Rebekah
—Conocerás al tonto de mi hermano mayor, ¿prometes que no te enamorarás de él? Estoy cansada de perder amigas solo porque él las rechaza. —Solloza Emily, mi nueva amiga.
—Lo prometo. Tu hermano no se interpondrá entre tú y yo. —Le aseguro.
Despierto de mi sueño, mi mente invadida por los recuerdos de hace tantos años, mi corazón pesado por la culpa. Rompí mi promesa, me enamoré de Aleksander tan pronto como lo conocí, me enamoré de su espesa cabellera negra, de sus ojos grises tan helados como el hielo, pero que parecían derretirse cuando me observaban. Amé esa sonrisa que pocas veces dejaba salir, también de su ceño fruncido que parecía permanente en su frente. De su personalidad arisca, de su mente inteligente.
Me enamoré de Aleksander, mas no fue correspondido. Y me di cuenta de la peor manera posible, siendo humillada cuando me rechazó.
—¿Segura que no hay problema en que me vaya con los Kovač? —Le pregunto a mamá.
Estamos desayunando, mamá preparó Štruklji, le dije que quería algo dulce y no dudó en cocinar los rollos con relleno de manzanas y frutos rojos que tanto me encantaba cuando era pequeña.
—Estoy segura, iré a casa Julija, vamos a probar algunas recetar nuevas para la pastelería.
Rayos, ella pudo ser mi polo a tierra.
—Está bien. —musito con tono derrotado.
Tendré que recurrir a mi autocontrol para no delatar el malestar que me provoca estar al lado de cierto sujeto.
Luego de desayunar, regreso a mi habitación a buscar el morral que preparé con ropa y demás utensilios, mi celular vibra justo cuando estoy saliendo de mi habitación.
Em: Tu carroza está en la entrada.
Le respondo con un emoticón, poniendo los ojos en blanco, bajo a toda prisa para despedirme de mamá.
—Pásala bien, mi niña. —dice.
—Lo mismo para ti, mamá.
Salgo de casa con una sonrisa gigante, una que muere tan pronto como veo al sujeto que espera por mí.
«¿Qué diantres, Em?», me pregunto al detenerme frente a él, no hay rastro de mi mejor amiga.
—Eh, hola. —Saludo, incómoda por la situación—. ¿Dónde está Em?
—Hola, dulce Rebekah. —Me sonríe de medio lado, como si supiera algo que yo no—. Mi hermanita se retrasó, viajará con mis padres, pero me pidió que viniera por ti.
—No tengo problemas en esperar y viajar con tus padres. —Intento huir de la situación.
—Me temo que eso no será posible, ellos llevarán algunas cosas necesarias y no hay cupo. —expone.
Entrecierro los ojos en su dirección, suena más como una excusa que como la verdad, sin embargo, no quiero discutir con él. De igual manera, viajar en auto con Aleksander puede ser una buena forma de ponerme a prueba, retarme a ignorarlo antes de tener que pasar tiempo con su familia.
—De acuerdo.
Asiente, abre la puerta del copiloto para mí, pero primero me quita el bolso para dejarlo en el asiento trasero. Tan pronto como ingreso al vehículo, su aroma me invade, ha usado esta fragancia desde que lo conocí e incluso años después, sigue causando estragos en mi cuerpo.
—¿Estás cómoda? —Me pregunta cuando se ubica detrás del volante.
—Lo estoy.
Gira la llave y con un el suave ronroneo del motor, nos unimos al tráfico de la ciudad. Iremos a la cabaña que está ubicada en el lago Bled, una de las zonas más bonitas que tiene la ciudad. Normalmente, es un viaje de treinta minutos, pero con la nieve y los constantes trancones, asumo que será mucho más largo.
Yo: Esta me las pagarás, Em.
Le envío un mensaje para que sepa lo disgustada que estoy de su jugarreta.
Em: Me amas, disfruta del príncipe de hielo.
Yo: ¿De qué hablas?
No obtengo respuesta; de hecho, ni siquiera recibe el mensaje. Como si las cosas no pudieran ser más raras, siento los ojos de Aleksander sobre mí.
—¿Qué? —Le pregunto con tono más tosco del que me hubiera gustado.
—¿Qué te dijo Em? —inquiere.
—Nada, no le llegan los mensajes.
—Uh. —Hace un sonido de comprensión.
Regreso mi vista a la ventana, me niego a mirarlo más de lo necesario, la proximidad entre nosotros se vuelve abrumadora. La tensión flota en el aire, como si estuviéramos al borde de un precipicio emocional.
Las luces de la ciudad se desvanecen mientras avanzamos por la carretera, y el silencio incómodo nos envuelve. Finalmente, decido abordar el elefante en la habitación.