos nada? —preguntó, aún de pie junto al sofá.

—Ya no caigamos en lo mismo, Eros —mi voz salió temblorosa—. Los dos sabemos que soy demasiado sosa para ti, y que luego terminarás aburriéndote y buscándote a otra... como hizo Caleb —grité.

Dolor, ira y, por último, tristeza surcaron su rostro. Al instante me arrepentí de haberle dicho todo eso, pero qué podía hacer si así me sentía.

—¿En serio me comparas con esa basura? —cuestionó, molesto.

Sonrió sin gracia, tomó sus cosas y caminó hacia la puerta. Pero antes de irse, se volteó hacia mí.

—Jamás, Bennett. Escúchame bien: jamás vuelvas a compararme con ese idiota. Tú nunca serías capaz de aburrirme... pero al parecer es algo que no quieres ver.

Sin más, se marchó bajando las escaleras, perdiéndose de mi vista. Los chicos que pasaban por ahí, y otros que se mantenían en los pasillos, observaban la escena como si fuera la telenovela de las diez.

Al instante me avergoncé, así que volví adentro, dando un portazo fuerte que hizo retumbar el lugar.

Por mí, se podía caer el edificio. Total,
mi corazón ya había comenzado con la demolición,
y dolía como mierda cada pedazo que se desprendía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.