Mis hermanos y yo estamos sorprendidos por lo que nuestra tía nos cuenta. Parece salido de un libro cargado de drama.
No sé mis hermanos, pero yo me siento bastante culpable por no haber comprendido a mamá y juzgarla igual que al bueno para nada de nuestro padre, porque ese no tiene perdón.
—Yo no soporté—exclama la tía Gertrudis—. Papá me dijo que si me iba me olvidara que eran mi familia y me quedaría sin nada, así que me fui. No fue fácil, pero me esforcé por salir adelante, luego conocí a mi esposo actual. Con el pasar del tiempo me sentía mal por haberme ido dejando a mi hermana, pero ella aún era menor y no podía llevarla conmigo. Volví a buscarla y no quiso irse. Estaba completamente dominada por nuestros padres y ahí decidí enfocarme en mi vida, olvidándome que alguna vez tuve padres y una hermana. Saber que superó el abuso de nuestros padres, pero terminó con un hombre peor de abusivo, es una puñalada al corazón.
Willa apoya su mano sobre la de la tía.
—No fue tu culpa. No podías obligarla a irse contigo.
—Tendrías que haberte quedado hasta que ella cumpliera la mayoría de edad—me atrevo a hablar—. Dos años más y podría haberse ido contigo. Te fuiste, regresaste seis años después cuando ella ya se sentía abandonada y sus padres la tenían controlada. ¿Cómo querías que se fuera contigo?
—Cian, no seas tan duro. —reclama Rex.
Me levanto.
—Claro, tú lo dices porque también te largaste apenas te graduaste y no tuviste en cuenta que Willa todavía no podía irse. Cuando te dije que me quedaría un año más por ella, me deseaste suerte y te fuiste.
Al momento que digo eso, me reprendo mentalmente por haberlo dicho. No tengo derecho a juzgar a Rex por la decisión que tomó.
—Cian, no puedes atacar a Rex por la decisión que tomó.
—Willa tiene razón, no puedes atacarme porque yo mismo me ataco. Ya le pedí perdón por haberme ido dejándolos atrás a los dos. Sin embargo, esto no se trata de nosotros, sino de nuestra madre que soportó todo de nuestro padre porque estaba acostumbrada a ello.
—Nos involucra a nosotros también porque por culpa de eso, ella lo permitió. Ya no la culpo, aun así, se relaciona.
Gertrudis se pone de pie y Willa la ayuda.
—Lo siento, no quiero causar conflictos entre ustedes. Parecen buenas personas y es bueno que los hermanos estén unidos.
—No estás causando conflictos—tranquiliza Willa—. Lo que pasa es que mis hermanos no hablan de lo que siente, lo que les molesta y les duele, y tal vez es hora de sacar afuera todos los reclamos, reproches y pedir disculpas si es necesario para terminar de cerrar nuestro pasado en común.
—Para mí no es tan fácil como para ustedes—exclamo, sintiéndome dominado por emociones desconocidas—. Disculpen, necesito un momento.
Salgo de la cabaña porque necesito aire.
Todo esto me ha desbordado por completo. Se viene a mi mente las cosas que la psicóloga me dijo, ahora me entero la historia completa de mi madre muerta y comienzo a ver los errores que cometí a lo largo de los años.
Ahora entiendo por qué mi exesposa decidió irse y pedirme el divorcio. Yo creí que tenía todo controlado y el pasado no me afecta. Hoy me doy cuenta de que solo estaba encerrado, no superado. Y no sé como superarlo, no estoy seguro de poder.
Admiro que Rex pudiera hacerlo sin necesidad de ir a terapia y me alegra que Willa decidiera ir a terapia para superar todo. Sin embargo, mi caso es diferente y no entiendo por qué me cuesta.
Tomo aire y lo exhalo. Repito la acción un par de veces para relajar mi cuerpo y calmar mi sistema nervioso.
—Cian…
Miro a Willa durante un momento antes de regresar la mirada a un árbol que está frente a mí y no sabía que estaba.
—Lo siento si ofendí a Rex o quedé mal con la tía Gertrudis.
—No te disculpes por decir lo que sientes.
—No era forma de decirlo.
—Porque te has guardado todo por varios años y cuando comienzas a despertar, por así decirlo, todo sale y no de buena manera. Rex no está ofendido, al menos no demasiado—sonrío—. Y sé como te sientes. Cuando comencé la terapia, me alteraba bastante, luego comprendí que necesitaba alterarme para sacar todo lo que guardaba en mi interior porque solo somos libres cuando nos confesamos en voz alta y luego tomamos la decisión de superarlo o seguir como si nada.
Relamo mis labios.
—De ninguna manera iré a confesarme con un cura y no me arriesgaré a que me echen agua bendita y manifieste algún demonio.
Willa suelta una carcajada.
—No hablo de confesarlo a un sacerdote, sino a ti mismo. Si quieres hablar con alguien, puedes hablar conmigo o la psicóloga. Mientras lo hables.
Volteo y me coloco frente a ella.
—No me arrepiento de haberme quedado un año más por ti. De lo que me arrepiento fue no seguir en contacto.
—Lo entiendo. Necesitabas tener tu vida, seguir tu camino y creíste que dejándonos atrás, ayudaría a dejar el pasado atrás. Rex pensó lo mismo.