Mini maratón 4/4
Si pueden leer el capítulo con la canción de Mercy de Shawn Mendez, lo amarán un poquito más jajaja. Disfrútenlo
Me fui a la fiesta. Todos andaban festejando la gran victoria de los Cocodrilos, pero por mi parte, estar ahí se sentía aburrido. La ansiedad de esperar a ver si Eros llegaba o no me desesperaba aún más.
Entre la multitud divisé a Alma riendo con un grupo de chicos y con Scooth. Ella volteó y me vio, haciéndome señas para que fuera hasta donde estaban.
Caminé hacia ellos, situándome a su lado. Había un montón de gente allí: algunos en grupos, otros bebiendo afuera de la casa, otros bailando.
No tenía idea de lo que charlaban en el grupo. Observaba la pantalla del teléfono una y otra vez, con la esperanza de que el pelinegro entrara en cualquier momento, pero todo apuntaba a que no sería así, pues ya había pasado media hora desde que habíamos hablado.
—Voy a la cocina por agua —le avisé a Alma, gritándole por encima de la música para que me oyera.
Ella solo asintió y siguió en lo suyo con los demás.
Fui esquivando a las personas que se atravesaban en mi camino, haciendo mis pasos cada vez más lentos.
Justo cuando iba a dar la vuelta, me encontré con esos ojos negros azabache. Eros estaba parado cerca de la entrada, mirándome fijo. Sus ojos, no dejaban de observarme.
Las personas alrededor comenzaron a desaparecer con cada paso que él daba hacia mí, como si todo a mi alrededor girara entorno a él.
Las pocas luces que quedaban encendidas se apagaron, dejando el lugar más tenue. La música de fondo cambió a una melodía suave.
Dios... ese aire de chico rudo, misterioso y sexy lo complementaba muy bien. Mi corazón se aceleró y una sonrisa se formó en mis labios.
—Perdón si me tardé, Bennett —habló cerca de mi oído, su aroma haciéndome temblar como de costumbre.
Shawn Mendes y su canción Mercy se apoderaron de nosotros.
Eros me dio la vuelta, sosteniéndome de la cintura con delicadeza. Mi espalda quedó pegada a su pecho. Recosté mi cabeza en su hombro mientras él hacía de ese momento algo único y solo de nosotros.
La canción, a la que nunca le había puesto atención, comenzó a cobrar sentido para mí cuando mi pelinegro empezó a cantármela bajito al oído.
Me tienes atrapado
Ni siquiera conoces tu poder
Estoy parado a cientos de alturas
Pero caigo cuando tú estás cerca...
Cerré los ojos, sintiendo cada letra, cada palabra.
Bebe, por favor, ten piedad de mí.
Ten cuidado con mi corazón.
Incluso aunque no pretendas herirme,
sigues destrozándome...
Los ojos se me llenaron de lágrimas. Eros me estaba entregando su corazón de la manera más bonita. Sus caricias continuaron, y no hablo solo de las físicas: también acariciaba el alma, y se sentía deliciosamente bien.
Quería decirle tantas cosas... que no sería capaz de hacerle daño, que más bien era yo -mi inseguridad- la que temía que él me lo hiciera a mí. Pero no me dejó decir nada.
Eros acariciaba mi brazo mientras seguía cantando la letra de la canción en mi oído. Su aliento mentolado y cálido me acariciaba al mismo ritmo. Dejó un beso casto en mi cuello, y yo ladeé la cabeza, dándole acceso total a él.
Me estaba derritiendo en sus brazos. No quería que este momento acabara nunca.
La canción terminó, pero no quería que Eros me soltara. Lo vi tomarme de la mejilla, sosteniéndome la mirada hasta bajarla a mis labios. Me los mordí de inmediato, en una clara invitación a que me besara.
Con este chico todo era así: no había miedos ni vergüenza cuando estaba con él.
—Por favor, nena, ten piedad de mí —rozó nuestros labios mientras una corriente me azotaba la espina dorsal—. Ten cuidado con mi corazón.
Recitó parte de la canción, haciéndome estremecer por completo. Con rapidez me puse frente a él, tomándolo del cuello. Nos miramos directo a los ojos por unos segundos; los de él, titileantes como una estrella en el vasto cielo oscuro.
—Te entrego mi corazón Bennett, es todo tuyo, solo tuyo... Siempre lo ha sido.
Sin pensarlo dos veces, estampé mis labios contra los suyos en un beso torpe y urgido. Lo sentí suspirar sobre mi boca mientras me devoraba por completo.
Comenzaba a disfrutar de ese momento cuando un pequeño detalle e insignificante apareció y de un segundo a otro, la calidez de sus labios fue sustituida por la fría brisa.
Todo pasó demasiado rápido. Caleb le propinó un puñetazo a Eros que lo tambaleó. Todos alrededor se sorprendieron mientras yo me llevaba las manos a la boca, asustada.
—No te atrevas a acercarte otra vez a ella, imbécil —escupió Caleb hacia Eros.
Eros rió como un maldito demente, una versión muy diferente de la que jamás había visto.
—¿Y si me atrevo, qué? —lo desafió.
Caleb iba a hablar, pero me lancé hacia Eros, sosteniéndolo del pecho y pidiéndole que me mirara.
—No vale la pena, amor —lo sentí tensarse de inmediato. Y no sé por qué, pero el mote cariñoso me salió natural.
—¿Amor? —preguntó, entre extrañado y sorprendido.
—Sí, escuchaste bien. Ahora, por favor, vámonos de aquí —pedí. Me tomó de la mano sin dejar de mirarme.
—De acuerdo, vamos.
—¿Te demuestro mi amor y así es como me pagas? —la voz rota de Caleb sonó detrás de mí.
Ya hasta me había olvidado de él.
Solté a Eros de la mano y caminé a paso firme hacia Caleb.
—Si para ti demostrar amor es engañarme con otra, luego pedirme perdón y repetir el ciclo, creo que no sabes el verdadero significado de esa palabra.
—Solo ves lo que quieres, Kristal —sus ojos se humedecieron, pero no soltó ni una lágrima—. Ojalá me perdones y entiendas que este idiota no es tan diferente a mí.
Editado: 20.10.2025