Cian Heaton

Capítulo 2: Tasha

Abro los ojos sintiendo que mis párpados pesados. Parpadeo con fuerza acostumbrándome a la luz y me incorporo de repente tratando de averiguar donde estoy.

—Tranquila, y espera al médico.

Giro la cabeza y me quedo sorprendida de encontrarme con Cian. Oh no, ¿acaso hice el ridículo con él de nuevo?

Lo último que recuerdo es estar en la oficina de los abogados y sentirme mal. Cian estaba ahí.

Me siento en la camilla con los ojos cerrados.

—¿Qué sucedió?

—Te desmayaste y te traje a la guardia. El médico mandó a hacerte unos análisis y estamos esperando los resultados. Ya no debe tardar.

Llevo la mano a la cabeza.

—Mierda. Ya sé lo que me pasa—abro los ojos y me muevo para levantarme al mismo tiempo que Cian me detiene—. Y me siento bien.

—No irás a ningún lado hasta que el médico diga que puedes. Me llevé un susto cuando te desmayaste y no reaccionabas.

Quiero insistir, pero me quedo quieta porque puedo ver en su mirada que habla en serio.

Además, no puedo ser cabezota en este momento cuando una vida se está gestando en mi interior, aunque no sepa que hacer con esa vida.

Cian no dice nada y yo tampoco. Estoy muy avergonzada con él. No hago más que el ridículo y no debe tenerme en buen concepto. Sobre todo porque lo he ignorado desde que descubrí que es el hermano del esposo de Lola.

El doctor aparece unos minutos después, me pregunta como me siento y me toma la presión.

—Estoy bien, me siento mejor.

—El problema fue una baja de azúcar. ¿Comiste algo hoy?

Miro a Cian y luego al doctor.

—Algo. Las náuseas no me dejan comer mucho.

—En tu estado es normal, pero no debes evitar comer, sino solucionar la cuestión de las náuseas. Te indicaré que puedes hacer en esos casos, aunque lo correcto sería que busques un ginecólogo y obstetra que lleve el control de tu embarazo.

Mierda. Lo dijo. Evito mirar a Cian en la cara porque no quería que él se enterara y menos de esta forma. No es que importe mucho porque él no es nada mío, es solo que hace poco lo invité a acostarse conmigo. Me rechazó, lo estuve ignorando y ahora descubre que espero el hijo de otro.

—Claro, lo haré. ¿Puedo irme?

—Sí, pero hablo en serio con lo de cuidarse—se dirige a Cian—. Deberías cuidar mejor a tu mujer si quieres que su hijo se desarrolle bien.

—¿Mi hijo? —musita Cian—. No, yo… —me atrevo a mirar a Cian, quien se ha quedado sin palabras.

El doctor pasea la mirada entre ambos.

—Oh, ya veo, por tu cara imagino que no sabías—le dice a Cian—. Bueno, felicidades, futuro papá—ríe y me entrega dos recetas—. Aquí unas indicaciones básicas para lidiar con las náuseas de embarazo y aquí observaciones para que le entregues a tu doctora. ¿De acuerdo?

Acepto lo que me entrega sin decir nada. Él se despide diciendo que puedo irme.

Cian sigue de pie en el mismo lugar sin reaccionar y yo me pongo de pie decidida a irme porque no me gustan los hospitales y necesito estar sola.

Al apoyar los pies en el suelo, siento que pierdo el equilibrio y Cian me agarra a tiempo.

—Despacio. El médico dijo que necesitas comer algo.

—Lo haré. No tienes que quedarte. Puedo llamar a Lola para que venga por mí.

—En este momento debe estar haciéndole compañía a la tía aparecida. Se suponía que debía recogerla en el aeropuerto porque mis hermanos no podían y le pedí a Lola que lo hiciera por mí.

Frunzo el ceño.

—Y te quedaste conmigo.

—Claro.

—Podrías haberle dicho a Lola y que ella viniera en tu lugar.

Él guarda silencio.

—No iba a dejarte aquí y se hacía tarde para buscar a la tía. Y no estaba particularmente entusiasmado de ir por ella.

—¿No te agrada?

—Tengo mis reservas.

—Ya estoy bien, puedes soltarme. —Lo hace y me siento extraña.

No estoy acostumbrada a necesitar a las personas. Me enorgullezco de mi independencia y de ser una mujer autosuficiente. Sin embargo, Cian me produce cosas que no recuerdo que otro hombre produjera en mí y eso me deja desconcertada.

—Vamos, iremos a comer algo y luego te dejaré en tu hotel o casa o donde sea que vivas.

—No tienes que hacer eso.

—No tengo, pero quiero hacerlo, o no podré estar bien conmigo mismo dejando a la deriva a una mujer embarazada que se desvaneció en mis brazos.

No puedo evitar reír.

—No debes preocuparte. No es tu hijo.

—Lo sé. Al menos que robaras mi esperma y te inseminaras con este, no se me pasó por la cabeza que se trata de mi hijo.

Salimos juntos de la guardia y él permanece cerca. Me siento algo débil, pero ya no estoy mareada ni tengo náuseas.



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En el texto hay: embarazo inesperado, drama, madre soltera

Editado: 28.05.2025

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