Chocolates de San Valentín

CHOCOLATES PARA VENICE

 

 —Vamos Papi, corre. Más aprisa, vamos, vamos por favorrrr.

  —Espera Venice —Pete llamó a su hijo que iba como alma que lleva el diablo por la acera —aguarda vas a caerte si sigues corriendo así ¡Venice!

 —Papá, los chocolates se van a terminar y no podré regalarle nada y alguien más podría pedirle que sea su novio y yo me quedaré solo para siempre, por siempre y todo será tu culpa —Venice hizo un lindo puchero con sus labios he inflo sus mejillas por lo que Pete tuvo que sonreír embobado por lo hermoso que es su hijo.

 —Eres tan melodramático —Pete revolvió el cabello de su adorado hijo.

 —Papá, deja de hacer eso, ya no soy un niño pequeño, ya tengo seis años —Venice levantó su manito y le mostró sus deditos a su papá —ves ya soy grande y quiero tener un novio el día de hoy ya que es San Valentín y cupido le va arrojar una de sus flechas cuando le de los chocolates y el se va a enamorar de mi.

 Venice estaba muy convencido de eso por lo que Pete se apiadó de su podré niño y comenzó a correr con él a toda prisa.

  Unos minutos después al llegar al lugar donde vendían los famosos chocolates; vieron que la fila era demasiado larga. La cara de Venice fue de total desilusión.

 —Nunca podré comprar esos chocolates para él y por eso nunca me mirara con amor como lo hace cada vez que come chocolates —Venice tenía los ojitos brillosos al recordar la cara que ponía su vecino cada vez que comía un chocolate, el pequeño niño de seis años de edad al igual que él amaba demasiado los dulces. Por eso Venice quería que también lo amara de igual manera.

  Pete llevó su mano a la boca para tapar la risa que amenazaba con salir al oír eso de su pequeño. Su hijo de tan solo seis años quería que un niño lo viera como veía a los chocolates, eso le llenó el alma de una inmensa ternura.

  Venice se mordía los labios nerviosamente y saltaba de un pie al otro. Pete esperaba pacientemente en la fila que por suerte avanzaba rápidamente.

 —¿Papá?

 —¿Si cariño?

 —¿Tú no te sientes solo? No tienes quien te de chocolates hoy. ¿No quieres a alguien a quien amar?

 Pete se quedó pasmado ante la pregunta de su pequeño niño. Y si era sincero con él, vaya que quería a alguien a quien amar y que también lo amen. Tal vez debería buscar a alguien que lo mire con tanto amor como ese niño del que estaba enamorado su hijo.

 —Pero yo tengo a alguien a quien amo.

  La cara de Venice era de una completa sorpresa, sus ojos llenos de ilusión —¿Quién es papá? ¿Lo conozco? ¿Cómo se llama? ¿Él te ama? ¿Y tú a él?

 —Woo, hijo. Calma. Si lo conoces —Pete tocó la nariz de su niño con la punta de su dedo —y si lo amo y él me ama a mi. Eres tú mi niño hermoso. No necesito a nadie más.

 —Ahhh, papi. Nooo. Eso no es lo mismo.

 —Lo es para mí —dijo Pete, pero en el fondo sabía que Venice tenía razón. Y la verdad sea dicha como anhelaba poder tener a alguien a quien acudir cuando se sentía solo y desesperado. Pero siendo un papá soltero cuando un hombre se acercaba a él y sabía eso, huían como rata por tirante. Ahora Pete solo quería llegar a casa y meterse en la tina con abundante agua caliente y una copa de vino tinto, y tal vez dormir ocho horas seguidas si tenía suerte.

 —Papito, ya es nuestro turno, vamos, vamos entremos —Venice tiraba de la mano de Pete con fuerzas.

 —Bien, mantén la calma hijo.

  —Ohh, nooo —Venice se llevó sus pequeñas manitas a la cabeza y se la sostuvo como si fuera a caerse —Papá te dije que no llegaríamos. No hay más de esos chocolates que tanto le gustan. Estoy acabado, terminado, ya nada importa.

 Pete suspiro pesadamente.

 —¿Puedo ayudarlos? —la voz del hombre detrás del mostrador le hizo erizar la piel a Pete.

  —Ah, hola —pete levantó la vista y vio al hombre más guapo y varonil que había visto nunca y algo dentro de su cerebro hizo cortocircuito —soy chocolates y este es mi…

 Pete hizo una pausa

 —¿Qué acabo de decir? —balbuceó Pete cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer y se sintió tan estúpido, sus orejas se tornaron rojas de la vergüenza y deseo que en ese momento se lo tragara la tierra.

 Él guapo hombre le sonrió mostrando todos los dientes, y era una bella dentadura, pensó Pete.

 —Bueno, mucho gusto, chocolates. Soy,Vegas.
—se presentó el hombre que atendía el lugar —¿Y el pequeño con la Crisis existencial es..?

  —Soy Venice —respondió el niño con una dulce y melodiosa voz —Él es mi papá, Pete, no chocolates —se llevó la mano a la frente y la restregó molesto —¿Qué te pasa papá? Me avergüenzas.

  Vegas rio ante la escena frente a él. El niño era adorable y, bueno, su papá era increíblemente hermoso. Pero como imagino debía estar casado con una bella mujer, los mejores siempre estaban tomados.

 —¿Siempre se traba así al hablar?
—pregunto Vegas a Venice con una sonrisa.

  —Ahm —Venice lo pensó un instante
—bueno, creo que solo cuando ve a hombres muyyy guapos —el niño miró a Vegas, lo observó bien —Si, guapos, como tú —dió un pequeño brinco en el lugar.

  —Venice, que dices —Pete se sentía tan abochornado, llevó sus manos hasta la cara y trató por todos los medios de sonar como un adulto.

  —Ya veo —respondió Vegas mientras miraba a Pete —¿Entonces, qué sucede campeón? —concentró su atención otra vez con Venice y le dió un respiro al hombre hermoso.

 —No hay más chocolates de los especiales, de los que le gustan a él 

— ofreció Pete y ahí estaba otra vez ese dulce puchero en los labios del niño.

 —Oh, ya veo —Vegas sabía de lo que Venice hablaba —esos chocolates eran por encargo, hicimos algunos de más para tener aquí, pero se terminaron muy rápido —lo siento.

  Venice se sentía derrotado, sus pequeños hombros cayeron hacia adelante y su cabeza también.

  Vegas sintió pena por el niño, se veía que era importante para Venice poder obtener esos chocolates.



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En el texto hay: amor lgbt, familia love

Editado: 07.04.2024

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