Aleksander
Me rendí, tan pronto como Rebekah se sentó a mi lado en el auto, renuncié a hacer lo correcto. Ella es mi destino, la mitad de mi otra alma, ella es mía, fin. Perdimos ocho años y como el tiempo no se recupera, solo nos queda amarnos desde ahora hasta el final de nuestros días.
Ahora la tengo en mis brazos, siento la suavidad de su piel contra la mía, acaricio los mechones claros de sus cabellos que se esparcen sobre mi pecho. Está profundamente dormida, por lo que aprovecho para contemplarla, para enamorarme aún más de sus rasgos delicados.
«Soy devoto a ti, dulce Rebekah», decido.
Con un suspiro y un gemido, Rebekah se despereza sobre mí, abriendo sus ojos para que pueda ver el brillo en sus orbes. Una sonrisa lenta se extiende en su rostro, la cual correspondo de inmediato.
—Buen día, dulce Rebekah. —Le digo con voz ronca.
—Buen día, Aleksander —Regresa ella.
Me inclino, sin importar el aliento mañanero, la beso con ternura y amor. Me tomo el tiempo de demostrarle lo mucho que siento por ella. Sin embargo, el destino no nos pudo dejar ser felices por más tiempo. La tranquilidad se quiebra cuando la puerta de la cabaña se abre con un chirrido, unos pasos se acercan a la habitación y la voz sorprendida de Emily se eleva en la estancia.
—¿Qué… qué están haciendo aquí juntos? —exclama, sus ojos enormes como platos.
La mirada de nuestros padres se cruza con la mía, y puedo ver la desaprobación en sus rostros. La atmósfera se tensa instantáneamente, y un nudo se forma en mi estómago, no quiero perderlos si no son capaces de aceptar mis sentimientos.
—Esperen, solo déjenme explicar —intento comenzar, pero el tono acusador de Emily corta mis palabras.
—¿En serio, Aleksander? ¿Cómo pudiste?, ¿hace cuanto me ven la cara?—dice, cruzando los brazos en una postura desafiante—. Eres un hombre adulto, mi hermano mayor, deberías saber mejor que nadie lo que opino de… esto. —Señala entre Rebekah y yo.
Mis pensamientos se entrelazan en un intento frenético de encontrar las palabras adecuadas, pero la verdad es innegable. Aunque Rebekah y yo compartimos la noche por elección mutua y con amor, el mundo exterior solo ve la brecha de edad que nos separa.
—Emily, entiende, esto no es lo que piensas —intentamos explicar mi mujer y yo al unísono.
Sin embargo, la desaprobación persiste en los ojos de nuestros padres, quienes no pueden ocultar su decepción. La confrontación se desata, y me encuentro defendiendo un amor que va más allá de las etiquetas y las expectativas sociales.
Me enfrento a Vadim y Nadina Kovač con la determinación de hacerles entender, de transmitir la magnitud del amor que comparto con Rebekah. La sala de la cabaña se llena de una tensión palpable mientras reúno el coraje necesario para hablar.
—Entiendo que puedan tener preocupaciones —comienzo, mi mirada buscando la comprensión en sus ojos—. Pero lo que siento por Rebekah va más allá de la diferencia de edad. La amo de una manera que nunca pensé que sería posible.
Los rostros de mis padres muestran escepticismo, pero no me detengo. Necesito que comprendan la profundidad de mis sentimientos.
—No se trata solo de un capricho o una atracción superficial. Rebekah y yo hemos compartido nuestros sueños, nuestras historias. Hemos enfrentado las sombras de nuestro pasado juntos. No puedo imaginar mi vida sin ella. —manifiesto mi amor.
Mis palabras fluyen con la honestidad, al igual que la pasión que siento por ella. Intento transmitir la autenticidad de nuestro afecto, que va más allá de los estereotipos y las expectativas.
—Comprendo que la diferencia de edad pueda ser desconcertante, pero en el tiempo que hemos pasado juntos, he aprendido tanto. Ella me ha mostrado una perspectiva fresca, un mundo lleno de posibilidades y sueños que creía olvidados. Ella me hace mejor hombre, mamá, por ella quiero trabajar duro, papá. —apelo al sentimentalismo.
La sala se llena de un silencio denso mientras espero su reacción. Los Kovač intercambian miradas antes de que finalmente nuestra madre hable.
—Aleksander, no podemos ignorar que esta relación es inusual. Pero, si realmente la amas como dices, ¿estás dispuesto a enfrentar los desafíos que vendrán?
Asiento con firmeza, sin dudar.
—Sí, lo estoy. Estoy dispuesto a luchar por mi mujer, a enfrentar cualquier desafío que el futuro nos depare. Nuestro amor es real, y no dejaré que la brecha de edad o el juicio de los demás lo desvaloricen.
La sala se llena de un aire cargado mientras espero su respuesta, esperando que mis palabras hayan tocado sus corazones y hayan dejado claro que este amor es genuino, que merece ser aceptado y respetado.