Chispas de Navidad en Hollyridge

Un accidente con nombre propio

(Narrado por Lía)

La vitrina estaba casi lista.

Casi.

Solo faltaba instalar el mecanismo para la nieve falsa, y yo había pasado toda la mañana midiendo, cortando y ajustando cables mientras Esteban hacía pruebas en la cocina.

Hollyridge tenía un aire distinto ese día: más bullicio, más gente en las calles, más olor a pan recién hecho. La feria gastronómica del domingo estaba a la vuelta de la esquina, y el pueblo entero parecía estar afinando los últimos detalles.

Yo también.
Sobre todo… los míos.

Mientras ajustaba el pequeño motor que impulsaría la nieve, escuché pasos acercándose.

Ni siquiera necesitaba mirar para saber quién era.
Esteban tenía una forma muy suya de caminar: firme, enfocada, casi silenciosa, pero pesada en presencia.

—¿Quieres que te alcance la pistola de silicona? —preguntó detrás de mí.

—Por favor —respondí sin girar.

Me la puso en la mano, y la piel de sus dedos tocó la mía apenas un segundo.
Solo un segundo.
Pero suficiente para que mi corazón hiciera un salto mortal sin previo aviso.

—Cuidado con ese cable —añadió, observando por encima de mi hombro—. Está flojo.

—Ya lo iba a apretar —respondí.

—No parece.

—¿Desde cuándo eres experto en decoración navideña?

—Desde que una decoradora distraída trabaja al borde de electrocutarse.

Rodé los ojos.

—Exagerado.

—Realista —respondió él, con ese tono bajo que era imposible no escuchar.

Moví el motor unos centímetros para ajustar la base… y ahí fue cuando pasó.

Un clic incorrecto.
Un tirón inesperado.
Un cable que no debió soltarse.

—¡Lía, cuidado! —gritó Esteban.

Pero ya era tarde.

El mecanismo cayó hacia mí. No era pesado, pero venía directo a mi cara. Cerré los ojos, esperando el golpe…

Pero nunca llegó.

En su lugar, sentí un tirón fuerte en mi cintura.
Un cuerpo detrás del mío.
Un abrazo envolvente que me pegó por completo a él.

Esteban me había jalado hacia su pecho, cubriéndome como si yo fuera algo frágil que temía romperse.

El motor chocó contra el piso con un ruido seco que no pensé sentir más fuerte que los latidos de mi corazón.

Esteban no me soltó.
Ni siquiera un poco.

—¿Estás bien? —preguntó con una voz tan baja y tensa que me recorrió un escalofrío entero.

—Sí… creo que sí —susurré.

No me moví.
Él tampoco.

Su mano seguía firme en mi cintura, como si temiera que si me soltaba un segundo, algo pudiera pasarme.

—No vuelvas a hacer eso —murmuró cerca de mi oído.

—¿Qué cosa? —pregunté sin atreverme a girarme.

—Tratar de cargar cosas sola cuando estoy aquí.

—Estás exagerando otra vez…

—No estoy exagerando, Lía —interrumpió.
Era la primera vez que lo oía hablar así.
Tan… sincero.
Tan sin filtro.

Tragué saliva.

—¿Puedes soltarme? —pregunté, sin saber si realmente quería eso.

Esteban dudó.
Lo sentí.
Unos segundos más tarde, aflojó lentamente los brazos, pero no dio un paso atrás.

Cuando finalmente me atreví a mirarlo, estaba demasiado cerca.
Su rostro estaba serio, pero había algo más en sus ojos: algo cálido, intenso… peligroso.

—No estás hecha para los accidentes —dijo bajito.

—Nadie está hecho para eso —respondí, intentando sonar ligera.

—Tú menos —añadió él.

No supe qué decir.
Y al parecer, él tampoco.

Ambos nos quedamos en silencio, a medio metro del otro, respirando el mismo aire denso.

Hasta que él rompió el momento:

—Te ayudaré a instalar el mecanismo. No lo haces sola otra vez.

—No necesito—

—Lía —dijo mi nombre con esa voz que no admitía réplica—. Déjame ayudarte.

Esta vez no discutí.

Lo trabajamos juntos.
Sus manos cerca de las mías.
A veces rozándolas sin querer.
A veces queriendo.

Cuando terminamos, la máquina de nieve cayó perfectamente en su lugar, dejando un brillo blanco cayendo desde lo alto. Era hermoso. Mágico.

—Te quedó perfecto —dijo él.

—Nos quedó perfecto —lo corregí.

Él bajó la mirada y sonrió apenas.
Una sonrisa mínima.
Pero real.

Y por alguna razón, eso hizo más ruido en mi pecho que cualquier campana navideña.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.