Christmas daddy's

Capítulo 1: Encuentro bajo las Luces Invernales

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Rebekah  

¿Hay algo mejor que regresar a casa luego de un semestre desgastante? No, no lo creo. Aunque verme con Emily puede casi que igualar la sensación de alivio que estoy experimentando. 

Ella es la primera persona que veo cuando salgo de la zona de desembarque. La pelinegra agita un cartel de colores con mi nombre escrito en él. 

—Parece vómito de colores, Em. —Me burlo cuando llego hasta ella. 

—Cállate y abraza a tu mejor amiga. —No tengo que hacerlo, ella me engulle entre sus brazos—. Te extrañé mucho, tonta. —solloza en mi hombro. 

—Yo te extrañé más, Em. —respondo, compartiendo su emoción. 

Mientras ella decidió quedarse en la ciudad y estudiar algo relacionado con la cocina, yo quise explorar el mundo y me fui a otro país. Al principio temí que nuestra relación se enfriara, pero ella nunca permitiría eso. 

—Vamos a casa, tenemos mucho por hacer. —Sujeta una de mis maletas hasta que llegamos al auto—. Esta será la mejor Navidad del mundo. 

—Lo será. —concuerdo. 

Tengo el extraño presentimiento de que algo bueno saldrá de esta visita.

—¿Alguna novedad? —pregunta cuando se integra al tráfico.

—Terminé con Joss —Suelto.

—¿Y lo dices así nomás?

—Sí, no haré una ceremonia si es lo que quieres. 

Aprovecha que el semáforo está en rojo para girar a observarme con cuidadosa atención. 

—Estoy preocupada por ti. —pronuncia luego de su escrutinio. 

—¿Por qué? 

—Tienes veinticuatro años y no te has enamorado ni una sola vez. Eres excelente en todo, menos cuando a romance se trata. 

Lo que dice no es del todo cierto, si me he enamorado. Solo que ella no lo sabe. 

—No exageres, el amor ya llegará a mi puerta. 

Y yo estaré más que encantada de cerrarla en la cara de esa persona. No creo que sea capaz de enamorarme de nadie más, tuve suficiente al hacerlo la primera vez. 

—Como digas. —Se da por vencida, al menos por ahora. 

—¿Qué me cuentas tú? —Redirecciono la atención hacia ella. 

—En la pastelería todo marcha bien, al igual que en el amor —Sube y baja las cejas en tono sugerente—. No puedo decir lo mismo de mi familia. 

—¿Qué ha pasado? 

—El amargado regresó, quitándonos toda la diversión. 

Mi corazón se detiene por un segundo, solo hay una persona a la que ella apoda así. Y es él

—¿A qué ha venido? —inquiero con más interés del que me gustaría mostrar. 

—Dijo que ya era de regresar a casa, abrió una sucursal acá y ha sido un éxito. —relata—. Mis papás están felices de tener a su hijo mayor, pero no deja de ser un amargado. 

—¿Hace cuanto no lo venía?, ¿siete? —Me hago como si no supiera el tiempo exacto. 

—Más, entre ocho y nueve años. 

Ocho, para ser exactas. Justo luego de que yo cometiera una locura. 

—Bueno, seguro que no lo veremos muy seguido. —El aliento es más para mí que para ella. 

—No lo haremos, es un obsesivo en cuento trabajo se trata. ¡Ni siquiera quiere celebrar la Navidad! —expresa con frustración. 

—Sí, un sacrilegio. —comento con sarcasmo. 

—Estás siguiendo sus pasos, tendré que hacerte una intervención. —Se detiene justo en la entrada de mi casa—. ¿Nos vemos en la tarde en el mercado? 

—Seguro, gracias por traerme. —Desciendo del vehículo y me despido con la mano—. No aniquiles a nadie hasta que nos veamos. 

—¡No prometo nada! —grita antes de arrancar. 

Dejo salir un suspiro, agarro mis maletas y toco la puerta de la casa que no he pisado en más de dos años. 

—Mi niña. —musita mamá apenas abre—. Estás en tu hogar, por fin. —Llora. 

—Lo estoy, mami. —digo con voz queda. 

Parece que el día está destinado a ponerme sentimental, recién llego y he llorado más que cuando me fui. 

—Vamos, llegas justo a tiempo para almorzar. 

Me ayuda con las maletas, ingresamos a la morada que huele como siempre: a clavos de olor. Mamá y Emily siempre se llevaron bien dado que ambas comparten el amor por la repostería, incluso trabajan juntas. 

—¿El viaje fue bien? —inquiere mientras sirve la comida. 

—Sí, dormí la mayor parte del tiempo. 




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