Chico de Renta

Capítulo 23

Mini maratón 3/4

Ya tenía el boleto de autobús. El viaje sería a mitad de la próxima semana, no el fin de semana como planeaba, pero de igual forma hablaría con la directora personalmente. Esperaba que aprobara mi solicitud.

Mi madre me envió un mensaje diciendo que todo estaba bien, que solo estaba un poco alterada como a veces le pasaba cuando pasaba días sin fumar o jugar.
No les dije nada sobre el viaje porque quería que fuera una sorpresa.

Tres días habían pasado. Era viernes, y Caleb me había recordado el partido. No tenía ni las más mínimas ganas de ir, pero por su insistencia, al final accedí.

Alma y Scooth me esperaban allí. De Eros no había sabido nada, y preferí no preguntarle a Alma tampoco.

Le envié un mensaje a mi amiga de camino a la residencia, avisándole que me daría una ducha antes de ir al campo de fútbol. Ella respondió que ya casi salían y que quizás llegarían antes que yo.

Opté por unos jeans sueltos, una camiseta corta negra y unos tenis altos. Me dejé el cabello medio recogido, con algunos mechones sueltos al azar.

Cuando estuve lista, me eché un poco de perfume y salí.

El sol aún brillaba en lo alto, pero el viento suavizaba el calor. El césped se veía más verde de lo habitual. Me gustaban los días así: brillantes y frescos.

Llegué a las gradas donde estaban mis amigos, como siempre, demasiado acaramelados.

Carraspeé para que notaran mi presencia. Alma me abrazó con su dramatismo habitual, y Scooth también, aunque con él sí hacía tiempo que no nos veíamos. Aproveché para felicitarlo por el compromiso.

Me senté y observé a los jugadores calentando en el campo, buscando entre ellos al rubio, pero no lo vi.

El lugar estaba lleno. Era la final, y nadie quería perderse el último partido de la temporada.

—Les traigo algo de tomar, chicas —anunció Scooth, siempre atento.

—Sí, por favor —respondió Alma con alegría.

—Ya vengo —dijo, y antes de irse le dio un beso en los labios a mi amiga, tan apasionado que me dieron ganas de que la tierra me tragara.

A los pocos segundos, mi teléfono vibró entre mis manos.

Te ves hermosa.

Me quedé congelada. Busqué con la mirada entre la multitud, pero no lo vi.

Idiota. —respondí, provocándolo.

Te extrañé.

Un pinchazo directo al estómago. Esa sensación incómoda, mezcla de nervios y deseo. Eros podía provocarme todo eso solo con palabras escritas.

El nerviosismo me atacó, y aunque intenté disimular, no creo haberlo logrado: Alma me miró y sonrió con complicidad.

Fui a responder, pero el bullicio del público, los aplausos y los gritos me distrajeron. Los equipos estaban listos para comenzar.

Sabía que el equipo de los Cocodrilos era el de Caleb, pero nunca entendí las reglas del juego, y mucho menos pensaba aprenderlas ahora.

El partido comenzó. Conocía el uniforme de Caleb a la perfección, así que sabía cuándo lo veía jugar, pero en realidad no le prestaba atención.

Scooth regresó con las bebidas un rato después. Escuché a Alma quejarse de lo mucho que había tardado, pero no oí su respuesta. Mis sentidos estaban enfocados en otra cosa. En alguien que no lograba encontrar.

Seguía buscando, pero no había ni rastro de Eros. El sol empezaba a caer, y el juego seguía. Movía las piernas con impaciencia. Quería que terminara de una vez para poder irme.

—¿Irás a la fiesta después del partido, Kris? —preguntó Alma.

—¿Eh?

—Que si irás a la fiesta —repitió.

—No sabía de ninguna fiesta—admití.

—Es que los Cocodrilos están ganando —intervino Scooth—, y si lo logran, habrá celebración.

—Anímate, amiga. Hace rato que no compartimos juntas, ¿cierto? —dijo Alma abrazándome por los hombros y besando uno de ellos. Scooth nos rodeó a ambas en un gesto cariñoso.

—Está bien —respondí con una sonrisa ladina.

El estadio estalló en gritos y vítores. Scooth fue el primero en ponerse de pie y chiflar con fuerza.

Entonces las personas comenzaron a señalar algo en el campo, algo de lo que yo no me había percatado.

Caleb estaba arrodillado, con la camiseta del uniforme levantada. Debajo, en una blanca, se leía en letras grandes:

“ DAME OTRA OPORTUNIDAD, KRIS.”

La sostenía con los dientes, mientras juntaba las manos al frente, como rogando.

El público comenzó a corear mi nombre: “¡Kris! ¡Kris! ¡Kris!”

Alma me dio un codazo para que reaccionara. La miré sin saber qué hacer, y Scooth también me observaba expectante.

Otro mensaje vibró en mi teléfono.

Debo admitir que el idiota lo hizo bien. Siento celos. Enhorabuena, Bennett. Tu chico cayó rendido a tus pies, como querías.

No era mi chico. Y para nada quería tenerlo a mis pies. Ni cerca.

Miré a Caleb, conteniéndome las ganas de ahorcarlo por semejante ridiculez. En otro momento me habría parecido romántico, pero no ahora. No después de conocer al pelinegro.

Al ver que no respondía, los jugadores lo ayudaron a salir del campo. En ese momento alguien chocó conmigo, derramando su bebida sobre mi ropa.

Alma enloqueció, y con razón: Mónica había pasado justo a mi lado, fingiendo un accidente.

No le di importancia. Ella no valía la pena. Me disculpé con mis amigos, diciendo que iba al baño a limpiarme la blusa, y salí corriendo de ahí.

Entré en uno de los cubículos y marqué el número del pelinegro. Me respondió al primer tono.

Tenía tantas ganas de escucharlo que, por un momento, me quedé muda. Aun así, me obligué a hablar.

—¿Dónde estás? —pregunté, desesperada.

—Ahora mismo, lejos, Bennett —respondió. El aire golpeaba el micrófono del teléfono.

—¿Estás manejando y hablando al mismo tiempo? Irresponsable —lo regañé.

—No haberme llamado, nena —su tono me dejó sin palabras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.