Christmas daddy's

Capítulo 5: El Poder de la Navidad

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Rebekah

Los Kovač se tomaron mi relación con Aleksander bien, demasiado bien diría yo. ¿Debería estar feliz por eso?, por supuesto que sí, pero cabe la posibilidad de que mi madre no sea igual que permisiva y eso amarga cualquier alegría. 

No quiero decepcionarla. No cuando ella ha hecho todo por sacarme adelante. Se siente incorrecto «fallarle» a la mujer que me ha dado la vida, se siente mal amar a Aleksander si eso implica que la dañaré a ella. 

—Todo saldrá bien, mi dulce Rebekah. —dice Alek. 

—Eso no lo sabes. —replico. 

—Puede que no lo sepa, pero haré que todo salga bien, confía en mí. 

Confío en el hombre que amo; sin embargo, conozco a mamá y su aversión por las relaciones con tanta diferencia de edad, ella misma estuvo en una así y salió mal. 

—Perderé a mi mamá, Aleksander. —musito cuando la verdad me golpea. 

—No la perderás. —alega. 

El viaje de regreso a casa se torna sombrío, una nube de ansiedad oscureciendo el aire en el auto. Cierro los ojos, intentando calmar el temblor que se apodera de mí. La realidad de lo que he desatado al elegir a Aleksander como mi amor se cierne sobre mi pecho.

El motor del auto zumba monótonamente, pero mi respiración es todo menos rítmica. Inadvertidamente, comienzo a hiperventilar, inhalando aire con desesperación mientras los pensamientos aterradores se apoderan de mi mente.

Imagino cada uno de los escenarios posibles, no dejo de preguntarme: ¿Qué dirá mamá? ¿Cómo reaccionará cuando se entere de que estoy enamorada de Aleksander? La imagen de su rostro, la decepción en sus ojos, me atormenta. Mi corazón late con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho, y el pánico se apodera de cada fibra de mi ser.

—Rebekah, ¿estás bien? —La voz de Aleksander rompe el silencio, llena de preocupación.

No soy capaz de responderle, así que para evitar un accidente, se estaciona a un lado de la carretera y se gira a observarme. No estoy segura de lo que ve en mis ojos, pero es suficiente para que me levante de mi asiento y me siente en las piernas.

—Te amo. 

—Yo también te amo. —respondo con voz temblorosa. 

—Podemos posponer esto, trabajar poco a poco en la aceptación. No quiero verte así, me duele observar el pánico en tus ojos cuando se supone que debes sentirte segura y protegida a mi lado. —El profundo timbre de su voz me arrulla, tranquilizando los latidos acelerados de mi corazón. 

—No quiero esconder lo que tenemos, estoy cansada de enmascarar mis sentimientos por ti. 

—¿Sabes? Cuando supe que habías regresado le insistí a Emily que debía ir con ella al mercado, moría por verte de nuevo. Fue difícil, fue tan duro tener que alejarme de ti que tuve que irme de la ciudad, ¿cómo podía quedarme cuando cada cosa me recordaba a la mujer que tenía mi corazón? —confiesa—. Al verte de nuevo, me dije a mí mismo que tomaría las cosas con calma, que te daría espacio y trataría de olvidarte, mas no pude. Tuve que tomar valor y aceptar que no hay una vida feliz sin ti a mi lado, eres lo mejor que tengo. 

Para cuando termina de hablar soy un mar de lágrimas. 

—Alek… 

—Mi razón de existir es hacerte feliz y ahora no lo eres. —Me interrumpe—. Lamento haberte fallado, Moje srce

Su corazón… Eso es lo soy para él. 

—No me has fallado, Moja duša. Mamá entenderá, tarde o temprano lo hará porque ella me ama y no hay un mejor hombre para mí que tú. —declaro. 

—¿Soy tu alma? —pregunta con la voz cargada de emociones. 

—Eres mi alma, Alek, mi Moja duša. —Afirmo con seguridad. 

Un gemido sale de él antes de que su boca tome la mía, me besa fuerte para demostrar los sentimientos que tiene hacia mí. Y lo siento, en cada suspiro, cada roce de sus labios, de su lengua, siento cómo me ama e intento regresarle el beso con la misma pasión, que él sienta el amor que tengo por él. 

—Vamos a casa, es hora de hablar con ella. —Le digo una vez nos separamos. 

—Vamos a casa, Moje srce.

Retomamos el recorrido, aunque mis nervios se han tranquilizado un poco, aún siento revoloteos en mi estómago, mis manos sudan y mis piernas se mueven inquietas. El auto se detiene frente a mi casa, pero el simple acto de abrir la puerta se convierte en una tarea monumental. Aleksander me mira con comprensión, sus ojos reflejando una mezcla de empatía y ansiedad compartida.

Finalmente, reúno el coraje suficiente para salir del auto y enfrentar la tempestad que se avecina. La casa, que solía ser mi refugio, se siente como un laberinto desconocido, lleno de peligros emocionales.




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