Mini maratón 1/4
Alma no paró de llamar, así que, por saber qué pasaba, le tomé la llamada. También lo hice por distraerme un poco; no quería seguir pensando.
Pero claro, mi amiga me conocía demasiado. Apenas hablé, supo que estaba mal. En menos de nada la tuve en la habitación; no sé cómo lo hizo, pero literalmente voló hasta aquí en cuanto me escuchó por teléfono.
Cuando llegó, yo estaba sentada en el mini sofá, con los pies encogidos hacia el pecho y los brazos rodeándolos. Alma se me fue encima y me abrazó sin decir nada. Yo simplemente me dejé llevar. Lloré, saqué todo lo que tenía acumulado en sus brazos, como tantas veces había hecho.
Cuando me sentí mejor, decidí contarle todo lo que había pasado. Se enojó mucho con lo de Caleb, pero no se sorprendió con lo de Eros. Aun así, respetó mi decisión. Además, me entendía.
—Bueno, ya sécate esas lágrimas, que ahora te contaré algo —cambió de tema, emocionándose al instante.
—Cierto. Me estabas llamando como loca y dejando cientos de mensajes. ¿Qué era eso tan importante que me querías decir?
—¡Ta-tán! —Alma colocó su mano izquierda frente a mi cara. Un aro dorado con una pequeña piedra en forma de corazón rojo brillaba sobre su dedo.
—¿En serio? —pregunté, llevándome las manos a la boca.
—¡Siiiiii! —dijo moviendo la cabeza tan rápido que casi la pierde.
Chillé de la emoción, y ahora fue mi turno de abrazarla y desearle lo mejor…
Aunque mi vida sentimental era una basura, al menos a mi mejor amiga le estaba yendo genial.
—¿No crees que están muy jóvenes para casarse? —pregunté, dubitativa.
—La verdad, sí, pero solo nos comprometimos, Kris —aclaró—. La boda será cuando nos graduemos y tengamos trabajo. Además, me pidió que me fuera a vivir con él —volvió a emocionarse.
—Alma, prácticamente ya vives con Scooth —le recordé.
—Es cierto, pero ahora tengo hasta llave de su cuarto, ¿no es genial? —asentí—. Puedes venir cuando quieras, así no estás sola aquí todo el tiempo.
La miré seria. ¿En serio me estaba pidiendo eso?
—Gracias, supongo, pero ahora mismo lo último que quiero es encontrarme con Eros.
—Bueno, bueno, no volvamos al tema de antes. Hay algo más que quiero decirte.
—¿El qué?
—¡Serás mi dama de honor! —gritó de emoción y se lanzó sobre mí. Yo quedé en pausa con aquello, ni siquiera tuve reacción.
Estos chicos me matarían. Fijo que sí.
El caso es que Scooth y Alma se comprometieron y darían una fiesta para celebrarlo, pero esperarían hasta terminar los exámenes, así podrían disfrutar sin preocupaciones. Eso me alegró; primero, porque era mi amiga y deseaba lo mejor para ella, y segundo, porque necesitaba al menos hacer los exámenes bien. Con mi vida tal como la estaba llevando, sería un milagro lograrlo.
—Kris, no le des más vueltas. Este sábado vamos al club y de seguro encuentras a algún chico para tu plan —habló Alma al cabo de un rato de silencio.
—¿Qué? ¿Acaso estás loca? —cuestioné, incrédula—. ¿Te parece poco todo lo que estoy pasando para sumarle más?
—Kris, está bien que con Eros no, porque todo se les fue de las manos, pero alguien profesional sí puede ayudarte con tu plan.
—No hay plan, Alma. Además, lo último que quiero es ver a Eros. Ya olvídate de todo. Intentaré volver al principio.
—Eso es imposible, querida —dijo mientras se ponía de pie y se iba a preparar café en la cocina.
—¿Por qué?
—¿En serio quieres que te lo diga?
—Como sea, Alma, mi respuesta es no —zanjé, cruzándome de brazos.
—Kris, cuando dejes de cerrarte tanto y te abras un poco más, vas a comenzar a disfrutar de las cosas. No seas cabezota.
—Eso sonó raro, Alma.
—No sonó raro, eres tú la malpensada. Pero igual puedes aplicarlo en eso también —me sonrió picarona, y yo rodé los ojos.
Me senté en la silla alta, pegada a la encimera, mientras Alma echaba azúcar en una taza.
—¿Qué haré cuando lo vea? —pregunté, ida.
—Parearlo en las bolas —respondió Alma como si nada, vertiendo el café en la taza. El humo y su aroma caliente me envolvieron de inmediato.
—A Caleb, no a Eros —especifiqué.
—¿Quieres que te diga?
—Mejor no.
Ambas reímos de su respuesta, y es que, sabiendo cómo es ella, ya imaginaba cuál sería.
—El sábado a las diez te recojo —dijo, dejando la taza en el fregadero.
—Alma, no iré. No insistas.
—Ponte guapa —me dio un beso sonoro en la mejilla.
—¿Es que no me escuchas?
—Sí, cariño, siempre lo hago. Pero por una vez en tu vida me escucharás tú a mí. Así que el sábado, a las diez. Estos días no iré a clases, no me toca más ninguna hasta la semana que viene.
Tras eso, se marchó sin dejarme alegar absolutamente nada.
Caminé hacia la habitación, me metí en la cama y puse mi serie favorita, Stranger Things, a ver si así lograba dormirme sin pensar en nada más.
Editado: 20.10.2025