Chispas

Capítulo 13

-¿Estás segura?

-Estoy segura. Lo has visto, casi catatónico.

-¿Ha sido así desde que tu mamá se fue? -Asentí con la cabeza mientras recogía mi pasta. -¿Y qué hay de la cena? ¿Todavía vas a trabajar allí durante el verano?

-Bueno, tengo que hacerlo si quiero dinero. Mi papá seguramente no me lo dará por nada.

-¿Así que sólo trabajas allí por dinero extra en efectivo?

-Básicamente. Cosas de la escuela. Ropa. ¿Qué pasa? -Le pregunté al ver su expresión de alivio.

-Nada. Eso será una cosa menos por la que preocuparse después. -Dijo crípticamente.

-¿Qué quieres decir?

Él sonrió y me golpeó el hombro con el suyo.

-Nada. Prueba el postre. Mi abuela ganó el premio del condado tres años seguidos por él.

Dejé pasar su cambio de tema, pero lo guardé para futura referencia.

-Entonces, ¿dónde vamos esta noche? -Le pregunté mientras probaba un bocado de pudín y descubrí que sí, que era delicioso.

-A Mugly`s.

-¿Mugly`s? -Repetí pensando que había oído mal.

.Sip. Un pequeño lugar en mi ciudad, si no te importa el paseo. Tienen impresionantes pepitas de maíz casero y barbacoa.

-Mmm. Me encanta la barbacoa. -Canturreé.

Se echó a reír alrededor de la cuchara de postre por mi entusiasmo.

.Bueno, voy a fichar un poco de dulce para usarlo con posterioridad. ¿Qué más te gusta? Haré una lista.

Era mi turno de reír.

-Um. Palomitas de maíz. Cerezas. Café. Cualquier tipo de pasta. Mi favoritos de todos los tiempos, los bollos de miel, yo como por lo menos uno al día.

Él sonrió, y aoyándose en el codo me miraba como si estuviera completamente disfrutándolo.

-¿Qué más?

-Conciertos. -Él hizo un ruido que indicaba que también le gustaban. -Películas de ciencia ficción. La playa. El color azul. Los convertibles.

-¿En serio? Convertibles, ¿eh? Bueno entonces estás de suerte.

-¿Por qué? ¿Conduces un convertible?

-Lo hago, de hecho.

No se habían deslizado por mi mente las bromas coquetas que fluían con facilidad entre nosotros. Que cada vez que me sonreía había chispas en mis venas. Que de repente me di cuenta de que estaba fuera de mi alcance y que no había manera de que este tipo me hubiera dado la hora del día si no hubiéramos sido impresos.

Pero recordé ayer, cuando me acompañó a lo de Adam, él parecía un poco interesado entonces. De hecho, parecía francamente decepc

ionado cuando Adam estaba listo para partir.

Hmm.

Entonces también recordé que podía leer mis sentimientos y lo miré. Él seguía observando y moviendo la cabeza, divertido. Me arrugó la nariz y se rió.

-Dijiste que no había manera de apagar eso, ¿verdad?

-Sí. -Respondió. -Se necesita práctica y la concentración.

-Voy a trabajar en ello.

-Hey. -Oí detrás de mi. Me volví para ver a Adam. -¿Terminaste?

-Uh. -Miré hacia abajo en mi plato. Apenas había tocado nada de eso. Me habían pasado la mayor parte del tiempo hablando con Fred. -Claro, supomgo. ¿Qué pasa?

-¿Cómo lo llevas?

-Bien. Tu familia es muy agradable.

-Te dije que iban a serlo. No tenías nada de qué preocuparte. Así que, como te sientes bien, ¿qué haces esta noche?

Eché un vistazo a Fred. Estaba viendo a Adam con fastidio.

-Fred y yo vamos a cenar.

Se rió sin humor.

-¿Lo harán? Bueno, al menos él va a tratar de salir contigo.

-¿Qué se supone que significa eso? -Preguntó Fred.

-Significa que se trata de algún golpe de suerte. Alguna broma. Ella no es nada como tú, ya se deshizo de un atleta en su vida, ¿y ahora crees que sólo puedes llevarla a una cita, como si todo fuera normal, y como miel sobre hojuelas a partir de ahora?

-Adam. No sé qué pasa contigo. -Cuando Fred habló, miré a mi alrededor y vi que todo el mundo los miraba con preocupación. -Lo siento. Ya he dicho eso.

-Oh sí, lo sientes. Te mueves por aquí, en mi casa, como si fueras justo el rey de todo. -Espetó Adam y yo estaba sorprendida por el veneno en su voz.

-Adam. Esto no es justo en absoluto. Yo no elegí...

-¡Pero aún eres el elegido!, ¿cierto? -Se burló.

-No puedo cambiar eso, ella es mi pareja, no importa lo que sientas por ella. Esto aquí es un buen ejemplo de por qué tienen la regla de no-citas.

-¡Odiabas esa regla estúpida tanto como yo! -Gritó y señaló airadamente.

-Lo sé, pero no la rompía. -Respondió Fred en voz baja. -Si hubiera pasado menos tiempo tratando de conseguir que saliera contigo, no te sentirías así respecto a alguien que no te pertenece.

Adam palideció y se volvió rojo como la remolacha.

-Eso no tiene nada que ver con esto, aunque si la hubiera tocado primero, antes que tú, las cosas serían un poco diferentes, ¿no es cierto? Pero es mi amiga.

-Estoy en desacuerdo -Dijo Fred constantemente.

La mano de Adam negó con la copa a un lado. Me pregunté qué estaba pasando. Quiero decir, yo sabía que Adam estaba un poco enamorado de mi, pero Fred sabía mucho acerca de eso. Entonces, el papá de Adam se acercó y puso su mano sobre el hombro de su hijo.

-Hijo. -Dijo en voz baja. -Sé que esta situación no es ideal, pero Fred tiene razón. ¿Qué estás haciendo? No agites problemas allí donde no tiene que haber ninguno.

-No estoy haciendo eso. Pero, papá, tú debes haber oído las cosas que solía decir. Odiaba todo esto. Quería estar fuera.

-¡Adam! -Fred gritó y se levantó.

-Él pensaba que toda la cosa de la pareja era una broma. Dijo que era falso o algo así. Quería salir e ir a la escuela en Arizona.

-¡Adam, cállate, hombre! Eso fue antes de que me sucediera, ¿de acuerdo? Ahora es diferente. Y será diferente cuando te pase a ti también.

-Pero eso no va a pasarme a mi, ¿verdad? Tú eres especial y yo tendré que quedarme solo para siempre. La chica por la que pensé que podía arriesgarme. -Levantó un dedo al aire para llevar a casa su punto. -¡La única chica y tú me la robaste justo debajo de mi! ¡Literalmente!




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