(Agatha Cian)
Hoy es el gran día…
Seis de la mañana, suena el despertador, abro mis ojos con mucha dificultad, soy una persona de no tan fácil despertar, adoro dormir, sin embargo en días que es necesario despertar temprano, lo hago, aunque con un poco de dificultad.
Estiró mi brazo y siento un calor agradable, compruebo que mi querido esposo se encuentre a mi lado descansando y que la alarma no lo había despertado, éste es un día especial, quiero sorprenderlo con un desayuno de aniversario por nuestros diez años de casados, luego de asegurarme que sigue dormido salgo de la cama con mucho cuidado temiendo despertarlo y lo logro.
Luego de un breve paso por el baño, me detengo por un momento frente al espejo, me observo, tengo 31 años , siento que he descuidado un poco de mí, el cabello antes largo de un color castaño brillante, ahora se lo ve seco, la piel alrededor de mis ojos cafés antes sin ojeras, hoy las tienen muy marcadas, mi cara antes impecablemente blanca y perfilada ahora se la ve con manchas de sol y una pequeña papada que ha crecido, de mi cuerpo ni hablar aunque aún lo veo ligeramente atlético gracias a la práctica de artes marciales, ahora tengo 30 kilos de más que pasan casi desapercibidos por mi estatura.
Aparto mis ojos del espejo y me dirijo a la cocina para realizar un desayuno ligero, hago unas tostadas, huevos revueltos y leche con chocolate, en este momento no es posible costear la fruta. Mientras continuo con los preparativos pienso acerca de nuestra complicada economía, pero sé que eso ya pasara, por fin reunimos para los gastos del internet el cual pagaríamos hoy y si teníamos suerte nos alcanzaría para el helado que sería la culminación de nuestro festejo de aniversario. Nuestro día estaba planificado.
Terminé el desayuno, caminé al dormitorio para despertar a Thomas, estamos solos, nuestro hijo está con sus abuelos, sigilosamente me acerqué, pero al llegar me encontré con la mirada de Thomas quien se encontraba recostado en la cama y con una media sonrisa en su rosto me dijo:
-Feliz aniversario Solecito
Devolví sus palabras con un puchero en mi rostro y le dije:
-No es justo yo madrugué para hacerte el desayuno y ser la primera en decírtelo.
Thomas se levantó de la cama, con una mirada de amor, me tomó en sus brazos, besó mi frente y dijo:
– No te molestes solecito: ¿quién podría seguir dormido cuando el olor de tu chocolate invade el departamento?… vamos de una vez, no quiero que se enfríe y te molestes por eso.
Después del desayuno nos cambiamos y dirigimos de la mano al centro comercial, al llegar fuimos curioseando vitrinas, hasta el local en el cual realizaríamos el pago, había poca gente, por lo que salimos rápidamente y decidimos continuar nuestro paseo en dirección al puesto de helados, felizmente nos alcanzaría para dos conitos..
Thomas se encargó de ordenar los helados, no hacía falta preguntar el sabor que elegiría pues él sabía… que mi favorito es de chocolate, así como yo sabía que él pediría el de cereza, su sabor favorito.
Al volver decidimos caminar a casa mientras disfrutábamos del helado, de repente, sentí que alguien me sujetó por la espalda, me levantó del suelo, me hizo girar tratando de retenerme en su pecho, entré en pánico y este aumentó cuando observé que otro desconocido sometió a mi esposo contra la pared, eso hizo que mi mente superara el shock inicial y lograra recordar las clases que tomé de defensa personal, permitiendo que arrojara el helado en la cara del atacante y acerté una patada en las partes bajas del sujeto, lo que aflojo su agarre permitiendo que me soltara y sorprendiera al atacante de Thomas con la guardia baja, por lo que después de una patada en las rodillas y de un tirón logré que pierda el equilibrio, quedando libre Thomas. Él tomó mi mano y salimos corriendo, no llegamos lejos antes de ser detenidos por la seguridad del centro comercial, habían presenciado los hechos y detenido a los atacantes.